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Opinión

De lo que no hablamos

Por Valeria Moy

Pocas veces escribo de temas de género. Mi esfera de interés es la economía y gravito alrededor de ella. Sin embargo, es hora de hablar de la carga desproporcionada de trabajo —remunerado y no remunerado; reconocido y no reconocido— que la pandemia ha traído a las mujeres. Bien lo planteaba Fátima Masse en el título de su artículo en Expansión (https://bit.ly/3kfPnqD) la semana pasada: Mujeres Exhaustas.

Los datos de la participación de las mujeres en la economía mexicana pre-covid no eran alentadores, pero habían mejorado con el tiempo. A finales de 2019, había 30.5 millones de mujeres y 27 millones de hombres en edad de trabajar. De los hombres, 77 de cada 100 eran económicamente activos, mientras solo 45 de cada 100 mujeres lo eran. Ese nivel de participación femenina es bajo incluso para estándares latinoamericanos, donde México se encuentra únicamente por arriba de Puerto Rico, Guatemala, Cuba y Guyana.

Cuando el golpe de la pandemia se empezó a sentir en lo laboral, la participación en el mercado tanto de hombres como de mujeres bajó a niveles que no habíamos visto. Solo en abril, 12 millones de personas salieron de la población económicamente activa. La participación masculina bajó a 61.1% en mayo y la femenina a 35.3%. A partir de la reapertura de las actividades económicas en junio, el empleo se ha ido recuperando, pero las diferencias son marcadas. La participación de los hombres cerró el mes de agosto en 72.77% con incrementos mensuales. La de las mujeres se ha estancado en 38.5%. Las actividades más golpeadas en la pandemia, las del sector servicios que implican contacto personal, son aquellas donde más mujeres se encuentran –o encontraban– ocupadas.

El nuevo ciclo escolar agregó un nivel de complejidad. Al tener clases desde casa las familias enfrentan nuevos retos que están siendo absorbidos en gran parte por las mujeres. Es para las mujeres más difícil reintegrarse al mercado laboral o simplemente no pueden hacerlo por la necesidad de cuidar a los hijos y ayudarlos en sus tareas escolares. Agotador y frustrante en ocasiones. Recientemente, el INEGI publicó la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo de 2019. Antes de la pandemia, las mujeres destinaban 67% del tiempo total de trabajo a actividades no remuneradas, particularmente las relacionadas con el hogar y con los cuidados de la familia. Los hombres, en contraste, destinaban solo 28% de su tiempo a estas actividades.

De acuerdo con datos de Ipsos y ONU-Mujeres, 53% de las mujeres mexicanas señalan que las tareas al interior de la casa se han intensificado con el covid-19. Una mujer que trabaja 8 horas al día, dedica al hogar el doble de horas que un hombre con un empleo con una demanda de tiempo igual. La carga laboral doméstica en México no ha oído hablar nunca de la equidad de género.

El mercado laboral ha mostrado un ajuste en esos meses. Entre abril y agosto, las mujeres “empleadas” disminuyeron del 80.6% a 68.9%. Las autoempleadas aumentaron de 14.5% a 22.4%. Podrán desaparecer los empleos, pero la necesidad de trabajar sigue existiendo.

Estos meses han sido devastadores en muchos sentidos. Los avances que se habían dado en equidad de género en el ámbito laboral están siendo borrados. Por eso, hablar de género es hoy más crucial que nunca.

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