Opinión

El G-20 y el Covid-19

Los miembros del Grupo G-20 (integrado por 19 países, entre ellos los más desarrollados y algunos emergentes, más la Unión Europea) realizaron una Cumbre Virtual como resultado de la propagación del Covid-19, con el fin de analizar sus consecuencias y debatir estrategias para hacerle frente y en la misma no se abordó el petróleo, pese a que el precio es el más bajo de las últimas dos décadas.

Será un golpe universal y duradero y se trata de aplacar con medidas extremas, pero es previsible que se sufra un choque sin precedentes y detrás de la declaración de buenas intenciones existe un pulso entre naciones, Alemania que prefiere esperar el resultado final y otros como Italia, favorables a adoptar cometidos de urgencia como la emisión de deuda conjunta.

El Rey Salmán de Arabia Saudita, dirigente de la reunión, recordó a los fallecidos, pidió coordinación para restaurar la confianza y concluyó con un mensaje para apoyar a los más pobres.

Crear un fondo especial bajo control del Fondo Monetario Internacional dedicado a combatir el coronavirus fue planteado por el presidente ruso y su homólogo chino enfatizó en una respuesta concertada, rebajar aranceles, retirar obstáculos y facilitar el flujo de un comercio sin restricciones, en tanto el primer ministro inglés hizo un llamamiento para derrotarlo y adelantó una contribución de 230 millones de euros para la investigación dedicada a la búsqueda de una vacuna.

El presidente del Banco Mundial señaló que el objetivo es acortar el tiempo para el restablecimiento, crear condiciones que ayuden al crecimiento, apoyar a las pequeñas y medianas empresas y respaldar a los más frágiles, adelantando que ultiman un paquete de ayudas de 160 mil millones de dólares, decisión que está en la línea con la del secretario general de Naciones Unidas, que solicitó una acción armonizada y un plan para tiempos de guerra con tres áreas: suprimir la transmisión lo más rápido posible, minimizar la huella y sentar las bases para una recuperación más sostenible e inclusiva.

Crear un fondo mundial de emergencia humanitaria fue argumentado por el gobernante argentino, que también expuso su posición ante el dilema de preservar la economía o la salud y las diferentes posiciones que han tomado países como Brasil o Estados Unidos, enfatizando en la necesidad de responder de manera conjunta, en tanto el de México destacó lo que se hace para combatir la epidemia, expresando su solidaridad, principalmente a los pueblos que la están padeciendo, aprovechó para rechazar el racismo y la discriminación, pidió a las potencias no cerrar sus fronteras con políticas arancelarias y aconsejó que no utilicen el precio de los hidrocarburos, pues afecta a los que están en vías de desarrollo.

El mandatario español pidió acciones contundentes para dar confianza a los mercados y el de Indonesia aseguró que se está peleando en dos frentes: el COVID-19 y el debilitamiento de la economía.

Sus miembros lanzaron un mensaje de unidad. Se obligaron a hacer lo que haga falta y usar todas las herramientas para minimizar los efectos, adelantaron 4.5 billones de euros para políticas fiscales, programas de garantía y otras medidas para contrarrestar los impactos. También prometieron ampliar el volumen manufacturero de requerimientos médicos a un precio asequible y sobre una base equitativa, expresaron el apoyo a los bancos centrales y la reapertura del comercio de material clínico, productos agrícolas esenciales y a otros servicios transfronterizos proporcionales, transparentes y temporales, exteriorizando su preocupación por Africa y los refugiados y desplazados.

Se va hacia una profunda recesión, no vista desde la Gran Depresión y la situación es terrible para los mercados emergentes, que ya tenían una deuda externa altísima; los países en desarrollo deben afrontar el repago de 2.7 billones de dólares próximamente, lo que provocará el colapso de muchas naciones. Muchos se han quedado sin empleo y podrían no estar en posibilidad de pagar sus alquileres o hipotecas, por lo que los bancos están emitiendo cientos de miles de millones de dólares para tapar los agujeros que van a tragar a todos, los emisores de moneda están a tope y el dinero va a parar a no se sabe quién.

No se puede valorar todavía la dimensión de la crisis, indisolublemente unida al sistema capitalista de producción y distribución y se precisa determinar quiénes habrán de pagar los costos; el combate ocurre en el ámbito de la ciencia, de la economía, de la política y de la conciencia.

En Estados Unidos (inmerso en su tercer gran trance), su presidente hace un mes seguía insistiendo en que la Covid-19 era de poca importancia; en el anterior aprieto financiero, la economía cayó en torno a un 6% respecto a su propensión a largo plazo, la tasa de desempleo aumentó en cerca de cinco puntos porcentuales y ahora se perfila entre tres y cinco veces mayor.

Todos viven una sensación de irrealidad y al mismo tiempo, innovando estrategias para subsistir y resistir. Aquellos pilares sobre los cuales se construyeron la seguridad de las vidas (trabajo, salubridad, peculio), hoy se tambalean; las prioridades han cambiado, algunos proyectos quedaron en pausa, se adquirió otro ritmo y probablemente la mayoría tardará entre dos y tres años en regresar a los niveles anteriores, pero sólo uno es una espera inimaginable para millones de hogares.

El coronavirus ha demostrado que la globalización es exitosa para irradiarlo y desde el punto de vista económico, la profunda interrelación entre empresas y naciones las hace más vulnerables a lo inesperado y el autoaislamiento es hoy el peor enemigo. La competencia ha provocado un cambio en la dinámica de poder y dañado la cadena, obstaculizando la lucha contra la pandemia.

En el sector farmacéutico, lograr la vacuna es el negocio del siglo y las poderosas compañías hacen un lobby de millones de dólares ante gobiernos, congresos e instituciones; para las potencias es vital contar con ellas y con las universidades que investigan y posicionan sus productos en el mundo.

Es un tema de seguridad nacional y de posicionamiento. Se ha puesto de manifiesto una realidad preocupante: la sujeción de China para farmacéuticos y material sanitario (alrededor del 80% de lo que se vende en Estados Unidos es de ese origen y no muy diferente en Europa) y ese número, esconde algo aún mayor: es el proveedor más grande y el único de algunos de los componentes activos de diferentes medicamentos.

Se percibe el grado de interdependencia al que se había llegado; la ruptura de las cadenas de suministros, la acumulación de efectivos sanitarios y la limitación de movimientos de los ciudadanos, obligan a analizar el funcionamiento interconectado. En las relaciones internacionales tendrá alcances transcendentales en el liderazgo y la estabilidad; caben pocas dudas sobre cómo se encarará una profundización de los procesos de desglobalización y relocalización, un mayor protagonismo de China paralelo a la retirada progresiva de Estados Unidos, Washington vacila y Pekín se mueve rápidamente para aprovechar el vacío creado por los errores norteamericanos.

El futuro no es alentador y tampoco se vislumbra una mayor cooperación, se observa una peligrosa tendencia a resolver la situación mediante la represión y el aislamiento, cada quien hace lo que puede, como puede y con la gente con miedo a morir. Nadie controla nada y las arcas se van vaciando.

La experiencia sufrida conducirá a buscar una mayor nacionalización, o cuando menos, la regionalización. La conveniencia de reducir los suministros fabricados lejanamente, puede llevar a asegurarlos por producción en proximidad, las fronteras vuelven a recobrar el papel que jugaron en el pasado, incluso dentro de la Unión Europea y ante este estado de cosas, no están faltando las voces que preconizan una marcha atrás.

El precepto de “seguridad nacional” deberá incluir la redistribución de la riqueza, una fiscalidad más justa y reforzar el Estado de bienestar. Lo que hagan hoy los bancos centrales, los gobiernos y las instituciones moldeará las sociedades en lo venidero. Es tiempo de movilizarse para poner la salud y el trabajo de las personas primero.

Mientras tanto, se ha emprendido una campaña para pedir que se destinen parte de las astronómicas cifras militares a la sanidad; el G-20 es responsable por el 82% del dispendio castrense, representa casi todas las exportaciones de armas y tiene en su territorio colectivo el 98% de las bombas nucleares, es un 50% más alto que al concluir la Guerra Fría (1.8 billones de dólares al año) y la OTAN exige más aumentos, estando encabezada la lista por Estados Unidos que lo había elevado hasta los 649 mil millones de dólares (4.6% más que el período anterior y 36% del gasto mundial en 2018), le sigue China con 250 mil millones (14%) y a continuación Arabia Saudí, India, Francia y Rusia.

Hay pocas dudas sobre el hecho de que se entrará en recesión en 2020. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico ha recortado ya su previsión de crecimiento a la mitad, del 2.9% al 1.5%; la Agencia de Comercio de la ONU alerta sobre una ralentización y la Agencia Internacional de la Energía predice la caída en la demanda de petróleo.

La recuperación, una vez que se haya rebasado la crisis sanitaria, no va a ser sencilla, podrá darse por superada una vez la pandemia haya sido contenida, la inmunidad a la enfermedad haya aumentado o se haya desarrollado una vacuna.

El directivo del Grupo debería centrarse en los retos que se avecinan y presionar para acordar un esfuerzo conjunto para apoyar a los que poseen organizaciones más débiles; las enfermedades contagiosas han sido tradicionalmente una oportunidad para la colaboración y nunca antes el mundo había enfrentado los aprietos actuales de la salud pública y la capacidad para trabajar juntos ante un desafío compartido.

No cabe duda que el Mundo conocido hasta ahora cambiará, el neoliberalismo entró en su etapa terminal y es posible que el sistema del capitalismo salvaje evolucione hacia una repartición más justa, con un mayor cuidado del clima, la ecología, las riquezas naturales y la salud. Si al final es así, dejará no sólo muerte y destrucción y en esto el G-20 tiene un rol importante.