Opinión

Por Jorge Lara Rivera

La embestida propagandística contra el gobierno constitucional de la República Bolivariana de Venezuela es tan burda, grotesca y banal que hasta al mostacho de su presidente, Nicolás Maduro Moros, le pone atención con tal de hacerlo blanco de críticas y pretexto para agredir a su régimen.

Así, con motivo de la aparición televisiva del mandatario en cadena nacional en el aniversario del natalicio del libertador Simón Bolívar, se desataron ‘sesudas’ especulaciones tratando de explicar su mal afeitado en que se le pasó la mano tratando de dar forma a su pronunciado bigote, destacando que apareció canoso, las canas que mostraba, hirsuto o manchado de comida buscando atribuirlo a lo atribulado que, suponen, se siente ante la crisis que afronta su administración a causa de los sabotajes a la infraestructura eléctrica del país que lesionan y precarizan el suministro hídrico de la población –los ataques digitales e infoeléctricos de mayo denunciados por Caracas dejaron de ser fantasías risibles tras los mega apagones en Argentina y Uruguay que también afectaron a Chile, Brasil y Paraguay, y tras constatarse el desarrollo de este armamento por Rusia y Estados Unidos, sobre todo por su uso prolijo en la zona caliente de los intercambios entre Irán y Estados Unidos del Estrecho de Ormuz, que llevó a Washington a abortar su ‘represalia’ por miedo a que la república islámica dejara inservibles aviones, barcos y baterías ‘patriot’ desplegadas por la Casa Blanca en el área–, las acciones desestabilizadoras de la oposición patrocinada desde el extranjero por potencias injerencistas de Norteamérica y Europa ansiosas de apoderarse de sus recursos naturales, despojos de oro tanto por el gobierno estadounidense como por el Banco de Inglaterra, y golpeteo a su sistema financiero, y las 76 provocaciones de la aviación estadounidense violando el espacio aéreo venezolano surtieran efecto, al menos en el vello facial del suramericano. Precisamente fue Jorge Rodríguez, ministro de Comunicación e Información, quien relacionó el masivo apagón registrado el 22 de julio en la ciudad capital, Caracas, y las provincias venezolanas a la presencia en horas previas de un avión espía estadounidense “especialista en interceptaciones electrónicas, batallas electrónicas y ciberataques” en las inmediaciones del espacio de información exclusiva de Maiquetía.

Así el gobierno caraqueño denunció que 1 par de aeronaves EP-30 de EE.UU. ingresaron el 19 y el 21 en la zona de región de comunicación de vuelo de Maiquetía. El primero fue interceptado por cazas de fabricación rusa de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana causando que, melodramático, el Comando Sur estadounidense se quejara porque “pusieron en peligro” a sus aviones y pilotos. La experiencia de los apagones totales no es nueva en el país. Atribuida por opositores entreguistas a la falta de mantenimiento, ineptitud y corrupción de la burocracia chavista, y a los ciberataques del Pentágono en apoyo a su títere Juan Guaidó por las autoridades de la república bolivariana, en lo que va del año se han multiplicado. El previo se prolongó 1 semana (deje usted el problema de los alimentos –escasos por otra parte a causa del desabasto– en el refrigerador, piense en los embotellamientos del tránsito y los accidentes por la falta de semáforos, la inseguridad en las calles al anochecer, la suspensión de servicios elementales como el agua y la atención en zonas críticas de hospitales, etc.), mientras que el último paralizó a casi todo el país por 7 horas.

Entre tanto y en ese lenguaje tabernario con que se expresa, Donald Trump amenaza de nuevo a su homólogo venezolano con llevarlo ante los tribunales internacionales por delitos de lesa humanidad, al tiempo que continúa tratando de asfixiar al país imponiendo boicots, embargos, congelamiento de activos, suplantación de representantes nacionales y nuevas sanciones contra militares de alta graduación del Ejército de Venezuela.