Opinión

Ramón Huertas Soris

Un problema nunca debe intentarse resolver en el nivel de consciencia en que existe y se nos describe. El protagonista que lo intenta resolver debe buscar antes la mejor versión posible de sí mismo. Debe intentar trascender el estado de consciencia que hace marco al problema que le ocupa; por ejemplo: una persona padece una enfermedad degenerativa que lentamente está haciendo peligrar su vida, donde la ciencia médica no está dándole la solución. El no es doctor, pero es el protagonista, y sabe que probablemente la solución a su enfermedad radica en remontar el estado de consciencia que la enmarca; algo que todavía no se ha intentado en este caso. Entonces, orienta su pensamiento y meditaciones a enmarcar su enfermedad, digamos que fuera una artritis inflamatoria, proyectando su mente hacia las inflamaciones en general en el cuerpo humano. Así aprende teoría médica elemental sobre ese marco general que trasciende en amplitud a su enfermedad. Por otra parte, define su intención yendo más allá de su interés personal; y así se proyecta a diseñar una propuesta, ya sea profiláctica y/o terapéutica, para enfrentar todas las inflamaciones del cuerpo, para todos los seres humanos. Los entrenadores sabemos que son posible los saltos de consciencia. Grandes éxitos deportivos suelen justificarse por esos saltos; entonces, no es de extrañar que una enfermedad enfrentada con un salto de consciencia del protagonista, podría solucionarse con una facilidad desacostumbrada. Definitivamente todo problema resuelto por un protagonista, por la vía metodológica inteligente de buscar su solución a partir de un salto de consciencia previo, se convertirá en una magnífica oportunidad aprovechada que redundó en logros de su desarrollo humano integral.

Hagamos una práctica meditativa-racional, buscando trascender el estado de consciencia en que hoy la humanidad enmarca el gran problema de la pandemia del coronavirus.

El presente humano es una posición clave en la partida de ajedrez existencial que la dimensión humana juega en el espacio-tiempo del tablero universal. Nuestro bando (color de piezas) lucha por la evolución plena del máximo sentido humano. El bando oponente esgrime el freno implacable que marca la degradación involutiva del progreso de la condición humana. Nos toca jugar. La posición demanda jugadas muy precisas y determinantes para el resultado final de la partida, sólo así podremos alcanzar el Poder de Transformación Suficiente que marque Ventaja para nuestro bando; ventaja incrementable, en pos de la victoria. Los segmentos de ventaja (valores particulares del momento en la lucha de que se trate o partida) sabemos que se ubican técnicamente en las realidades objetivas, que hacen la faz del presente que se trate, visionado como una posición particular en el curso de la partida. La otra dimensión de valores se encuentra en el estado naturaleza/punto de evolución del conductor de la partida, atleta existencial protagonista, que acá es el colectivo humano en pleno o, al menos, una masa crítica de éste. Hablamos de un atleta que debe tomar decisiones y ejecutar jugadas precisas acorde a ellas. La posición actual de la partida es muy incierta, se resiste a abrir sus intimidades a la técnica humana milenariamente cultivada, dejando que se develen los enigmas de lo que procede hacer (jugadas exactas). Sin dudas la lectura de la posición pareciera correcta, pero las analogías contrastantes, inducciones y deducciones, resbalan sobre las incertidumbres de lo que nos es desconocido y no permite el aflorar de soluciones. ¡Quizás no procede aquí demandar soluciones desde las competencias de la técnica humana, que parece insuficiente y que hoy, con humildad novedosa, así lo está reconociendo. ¡Efectivamente! Los valores (segmentos gregarios conformadores del poder de transformación) aparecen, por una parte, en las realidades manejables con la técnica humana cultivada, que aplica para el mundo exterior a la persona (s) protagónica de la lucha que se trate. También sabemos que otro grupo de valores, pertenece a la esfera interior del atleta protagonista y así depende de su nivel de naturaleza/evolución. Tales niveles se traducen en Estados de Consciencia. Se siente, se intuye y responde a la razón que procede un salto de consciencia por encima del estado de consciencia que enmarca el problema presente; pero eso no es novedoso, lo que sí es novedad lo constituye la magnitud tremenda del salto que se demanda. Definitivamente en posiciones claves, complejas, inciertas y demandantes de altísimo nivel humano, de ser necesario, tendremos que empinarnos lo suficiente y acá la motivación es fuerte, porque los tres pactos: 1- Con nuestros componentes simbióticos (bacterias amigas) y metabolismo. 2- Con los otros humanos (entorno personal íntimo familiar y gran colectivo social) y 3- Con el entorno natural, mundial y universal. Esos tres pactos deben ser replanteados, para poder alcanzar el cuántico salto del nivel de consciencia que se constituirá en el valor develado oportuno, que ofertara el justo poder de transformación, incubador natural de las jugadas exactas, que demanda la incierta posición del momento en que se encuentra hoy la partida de la que tratamos. Revisar y potenciar nuestro buen estado intestinal para fortalecer nuestro sistema inmune, administrar ayuda externa para dotar al cuerpo de condiciones defensivas contra el coronavirus, bloquear los puntos fuertes de evolución del virus en sus fases de contagio, llegada al organismo, estabilización de su entrada y múltiples etapas posibles de multiplicación. Muy bien, ahora evaluemos propuestas y decidamos jugadas a aplicar; con la profunda convicción optimista de que el salto de consciencia demandado hoy a la humanidad, en el cual todos debemos participar para resolver el problema del coronavirus, sin dudarlo será uno de los momentos más formativos de toda la historia humana. Adelante que existen muchas jugadas al alcance del hombre y del bolsillo común, que son admirables para lograr no contaminarme, curarme rápido y eficientemente si llegara a contraer el virus, sin llegar a difundirlo y quedando inmunizado para no volver a padecerlo.