María Teresa Jardí
Dos días, el 8 y el 9 de marzo del 2020, que dan un giro a la humanidad de regreso a la ruta correcta. Dos días gloriosos que se recordarán por las generaciones futuras como los del inicio del cambio del sistema patriarcal punta de lanza, para su macabra imposición, del sistema capitalista.
Dos días que con letras escritas con la sangre de cada mujer asesinada están ya registrados por la historia. Dos días ubicados por derecho propio al lado del otro puñado de días que marcan el inicio de los avances luminosos que han aplastado las épocas más oscuras de condena a las mayorías por unos cuantos adueñados del poder y de las vidas de los otros.
Monumentales marchas demostradoras de que somos las mujeres las que vamos a cambiar el mundo y salvar la naturaleza. Demostración festiva y silenciosa que deja en claro que somos las mujeres las que tenemos en nuestras manos el poder de hacer caer al sistema político: patriarcal y capitalista.
Y lo vamos a hacer: con, sin o a pesar de los partidos y de los gobernantes impuestos o elegidos, de los poderes políticos y empresariales, de las jerarquías de las iglesias y de los beatos y beatas que defienden la vida del feto y hoy se quieren sumar a la condena que no hicieron a tiempo de los feminicidios de mujeres.
Las jóvenes hoy, que serán las adultas mañana, lo van a lograr, a pesar de la oposición, salvando también a esos unos y a esas otras. Esta lucha es por la vida y en contra del extractivismo, es una lucha civilizatoria y el ¡ya basta! del 8 seguido del silencio del 9 son la demostración del poder de la intuición que a las mujeres nos impulsa y caracteriza.
Si Mauricio Vila Dosal o si Renán Barrera o si ambos de la mano, hubieran ordenado poner vallas en el Monumento a la Patria o si hubieran llenado el lugar de policías para “resguardar” el monumento: la represión seguiría siendo el tema hoy de notas y opiniones y el descrédito restaría más tantos en el haber de los contratados para servir que se desempeñan como gobernantes.
La sensatez fue escuchada por el gobernador de Yucatán y por el alcalde de Mérida y les indicó, sabia que es la sensatez, que es un error poner vallas generadoras del enojo que despierta la ira de las jóvenes, como sucedió en la CDMX, dando allá un paso criminal al llevar mujeres protegidas, embozadas y no, apoyadas y protegidas por policías de casquete corto, llevando a mujeres policías también o en todo caso golpeadoras, infiltradas para hacer desmadres, para despertar el enojo de la gente. Mujeres llevadas en camionetas oficiales que se ven en vídeos que recorren el mundo con el desprestigio a las autoridades responsables de los hechos. De error en error se llega al infierno. Cuestión también de inteligencia. Qué bueno que aquí hicieron lo correcto Vila y Barrera, quienes evitaron que a las más jóvenes, casi niñas, a las que se está arrebatando la vida y para las que se ha generado como obligación el vivir con el miedo arraigado en la cada célula, les estallara la ira.
Ira usada por las jóvenes para visibilizarse rompiendo cristales y pintando piedras que hoy están apoyadas por el resto de mujeres: madres, abuelas, intelectuales, obreras, empleadas, campesinas, modistas, artistas… gritando a una y de manera definitiva que nos queremos vivas y que ni una muerta más es ni una más y que no vamos a dejar de luchar hasta lograrlo.
La apuesta a la sensatez por parte de los que detentan el poder desarma desaguisados de impredecibles consecuencias.