Opinión

Precisiones y recetas para el confinamiento

La construcción del mal llamado Tren Maya es un desatino que no merece ni la Península de Yucatán ni las generaciones futuras. Una necedad que contradice su construcción incluso el clima inhóspito que por estos días se sufre en Yucatán. Son imperdonables las ejecuciones de ambientalistas y condenable es el odio, se podría decir que: de clase, a los pueblos originarios y a quien no acepte decir que la hora es la que manda el que la pregunta cuando se alcanza el poder. Son tiempos de elegir del lado que queremos morir y hay decisiones inexplicables que quién sabe si la historia pueda justificar, como son los nexos con grandes capitalistas. El coronavirus ha puesto todo de cabeza y eso permite pensar que la humanidad que quede viva defenderá el derecho a su existencia de otra manera, no aceptando nunca más, por ejemplo, la conversión del derecho a la salud en mercancía.

Y aquí viene una primera receta. Tanto la mañanera como la vespertina, siendo un acierto informativo de cara a los gobernados, tendrían que cambiar el formato. Es innecesaria la conversión de las mismas en encuesta. Las manitas arriba y abajo que pide el conductor, convertidas muchas en comentarios inaceptables y mostrando el desconocimiento de la más elemental ortografía, generan un sentimiento de tristeza, lo mismo que muchas de las preguntas de los reporteros que aplauden y muchas de los que quieren meter goles. Las informaciones tendrían que ser escuetas y sin preguntas ni respuestas. Un pueblo adulto no necesita las cosas digeridas.

Una segunda receta tiene que ver con la educación en los lugares en los que los estudiantes tienen acceso al Internet como son las ciudades y las poblaciones grandes.

Es el momento de cambiar los temas dejando de pensar que lo importante es que aprueben el año escolar los niños y las niñas, aunque no hayan entendido nada los educandos encerrados con el miedo como compañía y sintiéndose ajenos a la familia hacinada, muchos en lugares pequeños, y viendo y escuchando que una pandemia va camino de dejarlos sin abuelos y que puede dejarlos sin padres e incluso matarlos también a ellos.

Es momento de desarrollar como juego las habilidades de los oficios que podrían atrapar a los niños y a las niñas. Oficios cuyo conocimiento es un bagaje que nunca está de más. La cocina, el arte, mucho arte: pintura, música, escritura, lectura de comprensión e historia novelada, mucha historia, geografía… Clases de todos los idiomas, tejido, manualidades, costura, siembra en macetas y en jardines, cuidado de bebés (retomando la puericultura) y de mascotas impulsando el amor a los más vulnerables… Hay mil cosas: clases de teatro, de danza, maestros enseñando a hacer mermeladas, que además podrían ser más saludables y, claro, para que esto funcione tendrían que saber los educandos que cuándo se regrese a la normalidad, que permita volver a las escuelas, van a ser evaluados en el oficio o los oficios elegidos y que si así lo desean los mismos se les van a seguir enseñando como parte integral de todo lo que es importante saber para facilitarnos la vida, ya sea porque a muchos les gustará ser plomeros, digamos, o electricistas o jardineros; y a los otros nos facilita la existencia saber que cuando se necesita un plomero quien se contrata como tal es tan eficiente como el médico que cura enfermedades o el ingeniero que construye una barda sin que se caiga.

Donde hay televisión lo mismo se podría hacer a través de la educación a distancia aprovechando además el rescate desde la SEP, con esa otra especie de Fobaproa, en el caso de sus orquestas, de Televisión Azteca, de la que es dueña, además, el anterior jefe de quien hoy en la SEP despacha, y a quien hasta se considera un empresario amigo de la 4T.