Opinión

Golpe de estado fallido

Lo ocurrido en Washington, capital de los Estados Unidos, fue un golpe de estado fallido. El objetivo del asalto al Capitolio cuando sesionaba el Congreso, era impedir la ratificación de la elección de Joe Biden, desconocer el resultado electoral y, por la fuerza, otorgar a Donald Trump un triunfo que el pueblo le negó en las urnas.

La rebelión de Washington, instigada durante meses en todo el país y por todos los medios, por el presidente Donald Trump, no significa la liquidación de la democracia estadounidenses, aunque si su prueba más dura.

Se trata del inicio de una era de difícil gobernabilidad, tensiones e inestabilidad política y social dominada por la necesidad de reconstruir el país tras la pandemia y sus consecuencias económicas y sobre todo, después de Trump. De cómo reaccionen las instituciones, actúen las fuerzas del orden y opere la justicia, dependerá el destino de una nación que corre el riesgo de implosionar y dividirse, colocarse a merced de alguna forma de dictadura o evolucionar hacia la mediocridad política.

El Capitolio de Washington, la principal instalación política del país, sede de la Cámara de Representantes y del Senado de los Estados Unidos que en conjunto forman el Congreso en el cual, “…Residen todos los poderes legislativos otorgados por la Constitución…, existe desde 1800 y ha sido atacado en tres ocasiones.

   La primera en 1814 por tropas inglesas que tomaron la capital norteamericana e incendiaron sus principales edificaciones, incluida la Casa Blanca. Otro ataque ocurrió en 1954 cuando nacionalistas puertorriqueños penetraron en la Cámara de Representantes realizando disparos, por lo cual fueron condenados a largas penas y, tras 25 años en la cárcel, fueron incondicionalmente liberados por el presidente Jimmy Carter. Según se afirma uno de los aviones secuestrados el 11 de septiembre de 2001, tenía como objetivo estrellarse contra el Capitolio lo cual no llegó a ocurrir.

Además de un lugar de trabajo y sede de los más grandes eventos nacionales en el Capitolio se ha rendido homenaje póstumo a algunas de sus grandes figuras, entre otras los presidentes Abraham Lincoln, James Garfield, Warren Harding, William Taft, John F. Kennedy, Herbert Hoover, Dwight Eisenhower, Ronald Reagan, Lyndon Johnson, Gerald Ford y George H.W. Bush. 

La sublevación, caracterizada por la agresividad de los manifestantes que actuando como si lo hicieran con arreglo a un plan y bajo alguna jefatura, avanzaron escaleras arriba, forzaron las barreras, derribaron puertas y llegaron hasta el corazón de la instalación con mínima resistencia, lo cual evidenció normes fallas de seguridad y la pasividad policiaca, implicando al menos a cuatro cuerpos.

Fue notoria la ineficacia del Departamento de Policía Metropolitana del Distrito de Columbia, que con 4000 efectivos es el sexto más grande y mejor equipado en los Estados Unidos que no se implicó mientras las turbas se concentraban en las calles y amenazaban. Fue notoria la debilidad de la Policía del Capitolio (USCP) que se abstuvo de responder con toda su capacidad cuando comenzó la penetración en la instalación.

No es posible omitir el hecho de que Buró Federal de Investigaciones (FBI), principal cuerpo de policía de los Estados Unidos, tiene su sede central en Washington DC, exactamente en 935 de la Avenida Pennsylvania a unas cuadras del Capitolio, ni dejar de considerar la ausencia de relevancia del Servicio Secreto.   

En plena tarde, bajo una cobertura televisiva total, durante varias horas, mientras los revoltosos, algunos armados, se concentraban, forzaban la entrada al edificio y el ataque progresaba, poniendo en peligro la seguridad de cientos de elementos de la élite del poder en Estados Unidos, incluido el vicepresidente y los líderes del Senado y la Cámara, no se escuchó una sirena, no apareció un auto de la policía, ni nadie llamó a la caballería.

Resulta imposible exagerar el significado de un hecho que por su magnitud y desaforada violencia, ha dejado perplejo al pueblo norteamericano, y puede tener repercusiones mundiales. No es difícil predecir el futuro. Estados Unidos controla a Trump o Trump hunde a los Estados Unidos. Allá nos vemos.

Por Jorge Gómez Barata