Opinión

Lenguaje incluyente: datos para el debate

El sino del escorpión no es “manexplicar” las problemáticas de género, prefiere estudiarlas, leer sobre ellas y aportar información para ampliar y documentar la discusión. Esa es su intención al comentar algunos datos interesantes sobre el crucial debate en torno al uso del lenguaje incluyente, inclusivo o no sexista.

De entrada parece haber una disparidad entre el sobrevalorado conocimiento del tema atribuido a varias de las figuras opuestas a cualquier modificación o alteración juzgada “antinatural” del lenguaje (Mario Vargas Llosa, Pérez-Reverte, miembros de la RAE, el gramático Álex Grijelmo), en contraste con las subvaloradas aportaciones de los amplios grupos de personas, colectivos feministas y jóvenes dispuestos a modificar la gramática y el habla como una declaración política para promover la visibilización del control patriarcal del lenguaje y el mundo. Pero aquí cabe destacar también la abundancia de estudios teóricos y académicos de gran profundidad y valor lingüístico a favor del lenguaje incluyente.

El alacrán ha fatigado una buena cantidad de textos (todos asequibles en la red), entre los cuales quiere destacar el de Lidia Becker, publicado por la Leibniz Universität de Hannover en 2020, porque esta investigadora desmonta los principales argumentos contrarios al lenguaje incluyente esgrimidos por dos de las máximas figuras de autoridad lingüística opuestas a su utilización: el académico de la lengua español Ignacio Bosque y la académica mexicana Concepción Company.

Becker inicia con la introducción de dos conceptos clave, el de “glotopolítica”, estudio de “las formas en que las acciones sobre el lenguaje son parte de la reproducción o la transformación de las relaciones de poder”, y el de “ideologema”, referido a la representación de una ideología materializada en un signo lingüístico. Con estos apoyos escribe su artículo “Glotopolítica del sexismo:

ideologemas de la argumentación de Ignacio Bosque y Concepción Company contra el lenguaje inclusivo de género”.

En primera instancia puede sonar muy académico, pero en realidad todo se resume a puntualizar los argumentos más especializados contra el lenguaje incluyente esgrimidos por estos expertos, y desmontarlos con las herramientas de estos saberes sobre cómo el lenguaje es reflejo de las relaciones de poder y cómo el signo lingüístico encarna una concepción ideológica.

Concebir al lenguaje como “objeto natural” es uno de los principales argumentos contrarios al lenguaje incluyente, pues la objetividad exige la “desencarnación” del significado, su percepción como independiente de los usos lingüísticos y la interacción humanas. En su argumentación, Bosques opone lo “natural / común / real (apolítico)” a lo “artificial / oficial (ideológico)”, apunta Becker. Mientras Company compara la gramática con una botella (un mero recipiente) y el discurso con el whisky (el contenido): Entonces, ¿qué tiene que ver la gramática con la discriminación sexista? “Nada –responde Concepción Company, porque la gramática es neutral, es un mero recipiente. Somos los humanos los que discriminamos, pero no con la gramática, sino con el discurso que hacemos valiéndonos de ella”. Es decir, lo que emborracha no es la botella, sino su contenido de whisky.

Company continúa al destacar la importancia de luchar por la igualdad real en la sociedad, en contraste con la inutilidad de luchar contra la estructura del idioma. Separa otra vez la gramática (como un objeto natural) de la sociedad. Pero el idioma no es un objeto natural, según documenta Becker, su “naturalización” se da por la inculcación, apropiación, incorporación de normas lingüísticas en el proceso de socialización culminado con la formación de un hábito lingüístico.

La naturalización de las normas lingüísticas condiciona el conservadurismo de estos académicos y escritores, y además resulta determinante en el rechazo general de la población al lenguaje incluyente, pues el estudio también.

destaca ese desinterés sobre el lenguaje incluyente en la mayoría de la población y la concentración de esta preocupación en sectores académicos y minoritarios. No obstante, aprecia el escorpión, a largo plazo parece inevitable la práctica continua y extendida de este lenguaje incluyente no sexista, en la medida en la cual la comprensión de su significado político cobre relevancia y se pondere su utilidad en la lucha contra el sexismo y la discriminación de género.

Las conclusiones de Becker pueden no ser optimistas, pero dejan ver un camino para los grupos progresistas en la perseverancia por comunicarse de acuerdo a sus creencias reales y a expresar mediante el lenguaje sus verdaderas convicciones morales y políticas. Les hablantes informades podrán decidir así entre una u otra forma de hablar y podrán asumir la responsabilidad lingüística resultante, destaca el artículo de Becker.

 

aarl