Francisco RodríguezIndice Político
Con un manejo político inusual, Stefan Löfven se ha reelegido como primer ministro sueco. De extracción sindicalista, Löfven es soldador en los astilleros nórdicos y ha dado el ejemplo a los profesores de ciencia política de la Universidad de Gotemburgo para sostener que el nivel de formación no tiene que ver con la mediocridad de los políticos.
Y ha puesto la pica en Flandes, porque en todos los casos las habilidades para ser político no tienen que ser las mismas que las requeridas para el ámbito académico. En el rancho grande siempre se ha pensado que sí, y se ha llegado al extremo de depositar los poderes en quienes presumen de lauros ajenos.
Robert Lansing, el secretario de Estado de Woodrow Wilson, lo resumió en aquella famosa carta: “tenemos que abandonar la idea de poner en la Presidencia mexicana a un ciudadano estadounidense, ya que eso llevaría otra vez a la guerra... debemos abrir a los jóvenes ambiciosos las puertas de nuestras universidades…
... y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto al liderazgo de los Estados Unidos... México necesitará administradores competentes...”. Con el paso del tiempo se comprobó que hasta la educación sobraba. Los juniors mexicanos eran cooptados sin necesidad de asistir a clases. Y así nos fue.
En el mundo de las apariencias la verdad se ha
resuelto con la simulación
La farsantocracia construida aquí en estas tierras no ha tenido límites. El gobierno, en todos sus niveles, se atiborró de pandillas de mediocres que han sido la vergüenza mundial. La política de los mediocres y simuladores es la historia de un crimen, del asesinato de la realidad, escribió Jean Baudrillard, el célebre filósofo y sociólogo francés.
En el mundo de las apariencias la verdad se ha resuelto con la simulación. El simulador político define lo verdadero y lo falso, lo irreal y lo real, el sentido desafortunado de todos los empeños serios por progresar o por siquiera exigir que se actúe con mínimo decoro...
... tal vez con elemental sentido de la proporción, que se apegue a cualquier guión más o menos bien estructurado. La simulación política es el tipo de sustitución, de impostura, que rompe todas las reglas de lo permisible entre la sociedad y sus dirigentes.
Personajes despojados de cualquier atributo,
catapultados por EU al ejercicio del poder
El embaucador, el charlatán, el defraudador y el farsante es aquel que actúa sobre las masas inermes, indefensas o apáticas.
La mediocridad está asociada a los mercachifles de este corte. No se requiere gran talento, ni cierta condición moral, ni sabiduría trivial, muchísimo menos compromiso. Todo eso puede convertirse en obstáculo para su gran misión que es complicitarse con otros iguales que ellos.
Personajes despojados de cualquier atributo, dedicados a la pretensión obtusa de la dominación absoluta, catapultados por los Estados Unidos a las cumbres del poder, cuando son puestos a prueba en las altas atmósferas se desencadena algo fisiológico, convirtiendo en obsesión el deseo de dominio, la obsesión de robar y de matar.
La disposición compulsiva del anodino, del mentecato al poder por sí mismo, a la dominación compulsiva, lo aleja de los mortales y lo acerca a los dioses: la persona ha cambiado. Cuando se produce esa complacencia enfermiza por el deseo de poder es que se ha incubado al nuevo prócer.
México es el mejor ejemplo de la farsantocracia
de los mediocres amaestrados en EU
El actual rechazo y hasta odio de los ciudadanos a los políticos es la consecuencia directa de la dictadura de los mediocres. A pesar de la ayuda que reciben de la mayoría de los medios de comunicación, cómplices de la mediocridad, a cambio de publicidad y dinero...
... la gente percibe que está siendo gobernada por personas sin valores, por tipos vulgares, sin ética ni grandeza, que siempre anteponen sus intereses al bien común. Quinientos mil millones de pesos en impuestos devueltos a empresarios favoritos del pripanismo... Las plataformas petroleras, vendidas a mentecatos que se dijeron políticos, y así hasta la exageración.
México es el mejor ejemplo de la farsantocracia de los mediocres, amaestrados en Estados Unidos. No hay ni puede haber otro país que nos supere en éste y otros renglones de abyección, pues nos inocularon con un bicho difícil de destruir: la creencia en la buena fe de los patricios empoderados por un agente extraño que era difícil de intuir.
El mediocre farsante se hizo millonario, éste se convirtió en asesino, y éste se complicitó con narcotraficantes de la misma calaña para formar una mancuerna en el peor de los mundos posibles. Y los mexicanos seguimos añorándolos, como si ya no hubiéramos tenido suficiente de esa amarga medicina.
La vida acomodaticia del farsante es vil y cobarde. Siempre intenta opacar desesperadamente toda acción noble. Su ambición de poder es una mala hierba que sólo crece en el solar abandonado de una mente vacía. Es el retrato de los investidos con los más altos cargos de un sistema corrupto como el mexicano.
No a farsantes y mediocres, tienen rutinas en
el cerebro y perjuicios en el corazón
Por el ADN de la clase política gobernante corren los fluidos de la corrupción y de la ignorancia, de la supina mediocridad, la que les acerca al dinero, al poder desmedido y a los caprichatos al gusto. Cada vez producimos más comaladas de millonarios que las anteriores marcas registradas.
Ellos ansían las mieles del poder, aunque nunca lleguen a saber qué es y para qué sirve, excepto para enriquecerse bestialmente, aunque dejen al país en la cuarta pregunta. Por eso tampoco entienden que entre nosotros…
... pueda haber idealistas que sientan el aire fresco de la libertad en la calle, entre la gente, y no encerrados entre cuatro paredes, tramando qué se llevan, a quién asaltan.
Tenemos que cerrarles las puertas a farsantes y mediocres que sólo tienen inyectadas desde el imperio rutinas en el cerebro y perjuicios en el corazón.
¿No cree usted?
Indice Flamígero: Los mediocres charlatanes que hemos padecido en fechas recientes nos muestran hoy de qué están hechos, cuál es su verdadera calaña. Emilio Lozoya Austin, a través de su abogado defensor, acusa a Luis Videgaray de una trama en la que presuntamente es víctima. Cobardemente, Videgaray no dice ni pío. Todos están implicados en la corrupción que, como nunca, reinó el sexenio pasado. Todos los involucrados tienen grados y entorchados obtenidos en instituciones de educación superior de Estados Unidos, donde los (mal) amaestraron.
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