Opinión

El fenómeno global de las protestas masivas: una mirada a Colombia

Todo empieza con un factor detonante. En el caso colombiano, una reforma tributaria. En Chile, en 2019, un alza al costo del metro. En Líbano, un impuesto al Whatsapp. En Hong Kong, una ley de extradición. Las manifestaciones inician y se expanden. Pero pasa que esas manifestaciones exhiben agravios más hondos, de manera que incluso cuando las medidas que activan las protestas son eliminadas, las manifestaciones continúan. Debido a la confluencia de este fenómeno en tantas regiones del globo, llevamos años monitoreando el incremento de protestas masivas. Recupero algunos de los elementos principales: 1. Factores materiales estructurales: Es claro que en países muy diversos se puede observar altos niveles de desigualdad o falta de acceso a oportunidades, combinados con elementos sistémicos como los efectos de largo plazo de las crisis financieras globales, o las crisis de endeudamiento. A eso, a veces hay que sumar las medidas de austeridad exigidas por bancos o instituciones. En Colombia, a raíz de las afectaciones por la pandemia hay un intento del gobierno por recuperar parte de sus finanzas. En otras partes del mundo, se puede apreciar también el impacto laboral como resultado de la segmentación transnacional de los procesos productivos, entre otras circunstancias relacionadas. 2. Factores sociales, políticos y psicológicos: A las condiciones materiales prevalecientes, se necesita añadir la percepción que de éstas se tiene, los agravios que esas condiciones provocan y el sentimiento de quiénes son los causantes de esos agravios; la percepción de que ciertos sectores solo buscan conservar sus privilegios, o que no existen canales políticos adecuados para procesar las demandas sociales, o bien, la percepción de que las instituciones son ineficientes, o corruptas. Así, se genera un cóctel explosivo que se suma y contribuye con procesos de polarización severa. 3. Factores detonantes: En Colombia, lo fue la reforma tributaria. En ciertos casos, ciertas medidas son imposiciones del Fondo Monetario Internacional para poder sostener el financiamiento a un país específico, en otros, se trata de medidas consideradas de emergencia por parte de los gobiernos a cargo. El detonante no tiene que ser económico o necesariamente golpear a las clases medias, sino un elemento que termina por inflamar las llamas. 4. Los facilitadores: Es imposible entender lo que estamos viendo si no añadimos el rol que en nuestros días están jugando las tecnologías de comunicación y la explosión de la información. Esto va desde la organización de marchas o convocatorias por medio de redes sociales, hasta la viralización de textos, videos e imágenes que tienden a acentuar sentimientos como el enojo, la frustración, la impotencia, el miedo o la vulnerabilidad. La explosión informativa permite también que personas de muy distintas partes del mundo se enteren y experimenten en tiempo real lo que está ocurriendo en sitios distantes. Hay un facilitador adicional: la respuesta que algunas de las autoridades deciden dar a las protestas. En muchos casos, la decisión de reprimirlas o detenerlas, no hace otra cosa que activar una espiral ascendente que, entre ciertos sectores, puede terminar por incentivar la radicalización. En suma, la pandemia oscureció quizás, durante un tiempo, un fenómeno global que se estaba manifestando en regiones muy diferentes del planeta. Colombia era justamente uno de los sitios en donde esto estaba ya ocurriendo desde entonces. La situación actual muestra que la frustración colectiva ha sido contenida ya durante demasiado tiempo. Entenderlo es un primer paso. Comenzar a dar respuestas serias es lo siguiente.

Por Mauricio Meschoulam