Jorge Lara Rivera
Han pasado 6 años luego de que la llamada “Revolución de los Jazmines” en Túnez causó el fin del gobierno de Zine el Abidine Ben Alí instaurado desde 1987. Su contagio al cual se conoce como “La primavera árabe” levantaría una ola civil democratizadora desde el Norte de Africa hasta abarcar la península arábiga y que se alargó hasta 2013 cimbrando el Oriente Próximo. Entre sus efectos está que arrasó con los 30 años en el poder de Hosni Mubarak en Egipto. Fulminó sangrientamente la prolongada depredación –42 años– de Muhamar Gadafi en Libia; terminó con 21 años de la presidencia de Ali Abdullah Saleh en Yemen, el más pobre país del mundo que se abismó en una guerra civil facciosa quedando hoy a merced de la hambruna; provocó que Qabus bin Said al Said, sultán de Omán, así como el rey Hamad bin Isa Al Jalifa, de Bahrein, cedieran poder a los parlamentos de sus países y se comprometieran a mejorar las condiciones de vida de sus pueblos; que en Jordania el primer ministro Samir Rifai fuera cesado y desató la cruenta guerra civil en Siria contra el gobierno, de ya 16 años, de Bashar Al Assad –hijo del sanguinario Hafez Assad–, cuyos rescoldos mantienen en suspenso la seguridad del área. Y que obligó a temperar 12 años de control de Abdelaziz Bouteflika en Argelia.
Precisamente el anuncio de Boutefilka de presentar su candidatura para un quinto mandato, luego de 20 años en el cargo, provocó una serie de protestas que se prolongaron 6 semanas causando una crisis social que ha tenido, por el momento, un favorable desenlace. En ése y la aceleración de su proceso cupo gran responsabilidad al poderoso Gral. Ahmed Gaid Salah, jefe del ejército, legitimando aquéllas y exigiendo la renuncia del decaído presidente.
Y es que Bouteflika ha tenido largas ausencias en su gobierno a causa de su precaria salud, al punto de no haber pronunciado ningún discurso en 5 años, dejando el ejercicio cotidiano de las funciones del gobierno en sus subalternos. Ni siquiera estaba en Argelia, sino en un hospital del extranjero, cuando arreciaron las protestas. El propio 2 de abril el presidente Bouteflika firmó su renuncia a la presidencia la cual quedará provisionalmente en manos de Abdelkadar Bensalah.
El anuncio causó júbilo y que la gente se volcara a las calles para celebrar la salida del dictador. Abdelkadar Bensalah es un veterano político colaborador suyo quien ha transitado por diversos cargos en el régimen concluido y tendrá a su cargo organizar elecciones para un pueblo impaciente y altamente politizado.
Así, si las modificaciones políticas son sólo cosméticas o no tienen el alcance que el pueblo argelino reclama y, merced a ardides de la clase gobernante, se opta por la continuidad del viejo régimen son previsibles nuevos movimientos reivindicatorios en ese país. “El presidente tiene que irse, el gobierno debe renunciar y la Asamblea Nacional disolverse” coreaban estos días mientras crecía la inconformidad. Y los argelinos exigen un nuevo liderazgo que rescate al país y a la quebrantada economía nacional entrampados tras la caída de los precios internacionales del petróleo en 2015.