Opinión

Guillermo Fabela QuiñonesApuntes

La tecnocracia neoliberal llevó al país a una crisis estructural de la que sólo se podrá salir cambiando el modelo económico. Lamentablemente no será fácil, porque el mundo está cosechando las malas semillas sembradas en más de tres décadas en que se favoreció la gigantesca acumulación de capital en los grandes centros de poder financiero global. México fue un paradigma de los efectos nocivos de haber puesto fin al Estado de bienestar que permitió superar los estragos de la Segunda Guerra Mundial.

Llevamos más de tres décadas de nulo crecimiento real, lapso en el que se agudizaron los problemas sociales como en ningún otro país latinoamericano. Alcanzamos el primer lugar en lo que se refiere a salarios bajos, la desigualdad se aceleró junto con la violencia y la inseguridad; la corrupción se volvió política de Estado y el mercado interno se contrajo a niveles dramáticos afectando todo el entorno económico. Se desmanteló la economía estatal que fue el motor del desarrollo en los años del llamado “Milagro Económico”.

Esa fue su misión y la cumplieron con creces, como ahora lo reconoce uno de los principales responsables de la catástrofe, el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), José Angel Gurría, a quien popularmente se bautizó como el “Angel de la dependencia”. En la presentación del Estudio Económico de México, formulado por el organismo, vino a ofrecer recetas que cuando fue secretario de Hacienda no observó sino todo lo contrario.

Afirmó que Pemex es la empresa de su tipo más endeudada del mundo y reconoció: “Es resultado de la política fiscal que siguió la Federación a lo largo de todas estas décadas y ahí me incluyó yo como responsable. Le quitábamos hasta 70 por ciento de los ingresos brutos, no de las utilidades. Le creábamos a Pemex un agujero artificial, una pérdida artificial, obligábamos a la empresa a que lo cubriera con deuda y se llegó a 100 mil millones de dólares”.

Pero ahora puntualiza que Pemex “debe ser fuente de estabilidad para el país y no de vulnerabilidad”, por lo que propuso utilizar el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios, los cuales ascienden actualmente a 15 mil millones de dólares, para que la empresa reduzca su débito y se evite el riesgo de pagar intereses cada vez más altos. Lástima que no lo haya visto así la cúpula tecnocrática desde el sexenio de Miguel de la Madrid, cuando llegaron para destruir la economía keynesiana que favoreció el crecimiento del país y la estabilidad política.

El desmantelamiento de Pemex y su abultadísima deuda fue una estrategia fundamental para acabar con la viabilidad de México como nación con futuro. En seis sexenios lograron con creces su objetivo, y ahora Gurría viene a darnos recomendaciones que no se siguieron cuando era el momento de hacerlo, cuando la petrolera estatal más importante de América Latina tenía enormes posibilidades de ser el motor del desarrollo industrial de nuestra nación.

Ahora será muy cuesta arriba que recupere su fortaleza, menos aún si el gobierno actual no tira el lastre que obstaculiza un crecimiento real: el neoliberalismo. Pero deberá hacerlo con hechos concretos, sin temor a las consecuencias previsibles, pues las derivadas de continuar por el mismo camino serían mucho más peliagudas y terribles para todos los mexicanos.

guillermo.favela@hotmail.com

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