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Opinión

Algo que Kamala Harris debería conocer

Por Jorge Gómez Barata

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos, uno de los documentos políticos y revolucionarios más trascendentales de todos los tiempos, afirmó: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”

Algunos críticos alegan que, al referirse a los hombres, se incurrió en un error pues, explícitamente, se excluyó a las mujeres. Al respecto, algunos lingüistas y otros comentaristas argumentan que hombre es un genérico referido a la especie que incluye a todos.No obstante, existen pruebas de que, respecto a este asunto, los redactores estaban advertidos.

El 31 de marzo de 1776, noventa y cuatro días antes de que el 4 de julio se proclamara la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, Abigail Adams, escribió a su esposo, John Adams, uno de los autores de aquel documento y segundo presidente de los Estados Unidos, lo siguiente: "Tengo muchas ganas de oír que han declarado la independencia. Y, al respeto, en el nuevo código de leyes que supongo escribirán, les pido que recuerden a las damas y que sean más generosos y favorables con ellas que sus antepasados…Si no nos otorgan el debido cuidado y la atención particular a nuestras personas, estamos resueltas a fomentar la rebelión y no nos consideraremos sujetas a cualquier ley en cuya elaboración no tuvimos ni voz ni voto.”

La respuesta de Adams no pudo ser más impropia: “Me das risa con tu código de leyes…” Se nos asegura que nuestra lucha ha relajado las cadenas del gobierno por dondequiera; que los niños y los aprendices se han vuelto desobedientes; que hay turbulencia en las escuelas y universidades; que los indios faltan al respecto a sus tutores y los negros son insolentes con sus amos. Pero tu carta es la primera insinuación de que otra tribu, más numerosa y poderosa que todas las demás, estaba descontenta…”

A la anécdota del intercambio entre los esposos Adams, añado la historia de Clara Shortridge Foltz, una estadounidense a la que se le negó el ingreso al Hastings College of the Law de California con el argumento de que la ley establecía que sólo los “hombres blancos” podían ser abogados. No obstante, en 1878 rindió exitosamente los exámenes, fue la primera mujer abogada en California y emprendió una acción legal contra la mencionada ley, consiguiendo cambiar la palabra hombre por persona. De ese modo, en aquel estado, las mujeres pudieron estudiar leyes y ejercer la abogacía.

En el Libro del Génesis, el asunto está más claro, pues: Dios creó al hombre a su imagen; y los creó varón y mujer…”. Según el precedente bíblico, Dios no se atuvo a lo genérico, sino que fue categórico al diferenciar a los hombres y a las mujeres.

Los prohombres de la revolución americana parecen haber faltado a misa cuando todo esto se explicó. No lo hicieron y los resultados están a la vista.

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