Jorge Canto Alcocer
Durante los primeros días del año, el presidente Andrés Manuel López Obrador presumió con justa razón haber vencido la “cuesta de enero”, el calvario que representaba ordinariamente para las familias retornar de las fiestas decembrinas con poco dinero e imparables aumentos de precios. La estadística de la primera quincena confirmó lo que vemos cada día al ir de compras: el alza, en los escasos casos en los que se ha dado, es marginal. Pero el cumplimiento de las metas microeconómicas –paradójicamente, lo que sus rivales auguraban sería lo primero en fallar- NO se ve complementado con buenas noticias en otros ámbitos, y de ningún modo en el impactante rubro de la seguridad.
Los errores de la derecha permiten a AMLO mantener la sonrisa fresca y el buen ambiente –hasta parece que Marko Cortés es su publicista, y no su opositor–, pero, en cambio, los cuestionamientos enérgicos y fundados desde la izquierda van tomando un cariz preocupante. Es cierto que los avances al enfrentar la violencia de género comienzan a notarse, pero fuera de ello, en el tema de la seguridad, las calamidades son diarias y cada vez más espeluznante.
Justo este jueves, cientos de activistas, encabezados por Javier Sicilia, comenzaron una marcha que culminará el domingo frente al Palacio Nacional en demanda de mejores resultados en la espinosa cuestión, en la que el propio presidente reconoció los resultados son muy pobres. Entre tanto las matanzas, como las de la opulenta familia LeBaron el pasado noviembre, o la de los humildes músicos de Guerrero, hace apenas unos días, continúan presentándose en gran parte de la geografía nacional, a la vez que las evidencias de complicidad y abusos de los cuerpos policiacos y militares continúan brotando con la misma intensidad que antes. En este sentido, a trece meses del cambio de gobierno, las estrategias no han dado los resultados esperados, por lo que el asunto continúa estando en focos rojos.
Siempre vinculado a esta cuestión, la corrupción, incapacidad e inconsciencia de los grupos policiacos también se ha manifestado con gran fuerza, sobre todo en los últimos días, tanto ante la presión de las caravanas de migrantes como en el manejo de conflictos locales. Siendo, en el 95 por ciento de los casos, los mismos mandos y los mismos elementos, tanto los cuerpos federales como los estatales y municipales continúan actuando de modos similares a los tiempos en los que gobernaba la derecha. Los recientes sucesos frente a migrantes hondureños en Chiapas y a una protesta pacífica en Yucatán, fueron explicados precisamente como “hechos aislados” y “errores”, pero sin duda contradicen las órdenes presidenciales de parar absolutamente la represión.
Seguridad, violencia, cuerpos policiacos, protestas, migrantes… todo es parte del calamitoso mundo neoliberal construido tras casi 40 años de gobiernos de derecha. AMLO, nos parece, mantiene el rumbo hacia desmontar esa cruel e inhumana realidad, pero las nefastas herencias perviven precisamente por la inmensa gravedad de los daños. Si bien se sabe que las estrategias estructurales aportarán sus efectos a mediano y largo plazo, también lo es que es responsabilidad del gobierno popular atender el sufrimiento y la exigencia de justicia. Lo es por evidentes razones éticas, pero, sin duda, también por motivos políticos, ya que si bien la derecha está jugando hasta ahora el rol de patiño, las cañas se pueden trocar en lanzas en un santiamén.