Opinión

La bravata de Palacio Nacional

Darío Ramírez

Siempre me he negado a la fácil comparación entre Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador. La simplificación del análisis de sus personalidades abonaba más a la confusión que a la información útil para entender la realidad.

El paso de los meses me ha hecho detenerme a mi animadversión de la comparación. Y es porque más que conocer a Trump vamos conociendo rasgos de personalidad de AMLO en el poder. Hace unos meses, durante su toma de posesión, López Obrador afirmaba que quería ser un buen Presidente para todos los mexicanos. Aseguró que gobernaría con todas las fuerzas políticas (a pesar de no tener que hacerlo debido a su abrumadora mayoría y popularidad).

Esas palabras e intenciones son contradictorias con la bravuconería del Presidente Obrador de mandar los mismos doce candidatos a la Comisión Reguladora de Energía (CRE) los cuales –no sólo ya fueron rechazados por el Senado–, sino que hicieron un ridículo público por su ignorancia y capacidad profesional para el encargo.

¿Qué gana AMLO con mandar a los mismos apestados candidatos? ¿Es acaso una muestra de poder. ¿Y si sí lo es para quién va el mensaje? Me rehuso a pensar que en su arsenal de colaboradores y aliados, no hay doce personas que comulguen con su visión pero que tengan las tablas profesionales para no sólo no hacer el ridículo, sino llevar acabo su encargo de manera exitosa.

La defensa pública de la terna de AMLO es insuficiente. Defender “sus capacidades técnicas” solamente versa en la terquedad presidencial. El trasfondo de debilitar la CRE con personajes siniestros como los presentados es debilitar órganos autónomos que fueron creados bajo la reforma energética. De ser cierta esta estrategia López Obrador se envuelve en un problema innecesario.

No se descalifica que AMLO tenga una idea clara sobre la administración pública en relación con el sector energético. Sin embargo, parecería que por momentos López Obrador padece la dificultad de reconocerse en el ejercicio del poder y reconocer que ya no está en esa conocida oposición.

*Al cierre de este texto ya se conocía la noticia que el Senado rechazó la incompetente terna. ¿Qué busca AMLO con eso? *

Es cierto que la nueva administración pública federal tiene nuevas prioridades, objetivos y formas de hacer política. Todavía es temprano para reconocer su éxito o fracaso de la nueva manera de hacer política. Pero debemos de estar claro que muchas cosas ya cambiaron.

Estudios sobre corrupción han demostrado que es en el gasto gubernamental a través de contrataciones públicas donde se gestan los mayores desvíos de recursos. Según, María Amparo Casar y Leonardo Lugo, “No hablamos de unos cuantos pesos, sino de una cifra que ronda, para 2018, los 900 mil millones de pesos, que equivalen a 17 por ciento del presupuesto y casi 4 por ciento del PIB y que para 2019 se planifica que serán alrededor de 1,016 millones.”

Continúan Casar y Lugo: “Mientras Calderón adjudicó de manera directa en su último año de gobierno casi el 67.7 por ciento de los contratos, Peña Nieto lo hizo en el 76.2 por ciento de los casos y López Obrador, de enero a marzo, ha recurrido a este método excepcional en 74.3 por ciento de los casos (invitación restringida 7.4 por ciento y licitación pública 18.3 por ciento). El patrón de conducta de los gobiernos del PAN, PRI, y ahora Morena, sigue siendo el mismo. La historia varía un poco si se toman los montos de los contratos, pero “el uso y la costumbre” de utilizar la adjudicación directa sigue siendo la norma más que la excepción“.

Y el texto remata señalando que la Secretaría de la Función Pública -encargada de la vigilancia y combate a la corrupción- de sus 388 contratos otorgados en 2019, el 100 por ciento los ha dado por adjudicación directa. La secretaria Irma Eréndira Sandoval aún no da una explicación al respecto.

No es ilegal usar la figura lega de adjudicación directa. Sin embargo, sin una justificación de porqué se otorga el contrato de dicha manera, por decir lo menos, levanta muchos cuestionamientos sobre posible corrupción.

Andrés Manuel López Obrador debería diferenciarse de manera contundente de prácticas nocivas de sexenios anteriores. Lo hace en algunas cosas, pero en otras sigue los mismos patrones que él mismo criticaba como oposición.

Dentro de todos los desaciertos de AMLO hay un elemento en el horizonte político que le permite sobrevivir a realizar actos tan inverosímiles como: discutir la política exterior en relación con Trump y sus amenazas de cerrar la frontera en un mitin a mano alzada sobre qué posición debía tomar México. Dicho elemento es la ausencia total de una oposición política real, efectiva y creíble en el contexto político.

Mientras más se desdibujen el PAN y el PRI, más poder tendrá Morena. Y con ello, menos contrapesos y opciones políticas para la ciudadanía. El desfondo de los partidos tradicionales le da a Morena un bono de actuación sin contrapesos importantes. La oposición debe de alejarse de la fobia al lopezobradorismo, máxime cuando el Presidente tiene más de 70 por ciento de aprobación.

Señalar que AMLO cometió un error al mandar nuevamente a los mismos ignorantes como candidatos a la CRE, o que su gobierno está adjudicando de manera directa (contrario a recomendaciones internacionales) son señales que son discordantes con el discurso presidencial del 1 de diciembre. ¿A cuál personaje nos tendremos que acostumbrar? Ojalá que sea a ese estadista que se vislumbró a finales de año.

@dariomrs

(SIN EMBARGO.MX)