Opinión

La seducción como arma

En los años setenta del pasado siglo, Herbert Marcuse promovió  la idea de que, por vía de la elevación del bienestar y la absorción cultural, el capitalismo altamente desarrollado integraba la clase obrera al sistema, limando la esencia revolucionaria que Karl Marx percibió a mediados del siglo XIX.

Antes, en su obra ¿Qué hacer?, Lenin había expuesto la idea de que la clase obrera, espontáneamente genera conciencia para la lucha económica, aunque no produce conciencia política. Según el líder bolchevique la ideología política se importa a la clase obrera desde los círculos intelectuales, forjando de ese modo los vínculos con los partidos.  

Byung-Chul Han, un pensador alemán nacido surcoreano, relanza estos debates al sostener que esas circunstancias hacen que la revolución anticapitalista ya no sea posible. Según él, las tradicionales acciones de masas que pudieran formar una red global para confrontar al capitalismo y provocar el fin del imperio, no son viables debido a la eficiencia alcanzada por el sistema dominación, frente al cual la resistencia abierta es poca y efímera.

Según sus juicios en la antigua sociedad industrial, los mecanismos de preservación del sistema eran represivos, incluida la represión económica y social. Entonces, la explotación de los trabajadores era visible, lo cual conllevaba a actos de protesta, resistencia y oposición por medio de los cuales se gestaban los movimientos revolucionarios.

El actual sistema de dominación neoliberal ―afirma―, no funciona a través de la represión, sino de la seducción. Ya no es visible, como lo fue en el pasado. Ahora el capitalismo, además de proveer bienestar y solvencia económica, no suprime la libertad, por tanto, no hay nada que defender. Cada trabajador y cada ejecutivo lucha por ser mejor, lo cual es premiado con salarios, prestaciones y ascensos en la escala social.

Hoy, quienes no tienen éxito se culpan ellos mismos y se avergüenzan. En lugar de operar mediante prohibiciones, el sistema lo hace por medio de la satisfacción y en vez de forzar la adhesión de las personas al estatus quo, las hace parte del mismo. La política y las ideologías, apenas desempeñan algún papel.

La artista conceptual Jenny Holzer formuló la siguiente paradoja: “Protégeme de aquello que deseo”. Otro enarboló la consigna de “¡Viva nuestra perdición!” Antes Marcuse, había afirmado que el capitalismo desarrollado promueve una explotación placentera.

Hoy, los mecanismos de cohesión del sistema, asumen una apariencia “inteligente" y amigable” y, al hacerlo, se vuelven invisibles e inexpugnables. El sujeto explotado no reconoce que lo es, por el contrario, cree que es libre y al defender su libertad, defiende al sistema. El capitalismo contemporáneo es autoinmune porque utiliza la libertad en lugar de reprimirla. Suprimir la libertad provoca resistencia, reivindicarla, no.

Según Byung-Chul Han, el neoliberalismo no puede explicarse en términos marxistas porque la “alienación” del trabajo se volvió invisible. El trabajador moderno se sumerge en el trabajo hasta el agotamiento y pide cada vez más trabajo. El agotamiento y la revolución son mutuamente excluyentes. Ninguna masa revolucionaria puede surgir de individuos agotados y aislados.

El hecho de que no haya revolución no significa que no sea imposible el cambio social, lo que puede suceder es que llegue de otra manera. Los nuevos tiempos apenas dejan margen: O la izquierda marxista se reinventa e identifica nuevos modos de avanzar mediante la evolución, o desaparece.

Por Jorge Gómez Barata