Opinión

Más policías, ¿igual resultado?

Humberto Musacchio

Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México, anunció que la policía capitalina incorporará a cinco mil nuevos elementos, instalará 30 mil cámaras más y habrá en forma permanente “un Ministerio Público” en el Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (el llamado C5 que debería ser C7).

Se espera reclutar a los cinco mil nuevos policías en el curso de este año, provenientes sobre todo de la Policía Auxiliar y de la Policía Bancaria e Industrial, para llegar a un total de 29 mil 600 elementos, con lo que se cubrirá el déficit que arrastraba la corporación citadina desde hace diez años, de acuerdo con lo dicho por Omar García Harfuch.

A lo anterior se agregarán tres mil 200 cadetes que se graduarán en diciembre de 2020, después de una preparación de ocho meses y no de los tres a que antes eran sometidos, con las consiguientes deficiencias de esa formación al vapor, mismas que arrastran las policías Auxiliar y Bancaria.

Sobra decir que el aumento de efectivos era obligado ante el aumento de la criminalidad en la urbe, la que hasta hace pocos años se consideraba a salvo de la delincuencia que azota amplias zonas de país. La instalación de miles de nuevas cámaras tiene como fin mejorar la vigilancia, aunque en no pocos casos sencillamente se sustituirán las cámaras que ya no funcionan.

En el llamado C5, quienes atienden las pantallas ahora podrán informar de modo inmediato y directo a los policías de a pie y patrulleros de la zona donde se cometa un delito. Se contará con 300 investigadores, 200 de campo y cien de gabinete. La presencia del Ministerio Público en las mismas instalaciones permitirá abrir carpetas de investigación por los incidentes que aparezcan en pantalla y ya no habrá que esperar la denuncia.

Las medidas que adoptará el gobierno de la CDMX son o por lo menos parecen razonables y hasta plausibles. Para redondear el proyecto, se sabe que el académico Mauricio Merino está trabajando al frente de un equipo en un amplio y muy complejo programa que permitirá saber cuántos y cuáles delitos se cometen, dónde y a qué hora.

En suma, técnicamente parece que las cosas marchan por buen camino, aunque la ciudadanía sólo dará su aprobación cuando vea resultados satisfactorios y la calle vuelva a ser caminable a toda hora, con seguridad para niñas y niños, hombres y mujeres que han sufrido la brutal expropiación del espacio donde transcurre su vida.

Desde luego, la mayoría de esos casi 30 mil policías no cuentan con la necesaria preparación sicológica, técnica, física y en empleo de armas. Ni tres ni ocho meses parecen suficientes para que un agente del orden termine capacitado en esos aspectos. Los ciudadanos sabemos que con frecuencia los policías, aun siendo mayoría, son superados por los delincuentes, y mientras eso ocurra no podrán ofrecer seguridad.

Otro aspecto que se omite, pese a ser de primera importancia, es el respeto que debe merecer cada elemento policíaco, lo que necesariamente pasa por una revaloración personal, corporativa y social. El policía debe tener plena conciencia de su función y ganarse con su solvencia y honradez la confianza ciudadana.

Habrá que combatir en serio la explicable riqueza inexplicable de mandos y subordinados que gastan mucho dinero, se hacen de propiedades o poseen autos elegantes, joyas y otros artículos de lujo, lo que es una invitación a sus subordinados para corromperse. Ahí deben intervenir los encargados de asuntos internos.

El gobierno capitalino tiene la responsabilidad de dotar de condiciones de vida decentes a los policías y sus familias. Debe crear unidades habitacionales para ellos, no en la periferia, sino dentro de la urbe, conjuntos de vivienda que cuenten con gimnasio, sala de usos múltiples para ofrecerles cine, teatro y actividades de convivencia; comedor y lavandería colectivos que liberen a las mujeres de esa carga y actividades para ellas y sus hijos que hagan envidiable la vida en esos lugares, porque así la familia de cada elemento será el más poderoso dique a las tentaciones que ofrece la corrupción.

En Estados Unidos hay numerosos programas de radio y TV que rinden tributo a los buenos policías. Aquí no. Ya va siendo hora de hacerlo.