Cristóbal León Campos*
Siempre crítico y comprometido, el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein ha fallecido, vivió de 1930 al 2019, y deja un legado controvertido y renovador de las Ciencias Sociales. Wallerstein es uno de los grandes pensadores de las últimas décadas, fue distinguido alumno del intelectual Fernand Braudel, catedrático de diversas universidades en el mundo, director del Centro Fernand Braudel de la Universidad Estatal de Nueva Cork, en Binghamton, y presidente por varios años de la Sociedad Internacional de Sociología. Su legado intelectual incluye la publicación de obras fundamentales para la comprensión del mundo actual, su crítica y superación, pues Wallerstein fue un importante analista del capitalismo, de la llamada globalización o mundialización y de las Ciencias Sociales, por las cuales bregó para su renovación conceptual y su replanteamiento ante las necesidades latentes en las sociedades oprimidas. Dialogó abiertamente con la obra de Carlos Marx, de quien también fue crítico pero no en el sentido reaccionario para negarlo y encontrar un lugar en los curules sagrados de la academia, sino que puso en tela de juicio los conceptos fundamentales de la obra marxista, con el propósito de actualizar las reflexiones sobre el capitalismo y las formas posibles de superación de los males generados por dicho sistema. Wallerstein fue, sin duda, un intelectual comprometido con la transformación y la construcción de un mundo mejor donde “quepan todos los mundos”.
Ese compromiso intelectual que marcó toda su vida, lo llevó a plantear la necesidad de Impensar las Ciencias Sociales, título de una de sus obras, en la que menciona que: “Gran parte de las ciencias sociales del siglo XIX se repiensa constantemente en la forma de hipótesis específicas. Sin embargo, además de repensar, creo que necesitamos “impensarlas” debido a que muchas de sus suposiciones -engañosas y constrictivas, desde mi punto de vista están demasiado arraigadas en nuestra mentalidad”. A lo largo de su trayectoria, sostuvo interesantes debates con académicos de diversas corrientes, gobiernos, movimientos sociales e intelectuales de izquierda y derecha, defendiendo su perspectiva del Análisis de los Sistemas-Mundo (Word-Systems Analysis), que presentara en cuatro volúmenes, en los que estableció diferencias categóricas entre lo que llamaría “centro” y “periferia”, para distinguir los lugares ocupados por naciones y regiones en el desarrollo histórico del capitalismo. Esta gran obra, que constituye su mayor legado, desde los años 1970, viene generando debates y reinterpretaciones del acontecer sistémico.
Sus estudios los inició enfocado en temas poco tratados para la época, como lo fueron su acercamiento a la realidad africana, sus postulados sobre la relación clase, raza y nación, o sus análisis en torno al desarrollo de los Estados Unidos como una potencia en franca decadencia, además, como parte de su Análisis de los Sistemas-Mundo, elaboró importantes contribuciones a lo que hoy conocemos como geopolítica y sobre los estudios económicos contemporáneos. Consideró y practicó, en muchos momentos, un examen detallado de la Historia Inmediata, sumando esta perspectiva a la línea histórica que trazó en toda su obra sobre el desarrollo del capitalismo para comprender mejor lo que llamó “crisis terminal” al referirse, de manera particular, al Imperio de los Estados Unidos y al sistema en sí.
Como producto de la raíz de los Análisis de los Sistemas-Mundo, desarrolló el término “movimientos anstisistémicos”, con el objetivo de plantear una forma de expresión que incluyera en un solo grupo aquellos movimientos sociales que históricamente han sido de gran importancia, pero que han estado enfrentados en la mayoría de las ocasiones por sus objetivos y proyectos alternativos a la dominación burguesa o extranjera: los movimientos nacionalistas y los socialistas. Ambos movimientos al llegar al poder –a decir de Wallerstein- combinaron factores como la burocratización, la excesiva verticalidad, el desapego en la realidad de sus planteamientos discursivos. Estos factores al juntarse son, para Wallerstein, el principal detonante de la importancia que tiene hasta ahora la revolución cultural de 1968 a lo largo del mundo. Sus demandas universales contra la hegemonía de los Estados Unidos en la Tierra, contra la burocratización de la Unión Soviética y la llamada “vieja izquierda” al acusarla “por no ser solución, sino parte del problema”, dieron lugar a la ruptura cada vez más definitiva con las viejas formas de pensar y organizar la resistencia, dando paso al surgimiento de nuevos movimientos y de nuevos actores sociales. Los ecologistas, las feministas, las luchas de las “minorías” étnicas y raciales como la de los negros en Estados Unidos y la de los pueblos originarios en Nuestra América, el surgimiento de organizaciones defensoras de los derechos humanos, junto a los movimientos antiglobalización, son los principales nuevos “movimientos antisistémicos”, que, en su mayoría, han sido aglutinados en el Foro Social Mundial y que representan manifestaciones de la lucha de clases planteada por Marx como motor de la historia.
La trascendencia de los nuevos movimientos se refleja en sus formas de organización interna y de relación con otros movimientos, alejados lo más posible de la solemnidad y las jerarquías, cargados de una mayor tolerancia y pluralidad, sobre todo con una posición antidogmática. América Latina es el rincón de muchos de estos movimientos sociales; los zapatistas mexicanos, los Sin Tierra de Brasil, los indígenas de Bolivia y Ecuador que incluso han derrocado gobernantes, y los movimientos de masas que han conseguido en base a la lucha cambios importantes en la políticas de sus respectivos países latinoamericanos. Justamente, fueron los zapatistas uno de los movimientos que en particular llamaron la atención de Wallerstein, debido a que su impacto en todo el planeta ha logrado conformar una red mundial de solidaridad y su influencia en diversos movimientos del continente ha demostrado su importancia y trascendencia para la conformación de alternativas al capitalismo.
La renovación de los proyectos emancipatorios mucho pueden tomar de la lectura y la discusión de los planteamientos de la obra de Immanuel Wallerstein; las izquierdas del mundo tienen en su legado aportaciones vigentes para el análisis actual y para los debates venideros de donde extraer y utilizar valiosas ideas útiles en la construcción de la utopía libertadora, pues a pesar de que el capitalismo está en crisis, no se puede garantizar su desaparición, esto, únicamente puede hacerse a través de la praxis colectiva de los oprimidos.
* Integrante del Colectivo Disyuntivas