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Termina el 26 de septiembre con sismo y microsismo: día de intensa actividad

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Opinión

Alberto Híjar Serrano

No iba a ser una exposición más, sino el homenaje a Zapata en el centenario de su asesinato. El ocho de abril no pudo hacerse porque los de Amilcingo, indignados por el asesinato impune de Samir Flores, el opositor principal contra el Proyecto Integral Morelos, reunieron a los de Anenecuilco y Chinameca para impedir el acto oficial rutinario e insultante. A cambio, una larga barda fue pintada con excelentes murales ignorados por los medios. Con esta pesada carga, la exposición Zapata después de Zapata en el Palacio de Bellas Artes, tenía que probar que la Cuarta Transformación incluye al zapatismo con su lucha por la tierra, la organización de su defensa, la apropiación de sus frutos, el respeto al derecho a la posesión comunitaria y a la ocupación de tierras ociosas. Hubiera sido necesaria una comisión de historiadores que los hay: Adolfo Gilly, Pedro Salmerón, Francisco López Bárcenas, Gilberto López y Rivas, Leticia López Orozco conocedora de murales y pinturas transportables sobre Zapata. A cambio, un curador fue declarado responsable con los escandalosos resultados a la vista.

Imperdonable porque hay el antecedente de la excelente exposición en el Museo de las Artes Populares en 2010, que reunió obras relevantes, la réplica de la silla presidencial donde Villa tuvo la humorada de sentarse para la foto con Zapata muy serio a su lado. En esa exposición, la rica colección de Juan E. García permitió exhibir una muestra de bordados, pinturas, grabados y objetos nacidos y crecidos con el EZLN. Hubo también obras de Oaxaca insurrecta en 2006 contra el mal gobierno de Ulises Ruiz: el Zapata punk y el ciclista como actos de apropiación simbólica actual. Estuvo también el extraordinario dibujo de Zapata de cuerpo entero de Arnaldo Cohen. Carmen Parra ha protestado por la ausencia de una de las partes del tríptico de Gironella dedicado a Zapata, el que tiene corcholatas que en su inauguración dieron lugar a una airada diatriba del grabador Adolfo Quinteros. Nada semejante en la exposición actual a la excelente muestra en el Museo-estudio Diego Rivera en 1989 con la edición de un excelente catálogo incluyente de las viñetas y portadas de Diego Rivera para la Liga de Comunidades Agrarias y la edición facsímil de uno de los libros escolares sobre el niño campesino Fermín, ilustrado por Rivera. Algo de esto, una colección de portadas de Arnulfo Aquino para la revista Zurda, no logran integrar homenaje alguno a Zapata.

A cambio, una museografía confusa con cédulas larguísimas que no marcan secciones y quiebres. La inauguración del 26 de noviembre en el Palacio de Bellas Artes, luego de la marcha mensual por Ayotzinapa, fue hecha por el director del Museo con el curador al lado y grupos de jóvenes edecanes vestidas de negro y con bigotes postizos. Un grupo de elegantes señoras vestidas de gala nocturna y acompañadas por parejas adecuadas llegaron a ver las fotos de la niña bien en su recámara retacada de objetos costosos de bazar como el tapete oriental, con un gran retrato de Zapata en la pared y la joven sonriente en medio del espacio kitsch celebrado en alguna lujosa revista. Puntada insultante la reducción de Zapata a fondo de ostentaciones ociosas.

La sección de y para homosexuales que tanto escándalo ha generado, incluye la validación de la concepción brutalmente macha del homosexualismo como amaneramiento corporal, nalguitas paradas, tacones altos, sombrero rosa, tal cual lo representan los payasos de Televisa actuando como meseros en la Hora Pico con Adrián Uribe y Gustavo Munguía simulando torpezas entre zalamerías interrumpidas por el patrón indignado. Hizo bien Fabián Chairez al rechazar el reconocimiento de una organización gay para aclarar, no del todo, que su intención fue transgredir burlándose del machismo charro, no de Zapata, pero su panfleto resulta otra cosa integrado al fallido homenaje al General del Ejército Libertador del Sur. El acuerdo resultante de la negociación con los agresivos miembros de organizaciones campesinas, mantiene la obra en su lugar con una cédula de protesta que tarda en llegar.

El Estado se exhibe como incapaz de dar a entender en imágenes la importancia histórica y social de Zapata, el zapatismo, su vigencia. No habrá reflexión sobre el sentido nacional territorial de todo esto, no puede haberlo ante el impulso de megaproyectos como el Tren llamado Maya y el canal seco de Salina Cruz a Coatzacoalcos que cambiará radical y destructivamente la vida comunitaria armónica con la naturaleza en el territorio con trasiego de mercancías, hoteles, restaurantes, tiendas, bancos y toda la parafernalia propia del capitalismo sin freno. Zapata vive como emblema nacional y popular. Tierra-territorio-terruño, la dialéctica explicada y defendida por Andrés Aubry está en crisis.

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