Opinión

Irán mueve sus fichas para negociar con Biden: la conexión afgana

Irán se encontraría a solo un mes de tener suficiente uranio enriquecido como para armar una bomba atómica si así lo decide, según indica la información recabada por la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA) esta semana.

Esto representa el punto de mayor progreso de su proyecto atómico desde 2015, cuando Rohani firmó el acuerdo nuclear con EU y otras potencias, acuerdo del cual Trump se retira en 2018. Biden había intentado aproximarse a esta situación con un enfoque distinto y desde hace meses ha estado negociando con Teherán para revivirlo. Sin embargo, el tiempo se vino encima. Además del tiempo, a Biden se le vino encima Afganistán. Todo ello termina conectándose.

Primero, el martes, el NYT reportó que, con la información recabada por la AIEA, Irán se encontraría a solo un mes de tener suficiente cantidad de uranio al grado de enriquecimiento requerido para una primera bomba atómica. Los datos deben ser leídos dentro de un contexto más amplio en los que Irán está buscando ejercer cada vez más presión sobre Biden para revivir el pacto nuclear, probablemente bajo incluso mejores condiciones para Teherán que las que había en 2018, cuando Trump se retiró del mismo.

Segundo, nada de esto es enteramente sorprendente. Cuando en 2018 Trump decide abandonar el acuerdo y reactivar las sanciones, Teherán se mantuvo cumpliendo su parte de ese convenio, y dio un año de tiempo para que las otras partes firmantes, especialmente Francia, RU y Alemania, consiguieran moderar las posturas de Washington. Pero todos esos esfuerzos fracasaron.

Así, en 2019, Irán advirtió que, dado que EU había abandonado sus compromisos, Teherán también, de manera paulatina, iría escalando sus niveles de incumplimiento del pacto.

Tercero, la nueva administración en Washington llevaba ya varias rondas de conversaciones indirectas con Teherán en Viena. Biden estaba buscando sellar su reingreso al acuerdo antes de que el presidente Rohani dejara el cargo, pero las negociaciones se estancaron entre mayo y junio. Vinieron las elecciones en Irán. En agosto, tomó posesión Raisi, un mandatario de línea más dura.

Y cuarto, esto ocurre de manera paralela al retiro estadounidense de Afganistán lo que genera tanto efectos a la geopolítica regional, como también un impacto psicológico, por el mensaje que Washington ha proyectado: EU no solo parece estar tan desgastado por sus intervenciones internacionales, que prefirió abandonar un puesto de control estratégico en Asia Central, sino que además, como si exhibiera toda su urgencia de retirarse, fue altamente negligente en ese abandono, incapaz de prever la velocidad de los eventos, e ineficiente para desarrollar estrategias que le permitieran un desenlace diferente.

La conclusión que se está tomando en Irán y en muchos otros países es que, la llamada “opción militar” para el proyecto nuclear iraní, no está, al menos hoy por hoy, sobre la mesa.

Este conjunto de factores, en la visión de Teherán, le otorga un amplio margen de maniobra para negociar con Washington, bajo condiciones para Irán que pueden ser incluso mejores que las que tenía en el acuerdo del 2015.

Como dije, el tiempo se vino encima. Ahora mismo, en Teherán hay un nuevo presidente que está comunicando que no tiene prisa alguna, y que ha leído los últimos eventos de Afganistán como parte del desinterés de Biden en toda la región, ante el imperativo de ya poderse concentrar exclusivamente en sus mayores batallas: China y Rusia. Mientras tanto, el proyecto nuclear iraní sigue avanzando de manera acelerada. En pocas palabras, la urgencia para sacar un acuerdo —al menos, la urgencia que se percibe— hoy parece estar más del lado de Washington que de Irán.