Por Jorge Gómez Barata
Por afirmar que: “En caso de ganar las elecciones, retomaría la política de Barack Obama hacia Cuba…”, Joe Biden, candidato a la presidencia de los Estados Unidos, no necesita más para saldar las dudas respecto al gobierno y el pueblo cubano.
Dar continuidad a la política cubana de Obama expresa la voluntad de distensión que configuraría una plataforma para aproximar posiciones, definir agendas y propiciar un clima a partir del cual es posible avanzar, no solo hacia lo que Cuba quería, sino hacía lo prefería Barack Obama que consideró obsoleta la política seguida por las anteriores administraciones, incluido el bloqueo que, según su credo, en lugar de aislar a Cuba aisló a los Estados Unidos”.
Obama no fue un amigo ni un aliado de Cuba, sino un presidente de Estados Unidos que, salvando las asimetrías y el desencuentro histórico iniciado por la Enmienda Platt, así como las insalvables diferencias ideológicas derivadas a la vez del anticomunismo vigente en la política estadounidense y la agresividad ante la Revolución, trabajó para sustituir la hostilidad entre Estados Unidos y Cuba por la vecindad. Nadie descubre nada nuevo al observar que, como cabeza política del imperio, Obama desearía un cambio de orientación de la política cubana, para lo cual instaló premisas, distintas a las políticas agresivas de sus predecesores, escogiendo opciones más aproximadas a la batalla de ideas preferida por Cuba. Obviamente también existen cubanos que aplaudirían a unos Estados Unidos socialista, lo cual no significa que conviertan tal cometido en un objetivo político.
Dígase lo que se diga, Barack Obama fue el único presidente estadounidense que, en los 118 años de historia republicana de Cuba, dialogó con las autoridades nacionales sobre temas bilaterales en pie de igualdad, sin condicionamientos previos, sin exigencias y sin mezquindades, lo cual había sido una aspiración de los cubanos y una brillante conquista de la Revolución. Por añadidura es el único que visitó la Isla y, fraternalmente departió con el pueblo y con las autoridades.
Raúl Castro que a la firmeza a la defensa de la soberanía nacional y de los principios socialistas, sumó sagacidad política y habilidad diplomática, percibió el momento en que abrió una oportunidad y con entereza y flexibilidad la aprovechó para dar pasos al encuentro con la coherencia política de Barack Obama, llegando a un terreno común en el cual fue posible entenderse y avanzar hasta restablecer las relaciones diplomáticas. La flexibilidad y la altura política permitieron a ambos comprender que: las diferencias no impiden convivir civilizadamente. De Biden no espero otra cosa… Ojalá gane.