Opinión

Las clases medias y la educación

La Revolución Mexicana estalló, como todos sabemos, por las brechas de desigualdad que se fueron haciendo más hondas durante el porfiriato. Junto a una clase que gozaba de privilegios, millones de mexicanos vivían en extrema pobreza.

El México posrevolucionario comenzó a hacer esfuerzos por achicar las desigualdades usando un medio infalible: la educación. Por esa razón, durante el gobierno de Obregón se creó la Secretaría de Educación Pública, cuyo titular inició las misiones culturales que buscaban, junto a mayor educación, progreso económico.

En los años 20, el 60% de los mexicanos era analfabeta. La educación se había centrado en las zonas urbanas. En las nuevas políticas se puso el foco en obreros y campesinos, el motor de la revolución. Se crearon escuelas nocturnas para adultos trabajadores y escuelas regionales campesinas.

1922 y 1923 fueron años cruciales en el impulso a la alfabetización. Gabriela Mistral fue traída desde Chile para participar en este gran proyecto. Teníamos, dice Palma Guillén, “poca herramienta y mucho espíritu”. En el grupo cercano a Vasconcelos también estaba la guanajuatense Elena Torres Cuéllar, especializada en educación rural. Ella, años más tarde, sería invitada a Londres a las reuniones preparatorias de la UNESCO para aportar su experiencia.

En 1925 se sentaron las bases para la educación secundaria pública y al inicio de los años 30, la estafeta la tomó Narciso Bassols para continuar con el esfuerzo educativo buscando modificar los sistemas de producción, distribución y consumo de la riqueza.

Con Ávila Camacho, por conducto de Jaime Torres Bodet, se dio nuevo impulso a la campaña de alfabetización. La población analfabeta representaba el 47% en esa época.

Simultáneamente, más personas fueron teniendo acceso a la educación media y superior. Cárdenas creó el Instituto Politécnico Nacional. La educación se vuelve popular y las clases medias comienzan a consolidarse.

Miguel Alemán inaugura en 1952, Ciudad Universitaria. Su arquitectura fue pensada para recibir a las masas. El hijo del obrero llegó a la Universidad. Hubo movilidad y ascenso social.

El libro de texto gratuito es otro gran logro para la educación en México. El combate al analfabetismo siguió avanzando, tal vez no con el ritmo deseado. En 1970, todavía un cuarto de la población no sabía leer y escribir. La cifra bajó a 12.4% en 1990 hasta el 4.7% que se registró en el 2020. ¡Un siglo de esfuerzo!

En los años 70 se realizó un programa editorial de divulgación sin precedentes: los SepSetentas. La colección había tenido su antecedente en la Biblioteca Enciclopédica Popular ideada por Torres Bodet.

En los últimos cincuenta años se consolidó la clase media, pero no terminaron las desigualdades. De acuerdo con cifras de Oxfam, el 1% de la población (120,000 personas) concentra alrededor del 43% de la riqueza nacional. Existen mundos que no solo no se tocan, es más, que ni siquiera se imaginan.

Las mediciones internacionales de los índices de desarrollo humano y desigualdad indican que México ha ido perdiendo lugares en vez de avanzar y aún faltan las cifras postpandemia.

Hoy, en un mundo de inmediatez en el que la información fluye a raudales, hay que desarrollar diferentes competencias y habilidades. En el diseño de lo nuevo vamos muy tarde. Requerimos de más creatividad y esfuerzos —sumados y multiplicados— por parte de la sociedad y el Estado.

Por Leticia Bonifaz