Opinión

¿Crecimiento o Desarrollo? Eh ahí, el absurdo dilema

Por Francisco Javier Pizarro Chávez

Reflexiones en Voz Alta

Como era de esperarse, la pandemia del coronavirus 19 en su Fase 3, se ha expandido en la mayoría de todos los países, puesto en riesgo la salud, la vida, seguridad y bienestar de millones de personas. La tasa de letalidad se ha incrementado en forma considerable, particularmente en Estados Unidos, Inglaterra e Italia.

Esta crisis sanitaria también ha impactado la economía mundial, empezando por China que tuvo una contracción del 6.8 % del PIB anual durante el primer trimestre (enero-marzo); Estados Unidos, el país más afectado por la pandemia, también tuvo una caída de 4.8% del PIB a tasa anual en el mismo período; Italia, el segundo país con el mayor contagio y tasa de mortalidad del coronavirus, registró un declive del 4.8% de su PIB; y España, que ocupa el tercer lugar de los países más afectados por el coronavirus en Europa, tuvo una merma de 5.2 en el primer trimestre. México tuvo un descenso más moderado del 2.4% en este trimestre.

Me queda muy claro que esta crisis global generará cambios estructurales que, quiérase o no, modificarán el entorno económico, como históricamente ha ocurrido.

Y es que la crisis de ahora reproduce a fondo las características de las anteriores crisis devastadoras que sacudieron al mundo: Disminución de la demanda, colapso de la producción, desempleo masivo, crisis financiera y, en consecuencia, miseria y pobreza de la sociedad.

Y ese es el quid de este grave problema, el cual puede tener solución si, como señalamos líneas arriba, se crean cambios estructurales profundos y cadenas vinculatorias entre el crecimiento y el desarrollo económico, que como he subrayado en anteriores artículos, la mayoría de los ciudadanos consideran que es lo mismo, cuando no es así. Me explico:

El Desarrollo Económico se concibe como un alza del sistema social completo con respecto a salarios, ahorros, inversiones, nivel educativo, salud, vivienda, servicios públicos y preservación del medio ambiente.

Implica cambios progresivos en la estructura socioeconómica para que puedan obtenerse resultados positivos a largo plazo.

El Crecimiento Económico, por su parte, se refiere únicamente al incremento gradual de la productividad real de un país, en el corto plazo.

El Desarrollo Económico conlleva no sólo cambios cuantitativos sino también cualitativos, como son mejorar las condiciones de vida de las personas; su acceso a la educación; a una vivienda digna, empleo remunerado, pensión a adultos mayores y distribución equitativa de la riqueza.

El Crecimiento Económico por el contrario está más enfocado al aumento del capital del sector productivo y las utilidades, ganancias, intereses, rentas y valores del sistema financiero.

En buena medida, eso explica el porqué de la confrontación que se ha creado entre el sector privado y el sector público, o para decirlo más concretamente, entre las cámaras empresariales (Coparmex, CCE, Canacintra, Canaco) y Bolsas de Valores, Bancos y agencias calificadoras de riesgo, y el gobierno de la 4ta Transformación.

La iniciativa privada insiste en que se incremente el crecimiento económico con apoyos fiscales al sector empresarial y el gasto público para inyectar recursos a los PYMES para reactivar el consumo.

El Gobierno de la República le apuesta al Desarrollo Económico, sin endeudar más al país e incrementar impuestos, sino “apretándose el cinturón” con la política de Estado para aumentar el presupuesto y fortalecer los programas sociales y proyectos prioritarios de todos conocidos, y otorgar “créditos a la palabra” a las micro y pequeñas empresas y negocios informales que han sustentado la crisis y no han despedido a sus trabajadores.

Desde mi modesto punto de vista, considero que lo más viable y positivo para el país es ensamblar ambas cadenas en el corto y largo plazo. Como ya lo he manifestado en artículos anteriores. El Crecimiento y Desarrollo Económico se presuponen uno a otro. El sector empresarial debe entender que no hay crecimiento económico sin desarrollo social y, el Estado, que tampoco puede haber Bienestar social sin una economía sólida.

Es responsabilidad de unos y otros no aferrarse al “absurdo dilema” en comento. Por el contrario, ambos deben encender sus luces para que los ciudadanos logremos traspasar el tenebroso túnel de esta crisis, en bien de nuestra patria y las nuevas generaciones que nos remplazarán.

Veremos y diremos si tienen una parte y otra la entereza de dejar de lado esa ilógica confrontación, que “A nadie beneficia, pero a todos perjudica”.