Opinión

Los Cívicos de Genaro

Alberto Híjar Serrano

Guerra sucia llaman los historiadores del Estado al enfrentamiento armado y desigual entre sus ejércitos y paramilitares con las organizaciones del pueblo en armas. En realidad, entre 1960 y 1980, se concreta la lucha de clases iniciada desde antes de 1810 con la participación destacada de guerrerenses tan distinguidos como Juan Alvarez, Vicente Guerrero, los Galeana, los Matamoros y dirigentes tan populares como El Cirgüelo, Silvestre Castro, famoso por un ataque de encuerados para librarse del calor y arrasar con soldaditos uniformados. Tenemos el pendiente de integrar estas historias a la historia de México para que ésta deje de ser la historia del Estado y sus gobiernos.

Marco Bellingeri, un historiador italiano, ha intentado hacer la historia de las organizaciones guerrilleras como un mismo proceso libertario donde ocupan lugares importantes con todo y sus diferencias estratégicas y tácticas. Guerrero es especialmente valioso para explicar este proceso histórico, sus raíces sociales, sus necesidades político-militares como respuesta necesaria al terrorismo de Estado.

Todas las luchas empiezan como luchas sociales. Genaro Vázquez y sus camaradas tuvieron el buen tino, desde los años cincuenta, de llamarlas “cívicas” porque todas surgen de la urgencia de ganar respeto al derecho al trabajo bien remunerado, a la salud, la educación y los servicios públicos y gratuitos como el acceso al agua, las tierras, los bosques, las minas, las costas. Los trámites oficiales con la intervención de líneas reformistas políticamente correctas, del Partido Comunista Mexicano y del Partido Popular, el apoyo relativo del influyente General Lázaro Cárdenas y su Movimiento de Liberación Nacional que acabó en desastre electorero, fueron probadas por Genaro para orientar sus mejores esfuerzos a organizar con sus compañeros a los trabajadores del campo, los jornaleros, los estudiantes, los pequeños propietarios agrícolas. Como otros revolucionarios, Genaro Vázquez también apoyó los movimientos de profesores y estudiantes, desde luego, el encabezado por Othón Salazar. Se sumó a los posibles apoyos a los opositores al todopoderoso PRI y peleó con éxito puestos en alcaldías y municipios.

Supo mantener la continuidad de la lucha popular mediante organizaciones convencidas de formar una federación con un proyecto nacional. Contaba para esto con la Federación Nacional de Estudiantes Socialistas nacida y crecida en las Normales Rurales y también empeñada en consolidar la coordinadora del estado de Guerrero donde destacaba ya el joven profesor Lucio Cabañas. La Liga Agraria Regional del Sur planteó entonces las necesidades de la región y la defensa del territorio en disputa con caciques asociados a alcaldes y presidentes municipales corruptos, bien protegidos por funcionarios de todos los niveles donde el gobernador Caballero Aburto alcanzó niveles represores intolerables.

Entre los cincuenta y los sesenta hubo proyectos semejantes, algunos tan destacados como el de la Federación Nacional de Estudiantes Democráticos que lanzó en Morelia en 1966 un largo manifiesto que incluye la solidaridad con la Revolución Cubana y la lucha del pueblo de Vietnam contra el imperialismo. Fueron años de luchas guerrilleras en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, en Venezuela, Colombia, Brasil, Argentina, Uruguay, alentadas todas por la que sería consigna fundamental lanzada por el Che: “crear dos, tres, muchos Vietnam”.

En Guerrero, la Asociación Cívica Guerrerense con Genaro en su dirección, impulsó la unidad combativa con movilizaciones constantes respondidas por el Estado con brutales ataques, persecuciones, encarcelamientos, desapariciones forzadas y torturas. Quedó claro que el crimen organizado incluye delincuentes profesionales apoyados por las policías, el Ejército, la Marina y funcionarios de Estado de todos los niveles. Planes de Estado para controlar en beneficio de poderosos empresarios y empresas transnacionales los cultivos y los procesamientos del café, la caña, las minas, la copra y afectar los sembradíos de jamaica, ajonjolí, arroz, tamarindo, en beneficio de caciques y acaparadores, son presentados por el Estado como proyectos de modernización contra los campesinos pobres que son como los indígenas calificados en 1995 por Salinas de Gortari de “rezagos históricos”. Oponer al despojo capitalista la dignidad plena de los trabajadores del campo y la ciudad, contó para Genaro con la historia de dirigentes revolucionarios tan importantes como Hidalgo, Morelos y Guerrero.

La Asociación Cívica Guerrerense apoyó comunidades y pueblos en lucha, y consiguió mejoras parciales y pago justo a los trabajos y los cultivos. El costo fue muy alto por las masacres en Iguala, Chilpancingo, Ayutla, que no lograron disolver a los cívicos sometidos a persecución constante que obligó al clandestinaje y al descubrimiento de recursos de seguridad guerrillera para no permanecer en un solo lugar. Quedaba claro que los enemigos del pueblo incluían a funcionarios de gobierno, como Xavier Olea Muñoz, procurador del estado en 1960, partícipe entonces de la feroz represión contra manifestantes indefensos, padre de Xavier Olea Peláez que desde su cargo también de procurador de Guerrero hasta 2018, mantuvo en prisión injusta tanto a Gonzalo Molina en Chilpancingo como a Marco Antonio Suástegui y sus compañeros de la CECOP y la CRAC-PC en Acapulco, todos aún presos. La historia de México resulta por tanto, lucha de clases por la justicia plena con lo que significa el trabajo digno y el gozo de servicios públicos para garantizar la salud de todos.

Todo esto significó el gran viraje de la Asociación Cívica Guerrerense a Asociación Cívica Nacional Revolucionaria. Un manifiesto totalizador de las necesidades de la lucha popular fue dado a conocer por la revista Por Qué?, máximo recurso de difusión e información de los movimientos populares. La tradición de las asambleas, los consejos, las comisiones, las delegaciones y las organizaciones regionales, adquirieron entonces pleno sentido revolucionario. La prensa que había llamado “civicolocos” para designar con insulto la invencible decisión de vencer, tenían que dar cuenta, sin embargo, de enfrentamientos con el Ejército que llegó a desplazar 28 mil efectivos en la Montaña de Guerrero. El trabajo político que había llegado a formar estructuras de autodefensa y de apoyo logístico en comunidades y barrios, garantizaba la protección a los compañeros pero también daba lugar a operativos de tierra arrasada para aterrorizar a los campesinos pobres. Genaro se desplazaba con seguridad mientras su esposa, la maestra Consuelo, se hacía cargo de su numerosa familia y protegía a sus hijos hasta el grado de enseñar al mayor de ocho años a valerse de un pseudónimo en caso de captura, tortura e interrogatorio, cosa que ocurrió como a tantas otras familias destruidas por el solo hecho de llevar los apellidos de los comandantes sin consideración alguna a las relaciones de parentesco características de esos pueblos donde tres o cuatro apellidos identifican a la población. Sin embargo, Genaro fue capturado y encarcelado. Su escape el 22 de abril de 1968 asombró a todos por su excelente realización que probaba la posibilidad de vencer a la represión del Estado. No ocurrió lo mismo con los secuestrados para denunciar su riqueza malhabida y regresarlos a cambio de dinero y liberación de presos políticos. Reformistas de gran calibre rechazaron esta táctica sin entender que era una de tantas respuestas tácticas a la brutal represión militar y paramilitar del Estado. Brilló entonces la revista Por Qué? con las fotos de los campamentos de Genaro tomadas por el audaz fotógrafo Armando Lenin Salgado, fallecido en 2018 y registrado como autor de la foto clásica de Genaro con arma al hombro y la mirada puesta en la montaña, tal como aparece en la estatua colocada en San Luis Acatlán, Guerrero, elaborada por el escultor Alfredo López Casanova. El crédito al compañero fotógrafo queda en una placa al pie del monumento como reconocimiento a las valientes solidaridades ganadas por los Cívicos. La comandancia revolucionaria tuvo el gesto de incluir al director de Por Qué?, Mario Menéndez Rodríguez, en la lista de presos cívicos canjeables por el gerente de Coca Cola y rector de la Universidad de Guerrero, Jaime Castrejón Diez, cuando los talleres de la revista y sus oficinas habían sido destruidas y su director encarcelado. El gobierno tuvo que negociar la recepción en Cuba de los canjeados por el rico empresario universitario.

Muy enfermo de cáncer, revisado por un eminente especialista en el Centro Médico Nacional adonde llegó gracias a un cuidadoso operativo de seguridad, Genaro Vázquez en ningún momento descuidó sus obligaciones revolucionarias, pese a la captura de su esposa Consuelo y de su tortura y encarcelamiento en el Campo Militar 1, de donde salieron maltratados pero vivos a diferencia de los cientos de desaparecidos en ese centro de tortura clandestino. No era el único en la capital ni en los estados donde los cuarteles de las zonas militares fueron centros de terrorismo de Estado todavía impune.

El accidente en el que perdió la vida Genaro Vázquez de regreso del estado nativo del General Lázaro Cárdenas con quien cultivó una larga relación, fue el 2 de febrero de 1975. Vivo lo ejecutaron, vivo lo queremos y tal es el sentido de su estatua con arma al hombro y mirada en la Sierra. Nada tiene esto de monumento por la muerte, es por la vida de un proyecto nacional de organizaciones cívicas en proceso constante de politización de urgente vigencia si nos proponemos superar las diferencias que no son insalvables si nos organizamos para el largo plazo de tránsito al socialismo con el consiguiente fin del capitalismo depredador. La lucha sigue.

** “47 aniversario de la caída del profesor y Comandante Genaro Vázquez Rojas” (2019). Video disponible en:

https://www.youtube.com/watch?v=AQqPOtijuPQ