Opinión

El deseo de uno, la urgencia de miles

Ricardo Andrade Jardí

Quizás lo que no ha podido o ha querido dimensionar el mañanero líder de la llamada cuarta trasformación es que del deseo de cambio a la realidad cotidiana de la vida social no bastan los discursos de “amorosidad” ni la buena voluntad de los decretos.

El capitalismo neoliberal no deja de ser lo que es por decretar su fin, ni el negocio del crimen organizado, en la lógica del libre mercado, se erradica con “el fuchi guácala”.

Ni la violencia contra las mujeres en México es menor ahora que antes y no se terminará con esa violencia, que coloca a nuestro país a la cabeza de feminicidios en América, en la medida en que para el gobierno en turno sea más importante la rifa del avión Fobaproa… o Presidencial, que le llama y que el pueblo de México terminaremos por pagar cuando menos dos veces, es decir, pagaremos el robo de Fecal y Peña Nieto, quienes aún gozan de libertad, y la política de “la amorosidad” prefiere minimizar las demandas de las jóvenes universitarias tildándolas de injustificadas o decir que hay mano negra detrás de las protestas. Pareciera que para la cuarta trasformación la única organización verdadera es su movimiento, pues todo lo demás es rápidamente descalificado o vituperado de conservador por no ser afín al deseo del líder, mientras los grandes criminales que nos desgobernaron en el pasado son algo así como perdonados. Veremos qué pasa con Lozoya detenido por el gobierno de España.

No se puede ser ajeno a la violencia. Somos una nación sembrada de fosas clandestinas y de familias que exigen con legitimidad inequívoca justicia. Un país donde los asesinos son premiados con partidos políticos y los defensores de la vida y el territorio son asesinados impunemente. Un país donde el pensamiento crítico se somete a la voluntad caprichosa del extractivismo rapaz porque ahora lo llaman “política progresista de desarrollo”, al tiempo que el atroz asesinato de una joven mujer se vuelve un reality show de nota roja y el machismo patriarcal se muestra como la víctima de la historia. Un país donde denunciar el acoso en la UNAM parece ser una ofensa a la nación con la que se busca desestabilizar el show mañanero de la rifa y la presumida voluntad de cambio.

Somos un país donde la narrativa del Estado burgués, del capitalismo buena onda, incita al cierre de filas con el deseo de uno como verdad legítima y no por la urgencia legitima de vida digna de millones.

Y así nos extraviamos en que el único discurso válido es el que nos dicta el líder, en tanto se acosa y asesina a hermanas, madres, compañeras, amigas, primas, niñas, tías, conocidas, vecinas…, al tiempo que el extractivismo de los megaproyectos de destrucción ecosistémica afina sus coros de muerte y golpea sus bélicos tambores contra la vida y el territorio…