Opinión

¿Realidad o ensueño?

Francisco Javier Pizarro Chávez

El “informe” de los 100 días del gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha generado en las elites financieras, comerciales y políticas adictas al neoliberalismo, acerbas críticas.

Medios de comunicación, analistas financieros, economistas, ex presidentes de la República, partidos políticos, líderes empresariales, organizaciones civiles patrocinadas por el erario público durante décadas, están enojados y con los “pelos de punta”.

Consideran que los ejes del gobierno que ha puesto en marcha AMLO, como el de combatir la corrupción y la impunidad; fortalecer la economía nacional y el mercado interno; impulsar el bienestar social y la austeridad republicana; rescatar de las manos de las trasnacionales los hidrocarburos y la energía eléctrica, entre otros, son riesgos de hondo calado.

Aducen en complicidad con las casas de Bolsa, compañías financieras, sistema bancario y desde luego con las empresas trasnacionales, que la política de gobierno vigente es una región al antiguo modelo de desarrollo estabilizador, lo que afectaría y pondría en crisis al país.

Vaya que son cínicos y sinvergüenzas. Cínicos porque les importa un bledo el futuro de México y sinvergüenzas porque con estos adefesios tratan de ocultar sus fechorías que tienen al país en una crisis terrible en todo.

De entrada hay que destacar que el modelo neoliberal que se puso en marcha a partir del gobierno de Miguel de la Madrid hasta el de Enrique Peña Nieto, al que tanto defienden, fue un completo desastre.

La economía nacional no logró el crecimiento sostenido que tanto promocionaron. Nomás para que tengan una idea de lo ocurrido:

Con Miguel de la Madrid inició el desmantelamiento de las empresas paraestatales. De las 45 ramas económicas y 1,155 empresas que asumió al inicio de su mandato, quedaron sólo 23 ramas y 412 paraestatales.

Sus inquietudes y preocupaciones son explicables. El capital no tiene patria y quien no tiene patria, no tiene madre.

Lo que a un servidor preocupa es otra cosa. Durante su “informe de gobierno” –lo pongo entre comillas, porque no fue tal, López Obrador—, si bien como señalamos al principio, explicó cuales van a ser los ejes fundamentales de su gestión, no dejó en claro cuáles van a ser los de la 4ª Transformación.

Una cosa es establecer líneas de las políticas de gobierno que ha enunciado y otra muy distinta, cambiar el modelo económico neoliberal, el sistema político vigente, y el régimen de gobierno.

En lo que se refiere al modelo económico neoliberal lo ha cuestionado, pero no ha dicho por cuál considera que debe ser sustituido. El modelo de Desarrollo Estabilizador al que de manera indirecta ha hecho referencia, está fuera de todo contexto. La globalización de la economía mundial impulsada por las grandes potencias desde hace tres décadas, no lo permitirían de ninguna manera.

Los gobiernos de Cuba, Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia en América Latina; España, Portugal e inclusive Inglaterra en Europa lo intentaron sin resultado alguno.

El neoliberalismo disminuye el gasto público en todo lo que se puede, los impuestos de la producción se reducen mientras crecen los relacionados con el consumo (IVA); reduce la legislación proteccionista de cualquier sector económico y la mayoría de las empresas públicas se venden al sector privado.

México es un ejemplo señero de ello. En 1982 existían 1,115 empresas paraestatales. Seis años después sólo quedaban 196. Estas empresas aportaban el 18.5% del PIB y daban empleo al 10% de la población.

A partir de ahí, el Estado perdió la capacidad de decisión sobre la política económica de México.

La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, ciertamente aumentó las exportaciones, pero redujo la producción industrial a partir de eso, y con ello la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto se Redujo de 6% al 1.2 % en la actualidad, lo que incrementó en forma descomunal su deuda externa.

Las políticas sociales, particularmente las de educación y sanidad, andan por el suelo, a consecuencia de la reducción de presupuesto del Estado y, lo que es peor, 8 millones de trabajadores perciben un salario mínimo, lo cual ha incrementado en más del 50 por ciento la pobreza y extrema pobreza de la población.

La inflación, por el contrario, durante todo este período se incrementó sustantivamente, todo lo cual ha provocado la emigración de millones de mexicanos a Estados Unidos.

El sistema político de México, por su parte, ciertamente ha evolucionado. De ser un sistema hegemónico o dictadura perfecta, como lo calificó el escritor peruano Vargas Llosa, dio a partir del 2000 el salto a la alternancia del poder (que en realidad fue un cambio de emblemas y siglas de partidos con el arribo del PAN a la presidencia de la República con Fox y Calderón), y, ahora a la transición democrática, con el arribo de AMLO a la presidencia y la mayoría de Morena al Senado y la Cámara de Diputados.

El régimen presidencialista, empero, sigue siendo el mismo. AMLO al igual que sus antecesores, es jefe de Estado y jefe de Gobierno.

El régimen Republicano de antaño es hoy, un régimen oligárquico, que controlan y dirigen magnates como Carlos Slim mediante la corrupción del Poder Judicial y la burocracia federal y de las entidades federativas.

Me pregunto y pregunto a ustedes, estimados lectores: En este complejo y perverso entramado nacional e internacional socio-político y económico ¿se podrá lograr la 4ta Transformación de México que ofreció el hoy presidente de la República?

Yo creo que sí, siempre y cuando el pueblo no sólo apoye la 4ta Transformación, sino que además exija y sobretodo dirija a López Obrador.

Veremos y Diremos.