Opinión

Exorcismos, excomunión y exabruptos

León García SolerA la mitad del foro

Cuando nos topamos con la Máscara Roja veneciana, o las noticias del desencuentro entre quienes tienen ya defensas para los males y quienes están como hasta hace poco estuvieron los lacandones de las selvas que repartió Luis Echeverría y huían como venados ante un estornudo; esto es, como la mortandad de los nuestros del altiplano cuyo relación nos legó Sahagún, se confunden el miedo, la ignorancia, la fe en los milagros y hasta la vena literaria, en ocasiones acompañada de estampitas, escapularios y fetiches.

Llegó el coronavirus, clasificado ya como pandemia y con él un cambio en la agenda de las mañaneras del pregón presidencial en los salones del Palacio Nacional. Que hablen los hombres de ciencia, decretó el que manda. Y hubo presentaciones a cargo de un subsecretario que acabaron por santificar al predicador del pueblo bueno y obligaron a que hablara el discreto y sabio médico, secretario de Salud y maestro del silencio en tiempos de incontinencia retórica. “No es por presumir”, diría el humilde Andrés Manuel López Obrador, auto declarado “el mejor Presidente de la Historia”. Y ahí quedó la recomendación de leer, hoy y siempre, “El Amor en tiempos del Cólera”, obra del inmortal Gabo. No hacen falta nombre ni apellido. Y de ahí, al anuncio de la visita a Guelatao, a conmemorar, sin multitudes, sin abrazos y besos, el natalicio de Benito Juárez.

Motivo de aplausos entre las críticas mordaces y desesperadas de los que en nada están de acuerdo con el de Macuspana, motivo suficiente para recibir la ira de quien predica amor y paz: No son enemigos, él afirma que tiene adversarios. Y procede a condenarlos al purgatorio de los conservadores, reproducidos en progresión geométrica, hasta ocupar el espacio y tiempo del neoliberalismo que ya dejó de existir por decreto al empezar la nueva era y el evangelio de la Cuarta Transformación. Y ahí mismo sacó de la cartera un par de estampitas milagrosas que, aseguró, son su defensa y dicen: “Detente enemigo, el Sagrado Corazón de Jesús está conmigo”. Y reaparecieron los Cristeros entre los invisibles virus de la Pandemia. Nada teman, la mañana incluyó la anécdota del viento y Juárez en la laguna. A la República laica le harán lo que el viento a Juárez...

Y siempre habrá el recurso de contar los muertos y la corrupción que le dejó Felipillo Santo, después de robarle la elección de 2006. No habrá venganza alguna, pero nada olvida el del bastón de mando y la bendición de la madre tierra. Lástima que se han sumado más muertos y se desploma la economía de la honradez que devolverá al pueblo lo robado.

Hace diez años estallaron la Guerra de Calderón y el retorno de la intolerancia inquisitorial de los que maldijeron a Juárez y lograron la excomunión de la Nación Mexicana, la de la Reforma, la de Juárez, de la Ley Lerdo y el Registro Civil.

En la hora de la ira, escribí estas páginas en el Diario La Jornada:

Arde el país. Los muertos suman más de veintiocho mil. Siete y medio millones de jóvenes no estudian ni trabajan. Pobres entre los pobres cuyo número aumentó seis millones en los años de la guerra sin fin. Y el Ejército estará en las calles mientras yo sea Presidente, dice Felipe Calderón. Diálogo en el ágora electrónica. Y debate bizantino de obispos, cardenales y exorcistas que reclaman libertad de expresión para difamar, calumniar a los ministros de la Suprema Corte de Justicia, y violar las normas constitucionales del todavía laico Estado mexicano.

Marcelo Ebrard fue el corruptor que “maiceó” a los ministros de la Suprema Corte. El jefe de Gobierno del Distrito Federal, donde la Asamblea Legislativa aprobó las leyes que reconocen el derecho al matrimonio civil de parejas homosexuales, igual que el de las heterosexuales, así como el derecho de adoptar hijos. Lanzó el exabrupto, Juan Sandoval, reincidente, persistente violador de normas constitucionales; insistente promotor de la beatificación del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, muerto en la balacera entre narcotraficantes en el aeropuerto de Guadalajara, Jalisco: crimen de Estado, aseguran el cardenal y sus corifeos. Dos gobernadores deben el cargo a la decisión de Sandoval Iñiguez; el segundo festejó y festinó el uso de dineros públicos para levantar el Templo consagrado a los mártires de la Guerra Cristera.

Los del bando cristero, los que llevaban al pecho un escapulario con la inscripción: “Detente bala, el Sagrado Corazón de Jesús está conmigo”. A los mártires del otro bando: maestras violadas, mutiladas, con las narices y orejas cortadas; agraristas mutilados y colgados, mujeres y niños muertos en trenes dinamitados a nombre de Dios: el eufemismo acuñado por los que hoy hablan de víctimas colaterales en la guerra contra el crimen organizado. Y eso si no deciden los obispos incluir a Felipe de Jesús Calderón, católico viejo, decían en tiempos de la Santa inquisición, entre quienes han hecho más daño a México que los narcotraficantes al despenalizar el aborto y reconocer el derecho al matrimonio de parejas homosexuales, según el vocero Hugo Valdemar.

Con el dogma hemos topado. Vicente Fox empezó su campaña presidencial con el llamado a “hacer una revolución como la Cristera”. Protestó cumplir y hacer cumplir la Constitución, y de inmediato procedió a violarla, crucifijo en mano. Al final, el rosario de Amozoc. Fox atropelló las leyes electorales que hicieron posible su mandato y enlodó la elección de Felipe Calderón Hinojosa. Carlos Salinas de Gortari abrió la caja de Pandora. Y a la demolición institucional del poder constituido se añadió la cruzada feroz contra el Estado laico. De nada vale que el Congreso de la Unión apruebe incluir en la norma constitucional que la nuestra es una república federal, democrática representativa y laica. El cardenal Sandoval arroja fuego y azufre contra la Suprema Corte: Esa decisión “es una traición a México.”

Y dice que es “una falacia argumentar que la Iglesia Católica no debe intervenir en esos asuntos”. El vocero Valdemar ya había intentado cambiar el vino en agua al anunciar “nueva persecución religiosa”; llamó atentado contra la libertad de expresión a una flagrante difamación que ya había motivado una sensata y firme condena del Pleno de la Corte. Dicen tener pruebas del supuesto soborno, pero se aferran a lo dicho y el delirante vocero lanza nuevos cargos: “Es preocupante que un gobernante que está sometido a la observación, escrutinio y crítica de sus gobernados, no soporte una crítica y use todo el aparato del poder para reprimir a dos ciudadanos. Eso sólo lo hicieron los dictadores como Pinochet y Francisco Franco”.

La ultraderecha, los del Yunque, los Legionarios de Cristo y quienes se declararon émulos de Aznar el pequeño al frente del PAN, lamentan el error y encienden veladoras en desagravio al Caudillo. De Maciel y el legado multimillonario del pederasta con el silencio cómplice de los purpurados, nada. El difamado Ebrard presenta demanda civil contra Sandoval Iñiguez; se declara católico y declara que se defenderá en el Vaticano si cumplen la amenaza de excomulgarlo. Firme su defensa del Estado laico. Conmovedora la profesión de fe. Manuel Avila Camacho maliciosamente dijo: “Soy creyente”, pero para apagar rescoldos de la guerra cristera.

Vamos a ocuparnos de lo real y lo posible. Sin desdeñar el reto de los exabruptos del cardenal; sin menospreciar la influencia del exorcista que vino del Vaticano; sin desalentarnos por la contumacia con la que nuestros hombres públicos rechazan la separación Estado-Iglesia. Felipe Calderón convoca a la unidad contra la delincuencia organizada y celebra foros para debatir lo que ahí mismo asegura no habrá de cambiar. Y en el homenaje nacional al maniqueísmo se sientan a la mesa los jerarcas de la Iglesia Católica y ministros de otros cultos religiosos. En el nombre de Dios...la estrategia invariable, la decisión inapelable de mantener al Ejército en las calles, mientras no tengamos una policía nacional capaz de enfrentar al crimen como las Fuerzas Armadas de la Nación.

Y ahí, a su lado, Genaro García Luna, con diez años en el empeño de integrar un cuerpo como los carabinieri italianos, una policía nacional, no del gobierno, sino una policía de Estado. Y ahí estamos. En el imperio de la impunidad. Con los mismos de siempre. Aunque parezcan ausentes los expertos en seguridad pública y seguridad nacional en los foros en los que se ventilan victorias y se afirma que de cada diez muertos, ocho son criminales y dos son de los buenos. Concertar acción conjunta al tiempo en que se acusa a los gobernadores de no cumplir con su deber y dejarse avasallar por el crimen organizado. De los municipios, ni hablar.

Salvo cuando un presidente municipal es sacado de su casa, asesinado y su cadáver tirado por ahí. Y cuando se confirma que la plata de los traficantes paga a los policías municipales que, en promedio nacional, ganan algo así como mil pesos a la semana; y les pagan para que les sirvan, para que vigilen y les den vía libre para matar, para llenar de plomo a los que no aceptaron la plata. Y nos dicen que vamos ganando la guerra. Pero son miles los detenidos en operativos militares o por alguna de las policías; y de esos miles, unos cuantos son sentenciados a prisión por un juez. Y cuando un gobernador no panista pide ayuda, reclama el cumplimiento del pacto federal, lo dejan en espera del bien de Dios. O de una hora políticamente oportuna. A juicio de quien acuerde el asunto con el que manda.

Y todavía hay severos analistas, de esos que otrora denunciaban a los “intelectuales orgánicos” y hoy beben de la fuente del poder, que denuncian el oportunismo de los coordinadores de las fracciones senatoriales y de la Cámara de Diputados del PRI y del PT que se negaron a sentarse a la mesa del señor Presidente. Y ahora quieren que vaya al Informe, dice el solemne senador Gustavo Madero.

Más bien le ha recordado Manlio Fabio Beltrones que “el diálogo con el Legislativo no puede de ninguna manera concentrarse única y específicamente en los coordinadores parlamentarios de los partidos políticos; para eso existe un Pleno en el cual es posible que él asista el día 1º de septiembre a platicar, debatir, aceptar preguntas y a emitir respuestas”.

¿Eso es “una trampa”? ¿Eso sería pecado de lesa majestad?

No hubo entonces Informe ante los representantes del pueblo y de los estados de la República Democrática, Federal y Laica. Hoy se rindió homenaje en Guelatao a Benito Juárez. Y el viernes en la primera reunión del año, el Consejo de Salubridad General resolvió declarar enfermedad grave al Covid-19. A la ya declarada Pandemia por la Organización Mundial de la Salud.

¡Juárez no debió de morir!

Ni podrán enterrar la no reelección los legisladores de Morena que sesionan sin reunir el número necesario para el Quorum. Y que aprueban someter a Juicio Político en la Cámara de Diputados a Rosario Robles, presa y ya ante un juez en espera de juicio y de sentencia.

Que todo ha cambiado, dicen. Pue’que sí, pue’que no. Lo más seguro es que quién sabe.