Opinión

Resistencia comunitaria

Alberto Híjar Serrano

El problema es que la corrupción histórica del Estado ha procreado 47% de pobres del total de la población. A la par, una caterva de ricos, muy ricos, unos cinco mil, se han acostumbrado a mandar a los gobiernos bien dispuestos a contratar con ellos la obra pública y a facilitar negocios con los consorcios trasnacionales mediante la cesión de terrenos, exención de pago de la energía eléctrica, el agua, los impuestos, como subsidio al falso desarrollo social. El resultado es desastroso porque no sólo se ha devastado el territorio que dejó de ser nacional, sino que se han procreado relaciones de producción que hacen de México el país con los salarios más bajos del continente. De aquí, la explotación extrema de las maquiladoras, por ejemplo, negándose a parar en la emergencia sanitaria y la dependencia extrema de la industria automotriz para no parar por los perjuicios a la cadena productiva que abusa de la mano de obra mexicana muy barata. El viejo truco alemanista de llamar Automex a la Chrysler en México, ha dejado de tener sentido. Cosas de la globalización.

Debiera ser un escándalo la exigencia de Canadá de aumentar los salarios en México para impedir la competencia en el Tratado que nunca fue de libre comercio, pues los aranceles e impuestos los fija el país más poderoso. Noam Chomsky ha llamado la atención sobre la economía política de la explotación organizada por instituciones sin rasgo alguno de democracia. El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, es el brazo económico de los grandes consorcios yanquis y sus alianzas con la Comunidad Económica Europea para la subordinación de los países con pobreza histórica insuperable. Elecciones y democracia resultan así subordinadas a grupos de poder omnímodo que no rinden cuentas a nadie. Para nada favoreció a México la presidencia de Angel Gurría en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. El capital y la bolsa de valores no tienen patria. El lema “votes o no votes, no te representan” hay que hacerlo valer con la lucha organizada desde abajo y a la izquierda.

El pataleo de AMLO para no ajustarse al cobro de impuestos al consumo y a la exención de impuestos, energía eléctrica y agua a los consorcios, que quieren ser quienes fijen las cuotas, es un intento laudable de justicia que requiere de fortaleza popular. Hay forcejeo entre desiguales y algo queda con el gobierno ganado por treinta millones de votantes despojados de representaciones sindicales y partidarias. Las grandes movilizaciones como las de las mujeres el 8 de marzo pasado, no ejercen la presión política necesaria ante partidos sin programas.

Pero la crisis mundial descubre la lucha de clases y el escándalo en México de la cultura de la plebe como resistencia salvaje al incumplir las exigencias sanitarias, al negar la gravedad de la pandemia, al atacar a los trabajadores de la salud. La historia de fraudes de Estado de todo tipo, de crímenes impunes, de institución del soborno en todos los niveles, explica la resistencia contra los gobiernos pese al afán informativo del Presidente de la República. Viejos recursos de autodefensa popular salen a relucir: el tianguis, la fiesta, la borrachera, la ocupación de calles y plazas para el reventón. Una ignorancia ancestral cultivada por la degradación de los gustos a base de canciones, videos y series de televisión sensibleras y cursis, dan sus frutos en la declaración del virus SarsCov2 como el chupacabras: puro cuento, puro invento para dañar a los pobres y terminar con ellos. Prostitución, drogadicción y enriquecimiento a toda costa, son exaltadas como virtudes de las figuras históricas de la industria del espectáculo. La violencia extrema de Rápido y furioso, El Chema, Sicario, el Señor de los Cielos, alimenta el tiempo libre excesivo en la cuarentena. Contra esta infamia, las tradiciones comunitarias organizadas como defensa del derecho al agua, a la tierra, contra las mineras devastadoras, son ejemplos de organizaciones justicieras desafiantes de la violencia de los gobiernos que siempre han engañado y abusado de los pobres y disimulan los crímenes paramilitares de periodistas, dirigentes comunitarios y feministas en lucha.

Una intelectualidad ajena defiende sus privilegios, se queja, exige. Nada hacen el Colegio Nacional, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, el Seminario Mexicano de Cultura, la Academia de las Artes. La intelectualidad otra, la que siempre ha encontrado resquicios institucionales para impulsar proyectos redentores ante situaciones apremiantes, se mantiene en lucha y trabaja intensamente. Su trabajo es colectivo y de organización comunitaria como en los tres proyectos resultantes del Taller de Arquitectura de Selene Laguna en la Universidad Autónoma Metropolitana de Azcapotzalco. El 12 de mayo fueron presentados en vía electrónica, por voceros designados por cada uno de los grupos estudiantiles. Decidieron nombres elocuentes, todos ellos fundados en la consigna que suele repetir Doña Fili, la joven veterana de Pedregales Santo Domingo, desde su ocupación muy esforzada y peligrosa después del 68. La consigna “el agua es vida y la vida se defiende” es concretada en los proyectos que incluyen un ágora o salón de asambleas, biblioteca, aulas y talleres, campos de juegos, espejos de agua del manantial ahora cegado por la empresa Quiero Casa. Trescientos sesenta y cinco departamentos ha construido en Aztecas 215, dirección que se ha convertido en nombre de la lucha por agua y servicios, el rescate de los acuíferos, pues mientras los departamentos ya ocupados en parte cuentan con ella, a la vuelta está dosificada por pipas con todo y propinas cada que descargan dos veces por semana en el mejor de los casos. La Asamblea de Barrios, Pueblos, Colonias y Pedregales de Coyoacán es un excelente ejemplo de resistencia comunitaria organizada y constante para probar que la salud no se reduce al combate a la enfermedad, sino es la plena satisfacción de vivienda digna, ambiente sano, servicios constantes, alimentación nutritiva, cultura sustentada en la historia nacional desde abajo y a la izquierda, con la fiesta como alegría compartida en todos sentidos alimentados por grupos de estudio, actividades artísticas y científicas. La intelectualidad, otra interesada en servir al pueblo y no en defender sus sobresueldos, trabaja para generar saber complejo y dialéctico entre los universitarios y los constructores de un hábitat ejemplar. Contra la degradación social, la salud plena que exige lucha civil, política y económica. “Educación, cultura, identidad”, es uno de los lemas de la nueva formación social.