Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
La emergencia surgida por la pandemia vino a trastocar el programa de gobierno del presidente López Obrador, quien al comenzar el sexenio encontró condiciones propicias para lograr que el país resurgiera de sus cenizas después de la debacle neoliberal. A un mes de que se cumplan dos años de su apabullante victoria en las urnas, el escenario es distinto no sólo por el COVID-19 sino por la insana distancia entre el mandatario y el partido que organizó e impulsó para que lo arropara en la contienda electoral.
En este lapso, ha quedado claro que Morena no es protagonista en el proceso de transformación del Estado mexicano, hecho que necesariamente tendrá efectos negativos en el proyecto de cambios históricos que pretende llevar a cabo el jefe del Ejecutivo. Ningún proceso progresista en el mundo se ha podido consolidar sin el apoyo de una organización de masas que sirva de escudo contra la reacción de los intereses afectados, que en el caso de México son extraordinarios.
El distanciamiento entre el Presidente y su partido se ha hecho más profundo, a extremos absurdos. Pareciera que en su afán de romper con el viejo régimen neoporfirista, el Presidente quiere incluso marchar hacia la meta de la Cuarta Transformación acompañado sólo del pueblo, de manera espontánea y voluntarista, lo cual conlleva riesgos muy altos. El principal de ellos, carecer de líneas de interlocución que faciliten una positiva y duradera organización de su base social.
La derecha y el conservadurismo más rancio le apuestan a la derrota del proyecto de la 4T. Son capaces de actuar como lo hicieron los conservadores del siglo XIX, así lo acaba de demostrar el grotesco dirigente visible de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), Gustavo de Hoyos. Ellos, sin saberlo, están abonando el terreno para que el mandatario siga adelante con su proyecto por sí solo, sin el apuntalamiento de su partido. Sin pretenderlo, le están haciendo más daño con su miopía y egoísmo de clase, que con sus ataques llenos de odio.
Su menosprecio a la derecha se le puede revertir, sobre todo por su insana distancia con Morena. De ello ya se dieron cuenta algunos de sus legisladores, como lo deja ver el manifiesto que publicaron el fin de semana, con el objetivo de instar a la población a defender la 4T. Los principales firmantes son senadores de reconocida filiación lopezobradorista, entre los que destacan Martí Batres, Ifigenia Martínez, Jesusa Rodríguez, Napoleón Gómez Urrutia. Aunque el tema se enfoca, sobre todo, a demostrar que el gobierno federal ha cumplido eficaz y oportunamente el reto de atacar la pandemia.
Dicho manifiesto es la demostración de que los senadores firmantes palpan el riesgo que corre el proyecto de nación del mandatario, no sólo por la beligerancia de la derecha neonazi, sino particularmente por el desprecio que tiene el Presidente por el partido que lo cobijó para consumar un triunfo histórico en las urnas. Actúa como un “monarca” que sólo necesita a la “nobleza” (su gabinete de incondicionales) para enfrentar los retos de la gobernabilidad.
El problema de fondo es que sin interlocución con las masas, no en mítines en los que sólo el mandatario tiene voz, sino con una organización que permita valorar la realidad concreta, el desgaste del ejercicio cotidiano del poder será brutal, irreversible y favorable al conservadurismo, que regresaría con una sed de venganza peor que en Bolivia. Esperemos que no sea demasiado tarde cuando actúe con visión de estadista.
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