Opinión

Alvaro Cepeda Neri

Conjeturas

I.- El problema jurídico-político-democrático de nuestro sistema presidencialista y no de ahora sino desde casi siempre, y al menos desde la refundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) y el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) como: Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1946, ya como tal y sin que sus sobrevivientes manifiesten un cambio de siglas, programa y actuación electoral, son los pesos y contrapesos que de nombre tienen los tres poderes que constituyen el gobierno federal, los estados también con sus tres poderes más su división municipal; las instituciones con autonomías; los mismos partidos y las diversas organizaciones de ciudadanos. Y, sobre todo: el ejercicio de las libertades de expresión e información que como gravísimo error muchos identifican como el “cuarto poder”, siendo que en realidad debe ser un contrapoder; y en esta medida hacer su trabajo como efectivo contrapeso ante quienes ejercen funciones y facultades administrativas, judiciales y legislativas.

II.- Lo elemental de nuestra democracia y el peso político, económico y social del presidencialismo, no se ha podido quitar el sello de su origen: Antonio López de Santa Anna y que nadie ha investigado y analizado tan certeramente, como Enrique González Pedrero: País de un solo hombre: el México de Santa Anna (obra en tres tomos del Fondo de Cultura Económica y que en la actual dirección, de nombramiento lopezobradorista, inexplicablemente no se ha reimpreso). A esos pesos y contrapesos se les conocen, asimismo, como frenos y equilibrios institucionales. Estos son necesarios e indispensables en una democracia de fines republicanos, pues al llevarlos a sus últimas consecuencias colaboran a impedir la concentración de poderes en una persona o institución, como es el caso del presidencialismo que, históricamente, derivó de la monarquía y por eso tiende a personificar en el presidente la tentación de concentrar el máximo poder.

III.- Un poder que ha de relativizarse para que cada órgano maneje un mínimo y entre todos los poderes de la división y separación de los mismos, ejerzan coordinadamente esas funciones y facultades en representación de los ciudadanos, o del pueblo, como gusta de argumentar el populismo cuando éste aparece en desafío a las elites o contra los partidos que se divorcian de la sociedad en cuyo seno conviven, como Nación, los distintos pueblos que constituyen a esa sociedad. Así que no debemos los ciudadanos permitir que un presidente asuma como rey o monarca alegando que representa a quienes lo eligieron. El pueblo como tal se compone por varias fracciones de ciudadanos que integran una sociedad. Y menos dejar que ese pseudo monarca amplíe su poder presidencialista para controlar a los otros dos poderes. Es por eso que a toda costa debemos defender e impulsar los pesos y contrapesos o frenos para equilibrar a esos poderes. No permitir, otra vez, el partido único o casi único. Y combatir el santa-annismo para impedir que éste siga siendo “el país de un solo hombre”.

cepedaneri@prodigy.net.mx