Opinión

Implicaciones por la liberación del General

Por Guillermo Fabela Quiñones

La insólita decisión del Departamento de Justicia de Estados Unidos de poner en libertad al general Salvador Cienfuegos, detenido el pasado 15 de octubre al llegar a Los Ángeles, California, compromete al presidente López Obrador no sólo a continuar en nuestro país el proceso judicial contra el ex titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, sino a proteger la inmunidad del divisionario, compromiso con las fuerzas armadas cuya responsabilidad de mantener la estabilidad del régimen aumentará al transcurrir el sexenio.

Se le deberá el favor al aún presidente Trump, pero el cobro lo hará su sucesor, Joe Biden, quien seguramente reforzará las presiones al gobierno mexicano en una etapa de crisis estructural del imperio, como no se veía desde los años de la Gran Depresión en los años treinta del siglo pasado. El divisionario en retiro regresa a México como un ciudadano más, libre de cargos, como señaló el canciller Marcelo Ebrard. Pero conforme a la investigación realizada durante meses o años por la fiscalía estadunidense, su contraparte en nuestro país se compromete a continuar el proceso.

Las implicaciones de este asunto van mucho más allá del plano judicial, nos remiten al problema central con la nación vecina, la dependencia que al paso de las décadas se ha ido fortaleciendo en detrimento de México. Desde esta perspectiva, no es un favor de Trump al mandatario mexicano la liberación del general Cienfuegos, sino a Biden, aunque no lo haya previsto así el magnate que aún vive en la Casa Blanca. Le ofrece la oportunidad de ejercer nuevas presiones al ocupante de Palacio Nacional, conforme a los intereses de Estados Unidos en la relación bilateral que surjan coyunturalmente.

La Cuarta Transformación estará cada vez más cercada, internamente por la imposibilidad de avanzar debido a la camisa de fuerza autoimpuesta por el propio mandatario, y externamente por la pesada bota imperial decidida a aplastarnos si no se le cumplen sus demandas. El cuatrienio de Biden será una dura prueba de fuego para el gobierno de México, cercado por todos lados y sin posibilidad concreta de superar sus contradicciones, las cuales se reforzaron durante los dos primeros años, lapso que desaprovechó el presidente López Obrador para apuntalar su base social. No lo hizo y en adelante pagará las consecuencias.

En este difícil y complejísimo escenario no habrá otro camino que hacer malabares con el nuevo ocupante de la Casa Blanca, lo cual fortalecerá al grupo que lidera el canciller Marcelo Ebrard, aunque por el protagonismo que se verá obligado a desplegar, podría quedarse a medio camino si fallara en sus intentos de hacer menos salvaje el predominio de Washington sobre México, con hechos concretos cada vez más gravosos, no sólo con balandronadas y hechos estúpidos y sin sentido como los que caracterizaron el periodo de Trump.

No se vislumbra otro camino, precisamente por el fatal error del presidente López Obrador de no tener una concepción estratégica del régimen que pretendía establecer. Perdió dos años en acciones tácticas para refrendar sus compromisos, dejando intocados los basamentos del neoliberalismo, hecho que reforzó con una metodología fundamental de ese modelo: los recortes al gasto público disfrazados de “austeridad republicana”, que afectó sectores clave para la transformación prometida, como la educación, la salud, y el fortalecimiento del aparato productivo estatal con una política industrial más incluyente.

Se podrá argumentar que tal estrategia estaba prevista para el segundo tercio del sexenio y que la pandemia se interpuso, pero las políticas públicas abordadas al inicio no permitían sentar las bases de un cambio de rumbo más adelante. Ahora se pagarán las consecuencias, y por partida doble. El aliado convenenciero en la Casa Blanca saldrá y en su lugar llegará un político de carrera, que actuará como mejor le convenga al imperio, no sólo a los intereses que representa Trump.

Al interior de nuestro país, las presiones se dejarán venir con más intensidad, no sólo de los conservadores y neonazis, sino de las organizaciones de masas que reforzarán sus filas y redoblarán su lucha por las reivindicaciones que les fueron incumplidas, sabedoras de que ya no las verán realizadas. Tales afirmaciones se ajustan a la realidad, no son subjetivas ni viscerales como pensarán algunos.

guillermo.favela@hotmail.com

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