Opinión

Delfín Quezada Domínguez

Una vez escuché a alguien decir a otra persona: “Si quieres conocer la historia de un pueblo, visita el cementerio”. No recuerdo quién se lo dijo a quién, dónde ni cuándo; he llegado a sospechar que ese diálogo nunca sucedió, que fue un producto de mi imaginación. Pero, cada vez que la recuerdo, la frase sigue pareciéndome tan buena que me convenzo de que no fui yo, de que tiene que habérsele ocurrido primero a otro. Ahora no estoy en el cementerio buscando a alguien que me cuente su historia; sino ahora estoy en un encierro a causa de ese “bicho” que tiene al mundo de cabeza y de espaldas. Y es en este momento, que desde la ventana de mi hogar de Mérida trato de recrear la historia de mi municipio y su cabecera: Progreso. En esta reclusión involuntaria mencionaré algunos lugares, personas e instituciones que hacían del municipio de Progreso de 1948-1950 un lugar pacífico y tranquilo para vivir, sobre todo, con esas playas tan hermosas para caminar en las tardes después de las lluvias de mayo.

Para los años señalados, Progreso tenía una población de 13,783 habitantes en todo el municipio, incluidos los 11, 990 de la cabecera, y el medio más utilizado era el tren que salía para Mérida a las 10:30 AM y 17:30 PM, es decir, había dos turnos para trasladarse a la capital. Este tren hacía su recorrido saliendo de Progreso y haciendo escalas en San Ignacio, Yaxché, Chuburná de Hidalgo, Itzimná, llegando a Mérida a las 11:20 de la mañana. El precio del recorrido Progreso-Mérida era de 0.65 centavos. El boleto más económico era el tramo hasta San Ignacio el cual costaba 0.35 centavos.

Esta introducción, mis estimados lectores, es para que se tenga una idea de lo que en esos tiempos se invertía en tiempo y dinero para llegar a Mérida, eso sin mencionar las parcelas de henequén que adornaban el verde paisaje del recorrido y que hoy en día sólo se podrá recrear en los museos regionales y en los libros de historia. Continuando con nuestra intención original, es decir, de mencionar sitios y personas de Progreso, creo que por la situación actual valdría la pena comenzar con algunos:

SALONES DE CERVEZA (pensamos que eran para familias a diferencia de las cantinas) que funcionaron para esos tiempos. Por ejemplo, el salón de don Victoriano Almeida que quedaba en calle 31 # 179; el de Francisco Argüelles, en el malecón; el de Mercedes Basto 42 # 143; Cervecería Yucateca, C-27, en el Bazar; Manuel Cortés, en el malecón; El Cordobés de Emilio Pech, 30 X 31; Rosa María Ramos, 18X 21; Guadalupe López, 27, en el Bazar. EXPENDIO DE LICORES: Alfredo Enríquez Solís, 30 # 138; José Patrón Nicolí, 27 # 149-A; Armando Paul M., 25 # 96; Luis Pérez Escalante, 30 # 140; AGENTES DE LA CERVECERIA YUCATECA: Baltazar Jofre, 27 # 140-A; La Antorcha S.C.L., 27 # 136. Y las CANTINAS. De Tufic Charruf Baduy, 30 # 119 Bazar; Teresa Farjat de Charruf, 30 # 119; Faustino Castro Formosa, C-30, Bazar; Felipe Bobadilla, que estaba en el Mercado Municipal; Filimón Nah Pech, 35 # 216-A; Enrique Zapata Lara, 30 # 137 X 29; José Sacramento Meza, 27 No. 138; Sérvulo Montero Gallareta, en el Mercado Municipal; Félix Flores Denis, Mercado Municipal; “La Cambrinus”, de José García de la Fuente, 27 # 147; “El Aguila” de José González, 30 # 134; Manuel Andrade Lizama, tenía dos locales, en el Mercado Municipal y en la avenida Pino Suárez.

Estos eran algunos espacios que figuran en los anales recreativos y de diversión de Progreso a mediados del siglo pasado, muchos de ellos fueron desapareciendo conforme avanzaba la “modernidad” en nuestro país. Aún tenemos algunos más de estos lugares tan famosos de nuestro puerto, pero no tendríamos espacio en estos momentos para hacer referencia de cada uno de ellos. Sin embargo, en la próxima entrega harée mención de los faltantes para que nadie se moleste.

También teníamos varios lugares donde la juventud y los que ya habían acumulado bastante juventud se reunían para pasar buenos momentos y comentar los vaivenes del día. LOS BILLARES eran esos lugares. Teníamos el billar de Manuel Alcalá que se ubicaba en la calle 35 S/N; El Centro Español, 30 # 142; el de Miguel Castro, 30 # 142; el de Ervigio Sánchez, 35 S/N; y el de Leónido Vázquez, ubicado en la calle 30 # 144. LOS CAFES Y FONDAS de Alejandro Domani, ubicado en la calle 30 # 142; José León Lam, 27 # 146; el de Emilio Pech Uc, en la calle 30 # 150; y el de Manuel Pérez Ramos, asentado en la 33 # 150, la de Enrique Vadillo en la calle 27 del Bazar y la de Rodolfo Villanueva ubicada en la 25 # 114. LAS PANADERIAS de don Benjamín Canul, en la C-35 # 231; la de Carlos Carvajal Trejo, en la C-30 # 145; la Sucs. Castro Hermanos, en la C-27 # 142; la cooperativa de panaderos en la C-29 # 16; la de Carmen Ferráez, C-30 # 146; la de Luis Ordaz Portales, en la C-27 # 117; y la de Tito Villamil Basto, ubicada en la C-30 # 149

Para esas fechas Progreso contaba con 4 GASOLINERAS: La de Emilio Larrosa Lago, que se ubicaba en la calle 30 # 143; la de Félix Lejeune, 19 # 142; la de Sabido López V., en la 28 # 146; y la de Augusto Losa Triay, situada en la 28 # 156.

Teníamos muy buenos MEDICOS, como el Dr. Oscar Cervera Pérez, quien tenía su consultorio en la calle 29 # 145; El Dr. Pedro I. Pérez Piña quien atendía a sus pacientes en la calle 27 # 113-A y cuyo número telefónico era el 67 (así es, mis estimados lectores, para esas fechas los números telefónicos solamente comprendían dos dígitos), y la famosa enfermera Doña Elia Solís Peraza, quien atendía a sus pacientes en la C-25 # 135. La histórica LIBRERIA de don Antonio Moncada, ubicada en la C-30 # 135.

Por el día de hoy creo que he cumplido mi tarea en el confinamiento ya cotidiano, en donde los recuerdos y espíritus que aparecen a través de los libros hacen un ejercicio excelente para la memoria. Lugares y personas de nuestro puerto de Progreso son parte de ese acervo histórico que debemos recordar y conservar, pues todo eso hace de nosotros una hermandad en estos momentos de trance muy difícil y cuya solidaridad solamente puede presentarse a base de la cultura y de la historia de nuestros orígenes.