Opinión

En Michoacán, gritos de guerra: 2da. llamada, 2da…

Hipólito Mora, de 65 años, es el fundador de las autodefensas de La Ruana, en la Tierra Caliente de Michoacán. Su grupo de limoneros y campesinos fue el primero en la región en alzarse en armas contra el Cártel de Los Caballeros Templarios. Eso ocurrió en febrero de 2013, hace casi ocho años y medio. Aunque es verdad que muchos pobladores se beneficiaban de la cocina de estupefacientes y el tráfico de drogas que se generaba en la zona, en su municipio, en Buenavista, estaban hartos de las extorsiones, el robo de tierras y de sus productos, los secuestros, las desapariciones, las ejecuciones y las violaciones de sus mujeres. Y por eso se rebelaron.

Traté mucho con Hipólito en aquel tiempo, porque en esos años reporteé en el lugar una y otra vez. Él siempre me inspiró respeto porque nunca dejó que se infiltraran narcos en su movimiento, como sí sucedió en la mayoría de las autodefensas, bajo el argumento de que eran criminales “arrepentidos” y que había que reintegrarlos y pacificar la zona. Esa gente, de oscura procedencia, fue legalizada indebidamente por el gobierno de Peña Nieto (los hicieron “policías rurales”), gracias a la ocurrencia de Alfredo Castillo, entonces virrey del estado (Comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán era el pomposo nombre de su puesto en 2014). El gobernador oficial, el priista Fausto Vallejo, ya sabemos que no gobernaba y que tenía hasta un hijo acusado de nexos con “La Tuta”, aquel líder Templario.

Regreso a lo de la penetración del narco en las autodefensas, porque es antecedente de lo que hoy sucede en Aguililla. Recuerdo, por ejemplo, a Los H3, las disque autodefensas de un individuo de nombre Luis Antonio Torres, mejor conocido como “Simón, El Americano”, que solía operar en Buenavista y en la frontera con Jalisco: al inicio del movimiento iba todo humilde en una troquita de esas llamadas “Estaquita”, con un rifle calibre .22, y al paso del tiempo ya traía una caravana de hombres que se desplazaban en trocas de lujo. Él andaba en una Range Rover (bien barata, ajá) y toda su gente estaba armada con relucientes fusiles de asalto: eran financiados por el CJNG, que además ya se iba apoderando de la gente de Tepalcatepec, con la venia de otro infiltrado y líder local, Juan José Álvarez Farías, “El Abuelo”, que desde 2019 está peleado con los Jaliscos, con su líder, Nemesio Oseguera, “El Mencho”, a quien le disputa su área. “Simón El Americano” fue asesinado en 2018 en Colima, a donde había emigrado.

Vuelvo a Hipólito. Él conoce bien el estado, pero sobre todo conoce a la perfección la Tierra Caliente. Acaba de ser candidato a gobernador por el PES (nadie es perfecto) y nunca me ha mentido como fuente de información: datos que me ha dado, datos que he cotejado y han sido ciertos. Lo entrevisto para esta columna y alerta de varias cosas:

-Hay más muertos de los que se reportan. Los grupos en disputa recogen de inmediato a sus caídos y ocultan los que no les pertenecen. Esto es por dos razones: para no mostrar debilidad y para no calentar en exceso la plaza y provocar una intervención federal.

-En Aguililla hay infiltrados entre la población que tiene legítimas demandas de paz y liberación.

Averigüé en Aguililla que son esos narcos los que han arremetido contra el Ejército y sus instalaciones, han orquestado los ataques al cuartel y el helipuerto. Los pobladores no pueden rechazarlos, no tienen cómo hacerlo: el municipio ya está tomado por el CJNG, aunque haya refriegas son sicarios de Cárteles Unidos (remanentes de Familia Michoacana, Templarios, Viagras y anexas). Y el que se oponga en Aguililla, se muere sin que nadie pueda evitarlo, porque ahí ya no hay ley, ya no hay Estado.

-Se viene una etapa mucho más violenta en la región: es la segunda llamada antes de un colosal desastre bélico, desde las zonas aguacateras hasta Aguililla, con la población en medio como rehén o como bajas colaterales. Están advertidos en Palacio Nacional…