Opinión

Michael Vázquez Montes de Oca

Economía Popular

La Organización de Naciones Unidas tiene como órganos fundamentales su Asamblea General y el Consejo de Seguridad. La Asamblea tiene entre sus objetivos declarados los principios de la cooperación en el mantenimiento de la paz y la seguridad; promover estudios y para fomentar la colaboración política, económica, social, cultural, educativa y sanitaria, impulsar el derecho internacional, ayudar a hacer efectivos los humanos y las libertades fundamentales; recomendar medidas para el arreglo pacífico de cualquier circunstancia que pueda perjudicar las relaciones.

El Consejo, a diferencia de otras estructuras, puede tomar decisiones y obligar a cumplirlas en caso de amenaza o quebrantamiento de la paz o acto de agresión, encargar la adopción de quehaceres colectivos, inclusive, el empleo de la fuerza armada para mantenerla o restablecerla. Está conformado por 15 países, 5 permanentes con veto, que de realizarse por alguno, evita la adopción de una propuesta (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China) y 10 temporales; los fallos requieren del voto afirmativo de al menos nueve miembros.

En ocasiones, al no haberse llegado a consenso en el Consejo, se ha actuado en forma emancipada por alguno de los integrantes (la intervención en Irak), aunque Estados Unidos también ha logrado que la ONU se involucre en otras (Irán, Corea del Norte).

Todo el mundo acepta que la estructura es defectuosa, pero no hay consenso cómo arreglarla; algunos desean que juegue un papel mayor o más práctico, otros que se reduzca a la labor humanitaria y existen numerosos llamamientos a ampliar su composición para reflejar el entorno actual y se modifique el procedimiento de elección del Secretario General.

Ya ha habido conversaciones para incrementar el número de miembros permanentes; los que han hecho demandas más fuertes son Brasil, Alemania, India y Japón (G4) que se comprometieron a respaldarse mutuamente, junto con dos africanos. Estados Unidos ha apoyado a Japón e India; Reino Unido y Francia esencialmente apuntalan la posición del G4 y China la representación de los en desarrollo y se ha opuesto firmemente a la membresía de Japón.

No existe norma que regule el tema de las sanciones, no aparece en ninguna instancia internacional y sólo se puede encontrar en el artículo 41 de su Carta, pero con el eufemismo de “medidas” y, por ello, las unilaterales son ilegales y según la observación general 8 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, cualquier restricción a otros que socaven los de los civiles, será rechazada y cesada.

Las sanciones económicas pueden tomar muchas formas, desde la congelación de activos a impedimentos y prohibiciones comerciales y de capital. Desde hace décadas, aunque más acentuadamente tras el triunfo de la revolución cubana en 1959, han sido el medio favorito norteamericano para castigar a los que pretenden ser independientes de su tutela; son más de 6 mil las impuestas a individuos, empresas y países por supuesto terrorismo, comercio de narcóticos, proliferación de armas de destrucción masiva e intimidaciones a la seguridad nacional, política exterior y economía estadounidense.

Esta última razón es la que se esgrime contra Rusia, China, Cuba y ahora Venezuela; otras se han aducido para Irán, Irak, Sudán, Afganistán, Serbia, Zimbabwe, Liberia, Siria, Bielorrusia, Congo, Líbano, Corea del Norte, Somalia, Libia, Yemen, Sudán del Sur, República Centroafricana, Burundi y Myanmar y se van incrementando cada vez. En algunos, se han empleado tras significativos reveses militares y en otros buscando el cambio de gobierno.

En la mayoría de los casos, incluyendo las que impone la Unión Europea a Rusia, son ilegítimas e ilegales, especialmente las secundarias y extraterritoriales, violatorias de los derechos humanos que dicen defender y afecta, entre otras cuestiones, al desarrollo.

Pero tras la crisis económica del capitalismo de 2008, que inició el declive de Occidente como potencia económica, se han convertido en un arma de doble filo, su efectividad depende del tamaño y capacidad del que las recibe y con frecuencia se han revertido. Los casos de Irán, China y Rusia son paradigmáticos; golpeados al imponérselas, con el tiempo han logrado un resultado contrario del esperado, los gobiernos se han reforzado más y creado mayores dificultades a Estados Unidos en su hegemonía mundial.

Algo no buscado es el serio golpe a la globalización. El Foro Económico Mundial de Davos, lleva ya cuatro años discutiendo el tema y lo dice bien claro: “a veces las sanciones pueden hacer que ese comportamiento sea aún más problemático”, las consecuencias incluyen la des globalización de las empresas, al verse obligadas a pensar si invierten en ciertos mercados en línea con las nuevas alineaciones (por temor a ser castigadas) y recoge varios ejemplos de cómo terceros se han beneficiado de esos castigos: China en el caso de las impuestos a Rusia; Rusia en el caso de las asignadas a Turquía; Turquía por el caso del gas ruso que transita por Ucrania; China y Rusia en las aplicadas a Irán.

Hoy la guerra es mucho más que una lucha militar, que no es para nada deseada por Occidente, consciente de su inferioridad cualitativa frente a China y Rusia. Estados Unidos está acelerando su preparación para una guerra clásica, que podría terminar en un conflicto nuclear, pero consciente de su debilidad, está acentuando la presión económica y diplomática sobre los que minan su hegemonía, ejercen medios económicos, tecnológicos y encubiertos para lograr su fin estratégico; es el gran enemigo de la paz mundial y una amenaza real porque posee bases militares en más de 180 territorios con posibilidades de generar una conflagración a cualquier escala.

Hay un nuevo orden mundial en marcha, que ha dado al traste con el viejo, tal como se ha visto obligada a reconocer de forma abierta la Unión Europea. La revolución tecnológica que se está viviendo, denominada por algunos Cuarta Revolución Industrial (4RI), está creando y ampliando algo que han denominado como La era de la perplejidad, donde muchos paradigmas económicos, tecnológicos, energéticos, estatales, políticos, la soberanía, la relación ciudadano-Estado, de la democracia, la vía socialista al desarrollo, los temas sociales, culturales y religiosos, al parecer se saldrán de los cánones históricos y tradicionales y surgirán nuevos modelos en cada campo y relaciones sistémicas entre ellos, donde las grandes potencias quieren imponer su patrón, a partir del dominio de la Inteligencia Artificial, la Computación Cuántica, la Big Data, la Robotización y expansión de las tecnologías del Blockchain y esto hace necesario repensar el mundo que se conoce, tarea urgente ya que, si se materializan estos procesos en los centros del capital occidental, Rusia y China, la brecha tecnológica podría convertirse en un abismo para todos aquellos retrasados hoy.

Todo este escenario se torna más interesante si se aprecia que el futuro del desarrollo, las diatribas y contradicciones del populismo a nivel mundial y otras realidades, donde se presentan antagonismos entre los modelos tecnológicos y los esquemas políticos y sociales, contradicciones cuyo tiempo de solución no son infinitos, y compiten en dinámica con los de nueva generación, la batalla por la geopolítica global cuando se anuncia que China podría superar a Estados Unidos en 2030 y la India en 2050.

La presidenta de la Asamblea General afirmó que se necesita más interconexión para tomar determinaciones para enfrentar los problemas globales y señaló que hay que recordar la carta fundacional y los tres pilares que la inspiraron: el primero, la paz y la seguridad mundial para garantizar que se viva en un mundo pacífico, sin conflictos; el segundo es el desarrollo de los pueblos (la navegación para el desarrollo sostenible contenida en la agenda 2030 con sus 17 objetivos) y en tercero la dignidad y derechos humanos. Manifestó que se está trabajando para articularlos y lograr lo que todos quieren: que las personas vivan en armonía, con dignidad y que puedan satisfacer sus necesidades básicas, suena fácil pero difícil de realizar por las grandes injusticias y para ello sirve la ONU, como centro del sistema multilateral.

La agenda 2030 fue una suerte de nuevo pacto para avanzar de manera colectiva en un esfuerzo común, principalmente para erradicar la pobreza y la desigualdad; garantizar el acceso al agua y saneamiento, estar bien alimentada, bien cuidada, con buenos sistemas de salud pública y para combatir el cambio climático.

Hay demasiados pobres en el mundo, el trabajo emprendido por los derechos de las mujeres y su participación política, por la igualdad de géneros, el combate abierto contra todas las formas de violencia que atenten contra la dignidad, es una gran cruzada, ninguna sociedad podrá ser justa, equitativa, pacífica, sostenible, si deja parte de la población fuera. por lo que la labor de la ONU es más importante que nunca, la voluntad y la decisión de los países tiene que estar en primera fila.

América Latina y el Caribe tienen mucha potencia y capacidad, es una región muy prometedora. Son sociedades diversas y ricas, con muchas posibilidades para el futuro y es más lo que los une que separa, se atraviesa por una situación bastante compleja y hay dejar de lado las cosas que dañan y agruparse, fortalecer los mecanismos de integración regional que costaron tanto, como, por ejemplo, la CELAC, lo importante es llegar a los puntos de encuentro, establecer el común denominador, tolerancia, capacidad de aceptar los disensos para convivir y construir juntos.

Las sanciones unilaterales contravienen los principios del Derecho internacional y es evidente respecto al bloqueo a Cuba. La última votación de la Asamblea no fue diferente, a pesar del intento de introducir ciertas enmiendas a la resolución original que no fueron aceptadas y fue condenado en forma prácticamente unánime, como expresión fuerte y potente de la comunidad que está diciendo: hay que respetarlos.

El gobierno de Trump ha declarado públicamente que su estrategia es Estados Unidos primero, que debe volver a ser grande y poderoso y que para ello adoptará lo que corresponda, aunque tenga que ser en solitario y la activación de la Doctrina Monroe y tantas otras acciones unilaterales demuestra que actuará sólo y por encima del derecho internacional cuando lo estime conveniente; así ha sido en toda su historia, sobre todo a partir del ataque a las Torres Gemelas, que le dio el pretexto para su actuación; la supuesta lucha contra el terrorismo y la necesidad de afianzar su supremacía en lo militar, económico y político.

Y, ante todo esto, ¿cómo queda la ONU? Trump ha manifestado su concepto de la ineficacia del multilateralismo, no acata ni le interesan sus resoluciones y chantajea con extinguirla fácilmente, dejando de pagar su participación en el presupuesto, de la cual es su principal sostén. ¿Desaparecerá? ¿Será del dominio absoluto de los Estados Unidos su futuro? La respuesta está en manos de los gobiernos que la componen y su capacidad para seguir un camino de cooperación.

Al final se verá como queda la recomposición del Mundo según las fuerzas que se mueven en este momento en la geopolítica global y esperar que se haga realidad la afirmación de que un mundo mejor es posible y que una ONU reformada contribuya a ello.