Ramón Huertas Soris
La atención humana actual converge hacia un tema: la pandemia coronavirus. Surgen preguntas tremendas como la siguiente: ¿Dónde están las garantías que la sociedad capitalista ha de dar a las individualidades humanas sobre los derechos básicos, empezando por el derecho a la vida? ¿Acaso no está cobrada la inversión de convertirnos de identidades personales diversas y únicas en seres sociales, 98% por ciento homogeneizados con programaciones colectivas y respetuosos de los paradigmas de un sistema que se atribuye ser paladín de la democracia en función de la libertad, la igualdad y la justicia?
Hoy la comunidad científica trabaja intensamente junto a los trabajadores de salud, cada uno en su frente. Los científicos, urgidos como están de encontrar soluciones a la pandemia del coronavirus, se saltan las bardas de las normas, investigando lo no autorizado; dejando así al desnudo las realidades de manipulaciones contra las personas y a favor de grandes bolsillos sin fondos; mismas que operan socialmente protegidas, más bien blindadas, en el sistema capitalista actual. Veamos un ejemplo reciente: en el sitio Web MedPage Today, se publicó un artículo este pasado 25 de marzo, donde se menciona que el Dr. John C. Unbau, especialista del sistema de Salud Pública de EU, intentó promocionar investigaciones institucionales, partiendo de los mil veces citados argumentos científicos acerca de que la vitamina D es una buena opción para prevenir y tratar enfermedades respiratorias de tipo epidémico. La respuesta oficial que recibió dicho doctor desnuda totalmente cómo los sistemas de salud en el capitalismo son empleados de las empresas farmacéuticas; debiendo responder primero a sus intereses empresariales, que a la propia salud de las personas que han confiado sus vidas y a veces hasta el futuro económico de sus descendientes; por grandes deudas colectivas contraídas, supuestamente para garantizar la salud futura de tales continuadores de la existencia humana. Al Dr. John, el cautivo e impotente sistema social le respondió, mostrando su docilidad ante su empleador: No se ha desarrollado una estrategia de investigación patrocinada por el Gobierno para estudiar el tema, ya que no hay autorización para explorar ninguna alternativa al programa de vacunación existente. Noticia, acaba de dictarse la primera ley de vacunación forzosa y coercitiva contra el coronavirus en Dinamarca, lo que sigue es evidente pues ya saben quiénes serán los ejecutivos y grandes beneficiarios de esa ley y también quiénes serán los perjudicados. Es necesario plantear que hoy muchas procedentes investigaciones huérfanas de autorización y de presupuesto, han encontrado que garantizando los niveles óptimos de vitamina D en las personas, se previene uno de cada cuatro posibles casos de gripe; mientras que las vacunas sólo previenen uno de cada 71 casos posibles. Sabemos todos adónde van a parar las millonarias ganancias de los programas de vacunación para prevenir las gripes estacionarias, donde cada vacuna contempla más de una cepa infecciosa prevista y donde parece ser que en los dos últimos dos años las vacunas no han acertado ni siquiera para una de ellas en la práctica. Igual ocurre con la vitamina C, la vitamina B1, la hidroxicloroquina y muchos otras sustancias interesantes y con resultados prácticos reportados contra el coronavirus; entre las que destaca el reprimido, bloqueado e intensamente perseguido dióxido de cloro, al que recientemente Suecia se ha atrevido a considerar como la salvación de la humanidad, según afirmó el Doctor alemán Rainer Taufertshofer, este 7 de abril, en la revista Ciencia y Espíritu. Efectivamente hay muchas alternativas interesantes a considerar en la batalla humana frente al coronavirus, pero todas han chocado contra las palancas de freno, bloqueo y estigmatización que, protegidas por el poder del Estado, ha de enfrentar toda alternativa medicinal que, aun resultando eficiente, atente, al ser barata, contra el tercer poder económico del mundo, las empresas farmacéuticas; que tienen como empleados a las estructuras institucionales capitalistas, especialmente las de salud. Toda esa desnudez hoy, ante los ojos atentos de la humanidad en pleno, está demostrando que el capitalismo, supuesto redentor de la humanidad, es el mayor agente patógeno que atenta contra la dignidad y la individualidad humana, empezando por la vida misma. Se visiona necesario y urgido que, con auténtica democracia, la humanidad convoque a una constituyente de revocación urgida del sistema capitalista salvaje e inhumano. Alguien podría indicar que la sociedad capitalista sí protege a las personas de los inhumanos procederes de las farmacéuticas, poniendo el ejemplo de la multa gigantesca de cientos de miles de millones de dólares que se le puso a la famosa compañía farmacéutica Merck, multa de carácter criminal por haber introducido ilegalmente en el mercado a una droga que no había cumplido los protocolos establecidos de garantías para los consumidores. Pero cuando sabemos que lo ocurrido se debió a que el Vioxx (medicamento antiinflamatorio) probadamente duplica el riesgo de enfermedades críticas coronarias y cerebrovasculares; y que se produjeron 27,000 demandas acerca de personas que tomaron el Vioxx y sufrieron dichas enfermedades, normalmente de carácter mortal. Cuando se lee que al momento de retirar el Vioxx del mercado, sólo en EU se habían vendido 25 millones de paquetes. Entonces comprendemos que lo judicialmente procedente debió haber sido culpar a dicha farmacéutica de genocidio contra la humanidad; impidiéndole seguir funcionando y no ponerle una simple multa, que pagaron con una parte de las tremendas ganancias que les dio sólo la venta genocida del Vioxx, quedando libre y económicamente favorecida para otras violaciones futuras contra la vida humana. Definitivamente, insistimos en que desde muchos ángulos y enfoques, la pandemia del coronavirus está desnudando ante la mirada, por primera vez masivamente alerta de la humanidad, que la sociedad capitalista, esa que la Dama de Hierro, Margaret Thatcher, dijo que necesita prescindir de un tercio de la población para garantizar los derechos humanos de los dos tercios restantes; tal sociedad, no es para nada garantía de la justicia, la libertad y la igualdad, porque corruptamente está incapacitada para garantizar a las personas el primer derecho humano: el derecho a la vida, y ni siquiera a su dos tercio privilegiados, como nos muestra hoy el coronavirus. Bernie Sanders, al referirse a ese tercio y dos tercios de la sociedad, en oposición al socialismo corporativo para los ricos y poderosos que representa Donald Trump; ha citado al Dr. Martin Luther King: “Este país tiene socialismo para los ricos y un individualismo robusto para los pobres”. Para ampliar lo tratado, ver el artículo del New York Times, publicado por Duff Wilson, el 22 de noviembre de 2011: “Merck pagará $950 millones sobre Vioxx” y no dejar de ver el magnífico y reciente editorial del Washington Post del 25 de marzo pasado, titulado: “O muere el capitalismo salvaje o muere la civilización humana”. Estados Unidos, supuesto éxito modelo ejemplar del capitalismo, este martes 7 de abril a las 8:56, reportó 399,081 enfermos de coronavirus, 1,736 muertes en un solo día, para arribar a un total de 12,907 fallecidos, en el corto tiempo en que viene actuando dicha pandemia.