Opinión

Hugo Carbajal Aguilar

La religión es un fenómeno cultural que debe ser estudiado y atendido en razón del impacto social que provoca su inserción en nuestras comunidades.

Su origen tiene explicaciones históricas y antropológicas. En los albores de la humanidad nacen dos gemelitos simpáticos creados por el ser humano como una necesidad: el arte y la religión. El arte como necesidad estética; la religión como primaria explicación de nuestra aparición vital, así se inventaron los dioses. En toda la literatura antigua se encontrará la aparición de la diosa de la vida, la del amor, el dios del rayo, el de la guerra, los dioses y/o diosas de la lluvia… Zeus, en Grecia; Júpiter en Roma. Afrodita en Grecia, Venus en Roma. Marte y Ares; Mercurio y Hermes… Y aquí: Huitzilopochtli, Quetzalcóatl, Tláloc… En Mesopotamia, Ishtar y Tammuz con la diosa de la envidia Ereshkigal y Gilgamesh, el pastor; en Egipto, Atón…

Nuestra Biblia bien podrían ser el Popol Vuh y el Chilam Balam. La Biblia de aquellos lugares cuenta que el ser humano nace y es creado como hijo de la tierra, del barro; aquí, nosotros somos hijos del fruto de la tierra, del maíz.

La utilización de las religiones obedeció a causas de carácter económico y a intereses enajenantes que convenían a los poderosos. Fueron convertidas en una eficaz forma de controlar, de manipular, de enajenar a las multitudes ofreciéndoles un paraíso más allá de esta vida terrenal donde gozarían de toda clase de parabienes si se ajustaban aquí a la obediencia a su Señor y sufrían en silencio su explotación, su sufrimiento cotidiano.

En la Iglesia Católica jerárquica institucional se da también la lucha de clases. Mientras unos luchan por rescatar el Evangelio, otros lo imponen desde su visión anterior al Concilio Vaticano II y continúan con prácticas no precisamente pastorales que desvían a los creyentes de todo compromiso cristiano. Es una visión medieval, propia del Concilio de Trento –S. XVI- porque algunos de sus sacerdotes aquí en Morelos pretenden regresar a esos tiempos y espacios de fanatismo medieval e institucional.

Algunos sacerdotes que trabajan en distintas parroquias, Zacatepec, por ejemplo, así se conducen. Se finiquitó la reconstrucción y reparación de la iglesia del lugar. La empresa del Ingenio “Beta San Miguel” cooperó colocando una réplica del chacuaco con todo y reloj y la imagen de la Virgen. Así se ha ganado muchas bendiciones, ahora puede continuar con su explotación laboral.

La iglesia se reparó y los sacerdotes no repararon en recomponer el interior del templo con todo un arreglo preconciliar. En las paredes laterales colocaron muchas imágenes de distintos santos: San Judas Tadeo, San Francisco (suponemos), un niño Jesús y alguna advocación de la Virgen. En el altar se encuentra el Cristo crucificado y debajo de El la imagen tradicional y fantasiosa del apóstol Santiago montando su blanco corcel. Imagen fantasiosa hemos dicho porque ese apóstol evangelizó España y el Rey lo soñó combatiendo contra los moros. Es más, tirado a las patas del caballo había un pobre moro suplicando piedad. A partir de ahí el Señor Santiago fue trepado en un caballo blanco blandiendo su espada mata-moros.

Desde antes del Concilio Vaticano II, primeros años de los 60s, las imágenes ya habían sido retiradas porque afectaban el ánimo popular considerando que distraían a los creyentes del eje central de la Fe cristiana. Pero aquí han sido reivindicadas. Algo más, la imagen de María la Virgen está a un costado haciéndola menos importante que la de Santiaguito (como lo llama la gente).

Este interior del templo -que seguramente celebran algunos creyentes- representa una auténtica regresión en el trayecto que ha seguido el enriquecimiento de una fe basada en el compromiso existencial, concreto y específico de entrega al prójimo, no de veneración de imágenes que alimentan la enajenación.

Igualmente sucede con los sermones dominicales y las peticiones que esos presbíteros sacrosantos hacen a sus respectivas feligresías así como los cobros que realizan por los servicios religiosos aun cuando el Papa ha exhortado a todo el presbiterado a no cobrar. Bien podría sugerirse amablemente una cooperación que los fieles mismos consideraran suficiente y gratificante.

Escuchemos a una pareja de feligreses: “Hace 3 años, más o menos, vimos un aviso que nos invitaba a pagar en paquete, como en oferta, el bautizo, la confirmación y la primera comunión de las niñas y los niños, pues así les saldría más barato. Al término de una misa dominical el Padre ofreció una estatua de San Judas Tadeo para ser rifada, un santo, dijo, muy milagroso pues es el santo de las causas difíciles. Así nos quiso convencer para comprar boleto. Todo lo obtenido se utilizaría para reparar la iglesia.

“El Reverendo Padre dijo, además, que se ausentaría durante un tiempo pues iría a España para acompañar a otro hermano sacerdote que recibiría un diploma. Después iría al Vaticano y nos informó que si queríamos una bendición papal pasáramos a registrarnos a la oficina dejando 200 pesos pues eso costaba esa bendición que el Papa selecciona a quienes se la otorga”. Seguramente…

Un ejemplo más. En Xoxocotla, un pueblo de origen náhuatl, una señora atiende a los feligreses y les cobra por anticipado. A una pareja de novios que pretendía casarse les hizo que pagaran cada uno 500 pesos y a sus mamás otros 500 a cada una. Les pidió además una canasta de frutas… como ofrenda.

Todo esto me hace recordar lo que Jesús dijo a los mercaderes que estaban en el Templo: Mi casa es casa de oración y ustedes la han convertido en cueva de ladrones. Aquí hemos comunicado los esfuerzos de muchos cristianos comprometidos por rescatar el Evangelio. Hemos hablado de los documentos del Sínodo de la Amazonia que revelan compromisos eminentemente cristianos; hemos comentado afirmaciones papales en torno a la economía capitalista… pero estos señores curas no hacen más que regresar a una interpretación convenenciera del mensaje cristiano dejándolo en asuntos abstractos, espirituales, descarnados, fuera de toda concreción histórica actual y alejado de los problemas que atañen a los pobres, justamente aquellos a quienes preferencialmente se dirige el mensaje evangélico.

Nada que ver, pues, con la Teología de la Liberación ni con su compromiso para hacer realidad su fe no limitada a prácticas de culto ni mucho menos abusos mercantiles. ¿Sabrá el Sr. Obispo de estas calamidades financieras que ocurren en sus parroquias? No lo creemos. Es más, el Obispo se suma a este reaccionario pensamiento, pues en su homilía pasada dijo que esta pandemia es castigo divino a causa de todos los pecados del ser humano…

Pero, bueno… seguramente una bendición papal de 200 pesos y la intervención de San Judas Tadeo nos pueden salvar del coronavirus…