Opinión

El imperialismo mata, pero no libera

Ricardo Andrade Jardí

Nada más peligroso que dejar la suerte de una nación en manos de un imbécil, quizás, solamente, más peligroso es dejar la suerte de esa nación, con una historia bélica envidiable por Hitler y llena de ojivas nucleares, en manos de ese imbécil. Ni bien termina la segunda década del Siglo XXI y ya estamos de nuevo al borde de una confrontación fanática y racial de peligrosas dimensiones globales promovida por Donald Trump, quien podrá presumir de ser un buen empresario, lo que no es para nada un mérito en su país, pero carece de la más elemental de las capacidades para ser medianamente buen gobernante, es decir de cuando menos una neurona útil. La bravuconería del twitero imperialista, que desgobierna Estados Unidos, anuncia para el nuevo año, con bombo y platillos, su desprecio por la paz mundial e inicia una estúpida y sobre todo muy peligrosa confrontación en el ya convulso Medio Oriente. Su desesperado intento mediático por distraer al mundo de su cercano juicio político, en el que se le imputa por el hecho de haber traicionado a su propio país (ojalá el congreso yanqui sea capaz de hacer justicia y deshabilitar al genocida que hoy amenaza nuevamente la seguridad planetaria).

Aunque sabemos también que para los presidentes del imperialista país vecino, que nos han tocado, al norte de este lado del mundo, no es ni original ni nueva la decisión de Trump, quien, además, carece también de imaginación, incluso para no emular la estrategia de bombardear naciones para evitar escándalos sexuales o políticos. Baste como ejemplo Clinton, en su cinematográfico, abusivo y pornógrafo asunto con la becaria de la Casa Blanca y sus bombardeos mañaneros en la guerra de los Balcanes.

Nacido y adiestrado en el seno de una cultura bélica y racista, no podemos olvidar tampoco que el señor Trump es, o fue, un destacado militante del KKK, hijo berrinchudo, acostumbrado a que se cumplan sus caprichosos deseos, lleva ya cuatro años buscando conflictos, de un lugar a otro del planeta, ahí están Venezuela, China, Corea, Bolivia... Y ahora, su última y cobarde aventura militarista contra la nación persa despertando nuevamente los odios fundamentalistas, de un lado y el otro, con consecuencias fatales que terminaremos por sufrir todos los habitantes de la Tierra. La peligrosa confrontación con Irán anuncia también el ensalzamiento de los ya latentes fascismos que surgen por todo el planeta, como anuncio de la crisis civilizatoria a la que nos arrastra el capitalismo extractivista y su mentira de la producción infinita en un ecosistema finito.

Una vez más, iniciamos una nueva década con la confabulación certera del resurgimiento virulento de todas las formas de terrorismo en cualquier rincón del planeta donde exista un mínimo interés imperialista; por la estupidez de Trump. Si la sociedad yanqui y el mundo no detenemos con urgencia esta nueva locura bélica del impresentable presidente gringo, nos espera una década de devastación absoluta. Ahí donde no nos despoje y mate el fuego, los megaproyectos energéticos o los trenes del extractivismo capitalista, nos matarán las bombas y las balas del odio y el miedo de la ignorancia fascista. El imperialismo mata pero nunca, nunca, libera…