Opinión

Alfredo García

En torno a la noticia

Una sensación de alivio recorre el mundo. La mayoría del electorado estadounidense, 75 millones 215,431 (50,6%) votó contra la reelección del presidente, Donald Trump, otorgando  a Biden, 290 votos electorales. Con 270 se alcanza la presidencia.

Todos los países en los distintos continentes del planeta, vivieron como suyos los comicios presidenciales, preparándose para lo peor y deseando lo mejor, debido a la alta polarización ideológica que caracterizó las elecciones. La dimensión del peligro que corrió la nación norteamericana, lo muestra el sorprendente voto obtenido por Trump, 70 millones, 812,515 (47,7%) que respaldó su perfil electoral cuasi fascista, terreno fértil para el supremacismo blanco. 

El obsesivo chauvinismo de Trump no diferenció entre adversarios y aliados, a los que presionó, amenazó y humilló por igual. Al conocerse la noticia del triunfo electoral, Biden-Harris, el sosiego transmitido a nivel mundial detonó una avalancha de felicitaciones desde todos los confines del mundo. Según el sistema electoral estadounidense, tras el resultado de las elecciones en cada Estado, las autoridades tienen hasta el 8 de diciembre para resolver cualquier disputa sobre la elección entre los 538 representantes del Colegio Electoral, quienes el 14 de diciembre son los que eligen “oficialmente” al presidente, decisión que debe avalar el nuevo Congreso el 6 de enero.

Desde su llegada a la Casa Blanca, Trump mostró su intención de revertir las leyes y medidas adoptadas por el gobierno de Barack Obama, tanto en el orden doméstico como internacional, como revancha racista y carente de argumento político. Su obsesión aislacionista, “América Primero”, lo llevó a renunciar unilateralmente a numerosos acuerdos internacionales. Con sus intentos de imponer condiciones comerciales imperialistas a China, Alemania, Francia y al resto del mundo, tensar las relaciones internacionales burlándose de Corea del Norte, atizando el secesionismo en Taiwán y expandiendo el cerco militar contra Rusia, Trump puso al mundo al borde del abismo, mientras quedaban de manifiesto las engañosas maniobras para el “retiro” de tropas norteamericanas en Afganistán, Siria e Irak.

Con una gestión de gobierno que combine la experiencia política de Biden y la sabiduría jurídica de Harris en el combate a la pandemia, la recuperación económica y el rescate del multilateralismo, muy pronto Trump quedará en la memoria popular como un cuerpo extraño ajeno al sistema democrático estadounidense.

Con la derrota de Trump, América Latina y el Caribe recuperan sus avasallados derechos y la sufrida inmigración centroamericana rescata su naturaleza humanitaria. La intervención en los asuntos internos en Cuba, Venezuela y Nicaragua, llega a su fin y las diferencias políticas entran por civilizados canales diplomáticos. Sin embargo, nos quedaremos sin conocer el plan oculto de Trump hacia México en un segundo mandato, que durante 4 años enmascaró con hipócrita empatía hacia el presidente, Andrés Manuel López Obrador.