María Teresa Jardí
Los aliados naturales de AMLO somos los que siempre votamos por él y los que votaron por Marichuy y los que no votaban sabedores de que el fraude era la regla. Somos los que aplaudimos su afán de llevar un plato de lentejas a los pobres y entendemos la necesidad de sanear la compra de medicamentos y estamos de acuerdo con el fin al robo de la gasolina… Los que entendemos que el narcotráfico no se combate con falsas guerras e incluso podemos entender el borrón y cuenta nueva. Lo que no entendemos es el que se nos llame todos los días conservadores ni el perdón y olvido para los amigos y la venganza para los convertidos en enemigos por no ser vasallos.
Un grave error es catalogar, mintiendo, de lo que no somos, a los que no somos, sin darse cuenta de que los enemigos, con los Alfonso Romo a la cabeza, AMLO los tiene en casa.
Los aliados naturales, los únicos que le vamos quedando, nos encontramos donde siempre hemos estado, al lado de la defensa de los que menos tienen, en el lado perdedor al que asiste la razón, en el lado correcto de la historia.
Los otros, a los que sirve, que sí son conservadores y de derecha, son los que hoy ya buscan deshacerse de él. Un grave error es el haber logrado que los extremos se toquen. Nada tenemos que ver los unos, repito, con los otros, que sí son conservadores e incluso fascistas, los que hoy se encuentran desatados queriendo aprovechar el virus y el manejo correcto que en México se le ha dado para atacar de manera brutal al único Presidente realmente votado por los ciudadanos a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI. Siglo que pintaba para ser un siglo desastroso pero que se puede alzar como la tumba del capitalismo curiosamente empezada a cavar por uno de los virus del neoliberalismo.
Los aliados naturales, los que casi desde la llegada de AMLO, somos llamados todos los días “conservadores”, por quien sí es conservador, aunque comparta la conciencia social con los que sí hemos sido siempre de izquierda. Y digo casi porque tuvo la sensatez de cumplir con lo de dar marcha atrás a la construcción del monstruo destinado a ser el aeropuerto de Texcoco. Decisión infame que costó la vida a Alexis Benhumea y a otro niño de 14 años que en Atenco, al lado de los habitantes de ese lugar, se oponían a esa salvajada, que se alzaba sobre mujeres violadas por los policías, con la anuencia de los que entonces se repartían el erario como bien propio desde la posición de poder no alcanzada en las urnas. Lo que aplaudimos y seguimos aplaudiendo.
Pero AMLO llegó lleno de compromisos, que, sí, que debimos ver y que vimos con alarma al dar a conocer a algunos de los integrantes de su gabinete. Llegó y no dio marcha atrás a la Termoeléctrica de Morelos, ni paró el Corredor Transístmico e imponiendo, con un proceso desaseado y plagado de mentiras y hasta de ocultamientos, convertidos en información reservada, lo del ofensivamente, para los mayas, llamado Tren Maya.
Llegó a cumplir el sueño del imperio yanqui de correr la frontera con el llamado, por Fox, Plan Puebla-Panamá y con eso se puso al servicio de los del PAN que no están en MORENA todavía y de los del PRI que sí están.
Se puso al servicio de los mismos de antes que sí son conservadores y en muchos casos fascistas. Se puso al servicio de los que hoy buscan ya deshacerse de él al punto de llamar a tumbarlo con ataques inconcebibles en las redes, aprovechando el virus salido de control que amenaza con matar a los blancos ricos. Es tiempo de corregir el rumbo. Ojalá y AMLO lo entienda.