Humberto Musacchio
Es un completo desatino tildar de conservador un movimiento que centralmente busca algo tan elemental como la igualdad de derechos, sobre todo si se piensa que grandes contingentes del feminismo votaron por Morena en el 2018. Es igualmente absurdo considerar como enemigos del gobierno a quienes no comparten las descalificaciones presidenciales ante la entrada en escena de las mujeres, muchas de las cuales apoyan de manera militante y cotidiana a las actuales autoridades de la República.
En un movimiento de masas participan muy diversas fuerzas tratando de orientarlo en favor de sus planteamientos. De modo que no debe sorprender a nadie que la derecha, la izquierda, el centro, los de abajo y los de arriba pretendan llevar agua a su molino. Todo gran movimiento social tiene múltiples ingredientes y en él participan incluso los enemigos de la causa que se defiende o quienes tienen otras banderas. Lo que importa es la justicia del planteamiento central: las mujeres, legítimamente, exigen igualdad y respeto, y esa demanda es inobjetable.
Se censura al PAN por apoyar el paro femenino del próximo lunes 9, pues ese partido está en contra del aborto, el matrimonio gay y otras causas de ese talante, lo que es del todo cierto, pero se olvida que cuando Carlos Castillo Peraza era el dirigente de Acción Nacional, las mujeres eran mayoría –ignoro si hoy también– en los órganos directivos de esa fuerza política, algo que nunca han tenido el PRI, el PRD, Morena ni los demás partidos.
Hay la pretensión de etiquetar como conservador al movimiento feminista porque varias organizaciones empresariales anunciaron que no habrá represalias ni descuentos contra las mujeres que no asistan al trabajo. Sin embargo, en varias dependencias gubernamentales se ha dicho lo mismo y no por eso cabe descalificar a nadie.
Desde el otro lado de la barrera, se condena a Irma Eréndira Sandoval porque se atrevió a decir que para las mujeres sería más eficaz salir el día 9 de sus casas que quedarse en ellas “a lavar trastes y arreglar ropa”. Pues sí, pero si ahora la protesta será pasiva, en lo sucesivo tendrá que adquirir un talante más activo, porque la mujer gana derechos en el ámbito doméstico cuando sale a la calle a ganarse la vida y a manifestarse por la igualdad. Así lo muestra la historia.
Nunca las mujeres avanzaron tanto en el plano de los derechos como en los últimos 75 años, cuando se incorporaron masivamente al trabajo remunerado, el que ha dado a muchas independencia, una más alta conciencia de su valía –en nada inferior a la del sexo masculino– y mayor presencia en la política, la vida intelectual, el deporte y otros planos sociales. Las prédicas moralizadoras pueden ser plausibles, pero está demostrado que resultan poco eficaces. La medida más liberadora para las mujeres es su incorporación a las fuerzas productivas.
Desde luego, el avance hacia la igualdad tiene diversos caminos. En el ámbito deportivo no hace muchos años que se rechazaba la participación de la mujer en el fútbol, el boxeo y las artes marciales. Por supuesto, hace falta que esa participación sea masiva, pero los progresos ahí están y son conquistas de las propias mujeres, quienes han tenido que vencer mil obstáculos.
Para quienes desean reducir a las féminas a las tareas del hogar, es mala noticia que en la UNAM, desde hace dos décadas, la matrícula femenina sea mayoritaria. Diversas escuelas han tenido brillantes directoras y pronto, esperemos, deberá haber rectoras. En algunas universidades mexicanas ya se considera normal que una mujer ocupe la rectoría. En la UNAM no. En toda su historia, la Universidad de México no ha tenido rectoras, ni una sola, pese a que son numerosas las que en la ciencia y las humanidades han dado brillo a su casa de estudios.
En el mundo de la política, Silvia Hernández ha sido diputada, secretaria de Estado y cuatro veces senadora. Necesitamos muchas Silvias que con sus logros concreten la dilatada cadena de esfuerzos, sacrificios y valentía que han marcado la larga marcha de las mujeres hacia su emancipación. Ya es hora de que una mujer ocupe la Presidencia de la República.