Dr. Ricardo Monreal Avila
El gobierno de la 4T ha trastocado intereses muy particulares, a poco más de nueve meses de haberse iniciado una nueva era dentro del ejercicio de la administración pública: muchas de las malas prácticas se han dejado de lado y se está luchando por establecer un cambio sustancial al abrigo de la honestidad y la transparencia auspiciadas desde la misma presidencia de la República. La calidad moral de las y los servidores públicos es hoy, en buena medida, el elemento sustancial con el que se debe conducir a las instituciones del Estado mexicano en beneficio de la población, anteponiendo el interés público por encima de los intereses particulares o de grupo.
Transparencia Internacional y Transparencia Mexicana publicaron en días pasados los resultados del Barómetro Global de la Corrupción 2019, el cual arrojó que nueve de cada 10 personas encuestadas consideran que continúan las prácticas de corrupción en el país, con la salvedad de que ahora sí se perciben cambios. No es casualidad que la ciudadanía en nuestro país esté consciente de la profunda transformación que se quiere lograr en México.
Es por ello que los sectores más conservadores del país, los opositores y adversarios de la 4T, están preocupados por la consolidación de un régimen alejado de la corrupción y, por ende, distante de la protección de sus intereses. Por su lado, el último ex presidente panista junto a quien fue candidata presidencial en la pasada elección, buscan conformar una nueva organización política después de la escisión que se presentó en Acción Nacional en años recientes. Su propósito es consolidar un nuevo liderazgo dentro del seno del conservadurismo, para hacer frente a la 4T, pero esta intención enfrenta una seria amenaza: no han logrado hasta el momento realizar el número de asambleas necesarias para constituirse en una opción política más y no tienen el número de militantes requeridos por ley para aspirar al registro correspondiente como partido.
Por otro lado, se encuentra el primer ex presidente panista, quien fue llamado desde la cúpula de la dirección del albiazul para encabezar lo que pretende ser la resurrección del partido y “sacar” al actual primer mandatario del Palacio Nacional, lo que a su juicio parece ser más dignificante que haber echado al priísmo de Los Pinos.
La diatriba, la intención de ridiculizar y la denostación han sido características de la retórica utilizada por este ex mandatario panista, quien, en sus diversos intentos por descalificar al actual presidente, ha sido tundido en las redes sociales.
A pesar de que se perciben esfuerzos constantes por instalar en el imaginario colectivo un discurso fatalista e impregnado de temor, sustentado en la supuesta crisis causada por el bajo crecimiento económico, no hay evidencias claras que demuestren empatía de parte de la ciudadanía para apoyar las pretensiones de estos supuestos “frentes opositores”, que parecen empecinados en frenar los cambios que están en marcha, los cuales afectarán los intereses mezquinos de los grupos de poder favorecidos en su momento por ambos ex presidentes panistas.
Ya lo expresó el actual presidente: “están moralmente derrotados”. Ninguno de ellos cuenta con el respaldo de la ciudadanía, porque mediante malas prácticas y actos reprobables se forjaron una imagen que hoy es vista con recelo. No representan, ninguno de los dos, un liderazgo político capaz de consolidar un frente de oposición real, debido a que la naturaleza de sus propósitos carece de un estricto sentido social; sus argumentos no redundan en un auténtico proyecto político que enarbole las demandas de las mayorías. Su retórica devela tan solo la intención de regresar al esquema de impunidad que imperó durante sus gobiernos, que significó el enriquecimiento ilimitado de unos pocos y el atroz empobrecimiento de las mayorías.
Sin un proyecto político sólido y pendiendo del delgado hilo de la gastada imagen que se forjaron como ex presidentes –al primer ex mandatario panista le agrada que lo sigan presentando como presidente–, los representantes de los pretendidos frentes opositores buscan volver al esquema de privilegios propuesto por sus regímenes.
Su problema fundamental es que además de estar moralmente derrotados, están francamente desorientados, sin brújula. ¿Cómo podrían granjearse el apoyo de la mayoría de las y los mexicanos a quienes abandonaron y les dieron la espalda, condenándolos a la precariedad, al atraso y a la pauperización de las condiciones de vida por la necedad de seguir un “modelo” económico que venía dando tumbos y cuyos frutos no hablaban sino de fracaso?
La consolidación de una coalición opositora se ve en el horizonte lejano, en tanto que no haya un auténtico proyecto político pensado para favorecer el interés público. Mientras sigan persiguiendo sus intereses particulares o de grupo, no podrán erigirse en el supuesto contrapeso de la 4T, la cual llegó a remover las estructuras del régimen de corrupción e impunidad, con una amplia base social y un histórico bono de legitimidad.
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