León García Soler
El 2 de abril pasó de noche. El vuelco y la prisa de los de la Cuarta Transformación los hizo guardar sorprendente silencio. Ni una palabra sobre la victoria militar del señor Don Porfirio. Pero mientras los maestros de la Coordinadora tomaban las calles y sus dirigentes declaraban que están dispuestos a pasar todo el sexenio en resistencia a la reforma de la reforma educativa. Porque no fue derogación. Mucho menos el borrón y cuenta nueva para que no quedara “ni una coma” de la reforma del pacto peñista. Esto último, según la inmarcesible frase del conductor Delgado de la mayoritaria bancada de diputados.
Tiempos aquellos en que Dios era omnipotente y el vencedor del 2 de abril era Presidente. Claro que a pesar de los años en el poder, Porfirio se iría al exilio en Francia, ajeno a haber sido únicamente una larga coma; pausa al apostolado de Francisco I. Madero, el golpe de estado de Huerta y la Revolución Constitucionalista que más de un siglo después sería Transformación Tercera, en vías a la Cuarta que en estas fechas estrena Guardia Nacional al mando de “un militar en activo”. Mando confirmado por Andrés Manuel López Obrador en Jalisco y luego ante el ombudsman de nuestros derechos humanos: “Debía ser un militar el comandante, el jefe de la Guardia Nacional, porque vamos a contar con el apoyo del Ejército.”
Y para añadir dudas a los infundados temores, diría el señor Presidente de la República: “Estoy hablando de una reconversión en el Ejército”: Militar en activo. A pesar de que la reforma constitucional que creó la Guardia Nacional con el voto unánime en ambas Cámaras del Congreso de la Unión y en las treinta y dos entidades de la federación, para mostrar el músculo aunque bastaban diecisiete de las treinta y dos, otorga facultades al Presidente, precisa que al frente de la corporación podrá poner a un militar, “siempre y cuando esté en retiro o licencia”. Claro como el lodo. Todo se arregla con la incontestable confianza del pueblo sabio y bueno.
El martes recibirá López Obrador a Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Visita oficial a México: la firma de un convenio para la formación y capacitación de la Guardia Nacional; así como reunirse con organizaciones de la sociedad civil con las que hablaría de mecanismos para prevenir abusos y brindar protección a mujeres y grupos en situación de vulnerabilidad. Diplomacia de una hija de militar perseguido y asesinado por las fuerzas golpistas de Pinochet, de la mujer que volvió del destierro y alcanzó la Presidencia de la República de Chile, de la tierra de Salvador Allende. Momentos de esperanzas, de primavera democrática que volvería a abrir las anchas alamedas al pueblo víctima del golpe militar.
Hoy exhibimos en México los uniformes de la Guardia Nacional, la afortunadamente no bautizada Guardia Civil, para no sembrar el miedo y el luto con el recuerdo de los tricornios de la Falange, del fascismo franquista, De los que dijera García Lorca: “Tienen, por eso no lloran/ de plomo las calaveras.” Pasó la primavera en el Sur de la América nuestra. Y queda apenas el amargo rastro de Lula en la cárcel, mientras Bolsonaro, el capitán neonazi ofrece sus servicios a Donald Trump en Washington. Y antes de volver a Brasil se reúne en con Netanyahu y alienta la posesión israelí de los Altos del Golán. Con Siria en ruinas.
En México, Marcelo Ebrard hace labores de relaciones públicas. Y el Presidente López Obrador cena con Jared Kushner, yerno del desaforado Trump, en la casa de Bernardo Gómez. Asistió el encargado de negocios de la embajada de Estados Unidos en México, John Creamer. Ahí estuvo también Alfonso de Angoitia, CEO de Televisa, según informó a la prensa Marcelo Ebrard. De la ausencia de Marta Barcena, la embajadora de México en Washington, ni una palabra. Después del encuentro social, político y seguramente de negocios, Andrés Manuel López Obrador diría, seguro de sí mismo; de la aprobación popular en las encuestas y los diálogos mañaneros a contrapelo de los de Platón: Nadie duda de mí. Nadie desconfía. Todos saben que soy incorruptible.
Ni hablar de Robespierre. El patán Trump inició su campaña de reelección en cuanto el Departamento de Justicia presentó el reducido resumen del informe de Robert Mueller. 101 palabras de las más de 300 páginas de ese informe hizo públicas William Barr, del Departamento de Justicia. Y de inmediato, Trump gritó que había sido “exonerado”. De ahí a la voz de alarma por la invasión de migrantes y los millones de toneladas de narcóticos que asegura cruzan la frontera con México. Paz y amor: “Está en su derecho”, diría López Obrador. Que el zorro sabe muchas cosas y el tejón sólo una, dicen los británicos. Ni Esopo, ni Calleja podrían descifrar el diálogo del zorro y el tejón. Inagotable narrador uno, tartajeante el otro. Ambos saben muchas cosas y ambos las expresan sin cesar en su constante caminar de mitin en mitin.
Trump lleva la ventaja de los tuits escritos al amparo de la noche; y ha impuesto al mundo entero la visión de las “verdades alternativas”. Miente y se desmiente en un frenesí de locura que desde las alturas del imperio ha obligado a llevar la cuenta de sus mentiras y a no caer en la trampa del gesticulador. La opinión puede ser verdad o mentira, pero los hechos son simple y llanamente hechos. El envilecimiento del discurso político, del lenguaje mismo, ha venido a ensombrecer la vida parlamentaria en los albores de lo que insisten en llamar la Cuarta Transformación. Y las instituciones, las normas establecidas, son ahora pretexto para imponer el verdadero cambio que por fin ha llegado a México. Con “la única elección democrática y legítima de la Historia”, proclaman.
Después del espectáculo carpero de la elección de los cuatro candidatos a integrantes de la Comisión Reguladora de Energía, hubo celebración del doble sentido, del albur lépero como oratoria y el infaltable recurso de solicitar el amparo judicial ante el galimatías malicioso del envío de la misma lista no aprobada, con los mismos nombres en distintos cuadros del tablero: Jaque mate. Andrés Manuel López Obrador no únicamente se valió de la maniobra sino que enalteció el rechazo de la oposición que dos veces le devolvió al titular del Ejecutivo su propuesta. Nunca antes vieran los mexicanos proeza tal; nunca antes hubo legisladores que no aprobaran dos veces consecutivas una propuesta o iniciativa presidencial.
Lázaro Cárdenas y Ruffo Figueroa insistieron más de media docena de veces en que se aprobara la iniciativa del Estatuto Jurídico. Y ese ir y venir se produjo en la segunda legislatura del sexenio cardenista. Puro representante del que embarcó al general Calles en un avión con destino al otro lado. Y seis veces le fue devuelta la iniciativa. Así son las cosas del cambio soñado, alcanzado al ver a su candidato vencer abrumadoramente a los improvisados candidatos de los partidos dominantes del sistema plural despreciado por los mexicanos que creyeron llegado el milagro del sufragio efectivo al pasar mansamente la estafeta Ernesto Zedillo a Vicente Fox.
Hoy, al declarar el inicio de la nueva era, los seguidores de AMLO, sea cual fuere su partido de origen, o sean fieles del movimiento social de un solo hombre, parroquianos de Morena, milagro de la tozudez y empeño del que persiguió el poder a lo largo del vuelco finisecular y tres lustros del tercer milenio, reclaman la primacía y autoría de cada paso que dan por las veredas abiertas por otros.
Ricardo Monreal, político de continuidad sorprendente y capaz de sobrevivir a cada cambio de bandería, partido o fe manifiesta en la llegada del Mesías, ha sabido capitalizar esa condición en el liderazgo de la bancada senatorial de Morena. Ni la burda embestida de la señora Ibáñez, quien es hoy la lideresa Yedkol Polevinski, ha podido bajar del caballo de hacienda al de Zacatecas. Y Monreal desayuna chilaquiles en el despacho presidencial donde los huertistas tuvieron presos a Madero y Pino Suárez. Y ante la capacidad inesperada de la Suprema Corte en la defensa de la separación de poderes, empezando por el del Poder Judicial, Monreal propone incrementar el número de ministros de once a dieciocho. Y crear una sala dedicada al combate a la corrupción- Y derivados.
Nunca antes, repetirán los guadalupanos. Pero con Trump a la puerta y López Obrador dispuesto a reducir el número de magistrados, porque del presupuesto “ya no le llegaba nada al pueblo”, el senador Monreal tendrá que acordarse del total de magistrados a los que despidió de un solo golpe Ernesto Zedillo. Quien de paso dejó al gobierno de la República con únicamente dos de sus tres poderes. Si eso no fue golpe, sí hubo temporada breve, pero inaceptable, de régimen inconstitucional.
Donald Trump dice que ya colabora nuestro gobierno con su programa de férreo control migratorio. Que ya México arresta a un gran número, “aprehends” dice. Y mientras llegan miles por el Sur nadie se quiere acordar del infame tren llamado “La Bestia” y los miles de migrantes montados en él.