Opinión

Pocos pero buenos

Poco antes de morir, Lenin escribió Pocos pero buenos cuando la Nueva Política Económica construía al primer socialismo de la historia a sangre y fuego contra las potencias mundiales en guerra, la contrarrevolución en un enorme territorio dividido y con la terrible experiencia en la base naval de Kronstadt con la asamblea de los trabajadores y marinos exigiendo lugar en el soviet compuesto solo por bolcheviques. La democracia representativa hizo crisis ante la minoría de cuadros comunistas exigidos de unidad revolucionaria. Pocos pero buenos los comunistas son la garantía de victoria, a toda costa en aquel entonces y hasta que en 1991 las mayorías exigieron lo contrario hasta la destrucción de la URSS. Desde entonces, la crisis del marxismo, la destrucción posterior de los partidos comunistas en beneficio de la democracia electorera del capitalismo mundializado, mantiene en situación agónica al marxismo sobreviviente gracias a la terca realidad evidenciada por los comunistas sin partido. Su resistencia merece homenaje en alerta roja. Del llamado de Cárdenas a un Movimiento de Liberación Nacional en apoyo a la Revolución Cubana y contra las dictaduras, resultó un efímero MLN con la previa expulsión del Comité del Distrito Federal.

Mario Rivera Ortiz y Carlota Guzmán, médicos distinguidos, son sobrevivientes luego de una larga y fructífera carrera de comunistas inclaudicables. Doctorado en Ciencias Sociales al cumplir 80 años de edad, el Doctor ha producido libros fundamentales para el marxismo de combate contra el reformismo y la acumulación capitalista Su experiencia de dirigente juvenil integrado al Comité Central del PCM, su prisión por el delito de disolución social en 1952-1953, su participación en el Movimiento Médico con la cardióloga Carlota Guzmán; su fructífero exilio en Cuba donde ambos destacaron profesional y políticamente, él realizando una doble resección pulmonar exitosa y probada con la foto posterior con el paciente curado.

El rico archivo familiar ha dado lugar a libros testimoniales estrictamente documentados y a relatos novelados como homenaje al colectivo que mes con mes discutía lo publicado en la revista Medicina y Sociedad entre 1968 y 1978. Su narración del trágico final de Rousset Banda que intentó un Partido del Proletariado Mexicano imposible con su desordenada vida de alcohólico, traductor de Ezra Pound y orientador de señoras con aficiones literarias. En el recuento de todo esto en el voluminoso libro homenaje, la Doctora Carlota Guzmán se abstuvo de participar al igual que Enrique González Rojo, el filósofo marxista, poeta, dirigente de la Liga Comunista Espartaco de la que no dudó en firmar la expulsión de José Revueltas cuando el escritor del “lado moridor” hizo una de las suyas. En cambio, el discreto e influyente marxista Rubén Lau, narra en el libro que contribuyó a editar, su acompañamiento de Rousset en Paris donde logró convencer a los maoístas para ser invitado a Pekín para el acuerdo del patrocinio de la Revolución en América. No prosperó el proyecto.

De los años de destrucción del PCM según la moda eurocomunista de quemar las banderas rojas con hoces y martillos y abandonar el saludo con el puño cerrado, queda el historiador Enrique Semo que logró cierta influencia en la debacle con el grupo de renovadores conocidos como Los Renos con Joel Ortega incluido. Semo ha logrado superar un accidente cardiovascular y el incendio de su biblioteca, para salir al paso a la discusión de la conquista de América, la destrucción de la URSS y concretar su historia del capitalismo en México con un voluminoso estudio de las haciendas como nudo de lo que ha llamado el semifeudalismo. Instalado en continuar su clásico La democracia en México, Pablo González Casanova formador en la UNAM de una brillante generación de sociólogos con la revista Hiperyon para acabar como servidores del Estado, mantiene su afán por la filosofía crítica culminada en una Epistemología que nadie discutirá a fondo.

Mención aparte merece Adolfo Gilly que escribió en Lecumberri La Revolución Interrumpida adoptada como libro de texto por los profesores sobrevivientes del 68 en los Colegios de Ciencias y Humanidades instalados en la periferia de la Ciudad de México durante el rectorado de González Casanova. Exitoso crítico político de la lucha armada y de los avatares de la izquierda en América y el mundo, Gilly dejó de ser trotskista histórico para dejarle el cargo a Manuel Aguilar Mora quien mantiene la circulación de las críticas al stalinismo, a la destrucción del planeta y a los avatares de las izquierdas contenidas en los límites de la democracia electorera irreflexiva y oportunista. Una legión de antropólogos comandada por los legendarios Siete Magníficos, organizó el cogobierno en la Escuela Nacional de Antropología e Historia para construir la antropología social con el calificativo necesario para marcar su arraigo nacional y popular a diferencia del indigenismo paternalista y la fatiga de las mitologías prehispánicas. Destacan mujeres formadas en este proceso para implantar el marxismo como necesidad crítica del campesinado y el artesanado, la minería y las necesidades de modernización de la cerámica, tal como orientó en su fructífera vida Victoria Novelo. Brigitte Böhm aporta el lugar de la colonia alemana para la industrialización de México con algunas complicidades con el nazismo, mismas contradichas por El exilio bien temperado de la fotógrafa y literata Renata Von Hanfstengel sobre los grandes beneficios de los comunistas exiliados a la crítica del nazismo acompañada de sus contribuciones como profesionales distinguidos.

Francoise Lartigue, se ganó el apodo de Panchuas por su arraigo a México y los trabajos con instituciones centroamericanas, especialmente de Guatemala. Antonio García de León, huapanguero autor de “Que chingue su madre Cueto” sobre el jefe policiaco del 68, ha culminado por lo pronto sus trabajos arduos de investigador con la historia del Caribe y la huasteca, fundamentales para la acumulación originaria del capital con todo y ricos procesos de interacción cultural. Juan Luis Sariego, español de origen deja una investigación sobre la minería y sus consecuencias en el norte del país. Javier Guerrero mantiene una crítica cargada de sarcasmo e ironías tan atinadas como la del texto sobre “El Marxismo Pesimismo” publicado en la revista El Buscón contra los triunfalismos de las izquierdas acríticas.

El “marxismo transformado” como llama Fornet Betancourt al nacido y crecido en la lucha armada, cuenta con las editoriales Huasipungo Tierra Roja y la Casa del Mago que han dado a conocer escritos tan importantes como los de los Encuentros de la Sierra de Durango de los que nació la Liga Comunista 23 de Septiembre con una crítica a la fase histórica, al capitalismo en México, al movimiento obrero, campesino y estudiantil con la sorprendente inclusión de conceptos marxistas poco reconocidos como la subsunción que explica la capacidad inclusiva de la ley del valor para la reproducción capitalista. Editoriales como Juan Pablos orientada por Alfredo Juan Álvarez y Manuel Aguilar y con la incansable vigilancia editorial de la hija de comunista español Blanca Sánchez, han publicado a Trotski, Gramsci, el guatemalteco Mario Payeras, los testimonios de exguerrilleras y exguerrilleros.

Las editoriales ERA, Joaquín Mortiz, el Instituto Nacional de Antropología, el de Sonora que editó un libro poético sobre las amapas, esos bellos árboles del norte del país, para dar razón de la lucha guerrillera incluyente del grupo indígena de los guarijíos. Tras historiar con gran atingencia las Fuerzas de Liberación Nacional, Adela Cedillo se ha ocupado del movimiento armado en el norte de México y se suma a las síntesis históricas de Fritz Glockner, Laura Castellanos y en especial la del investigador de Turin, Marco Bellingeri afanado en superar las monografías para integrar una historia anunciada en su título Del agrarismo armado al Ejército de los Pobres. Grandes contribuciones para superar la cómoda vaguedad de la guerra sucia para, en cambio, integrar a la historia de México los movimientos armados, guerrilleros en su mayoría, fundamentales para la construcción del México moderno, desde Yanga que logró una comunidad de cimarrones reconocida por el virreinato hasta las grandes participaciones en las revoluciones de independencia, de reforma liberal, de construcción del estado capitalista y de resistencia contra lo que esto implica, con influencias más anarquistas que marxistas, tal como escribe y difunde Alfredo Velarde doctorado con una voluminosa reflexión de la importancia de las críticas de Negri y Hardt para América Latina, a la par de los excelentes textos sobre el mago.

En todo caso, la lucha de clases heréticamente conducida hasta la “microfísica del poder” de Foucault en la tesis profesional de filosofía de Rafael Guillén y del marxismo transformado frente a las comunidades chiapanecas orientadas por el título de Andrés Aubry, “Tierra, territorio, terruño” y por las observaciones lingüísticos de Lenkersdorf sobre los posesivos y los pronombres y las necesidades de interlocución de todo esto destacadas por el crítico literario Ezequiel Maldonado en sus reflexiones sobre El Viejo Antonio y Durito. Las reflexiones sobre el trabajo doméstico y el lugar fundamental de las mujeres en la acumulación capitalista y en los procesos revolucionarios tienen en Silvia Frederici una crítica marxista profunda y en Raquel Gutiérrez del grupo Tupac Katari de Bolivia, cuando averiguaban en la cárcel si el ayllu peruano podía ser fundamento de un comunitarismo revolucionario. Su revista de “estudios comunitarios”.

El Apantle editada en Puebla a partir de 2015, significa una aportación fundamental para continuar la línea de Mariátegui sobre la diversidad indígena y las relaciones de producción necesarias para la acumulación capitalista que habría que orientar sin los espiritualismos de la raza y el espíritu, esos que a Vicente Lombardo Toledano le costaron la expulsión de la Universidad Nacional de México al oponerse a los planes de estudio del idealista Antonio Caso. También de Sudamérica llegó el ecuatoriano Agustín Cueva con una legión de perseguidos políticos por el golpe militar en Chile para enriquecer la revolución en las ciencias sociales auspiciada por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM donde el althusseriano Raúl Olmedo realizó en 1971 un seminario sobre Materialismo y Empiriocriticismo para concluir que no hay método marxista general, publicar los trabajos en la revista de la Facultad y un voluminoso libro con la inclusión de la respuesta crítica de Agustín Cueva, autor de una Historia del capitalismo en América Latina, a la par de las publicaciones al respecto de Vania Bambirra y Ruy Mauro Marini. De Bolivia, el marxismo debe a René Zavaleta la crítica al doble poder propio de las transiciones históricas y las nociones de comunidad y pueblo propias de la llamada cuestión nacional.

Tales son las herencias de los pocos pero buenos marxistas, de las revistas históricas que dieron a conocer la lucha armada en América y el mundo como Sucesos, Por Qué?, Por Esto!, la del editor de la revista Problemas Agrícolas e Industriales de México y la revista Política, antes de ser encarcelado en 1968 y llegar después a ganar una diputación reformista. Manuel Marcué Pardinas y Mario Menéndez Rodríguez, fundamentales camaradas, con Semo y la revista Historia y Sociedad y la actual Memoria descuidada por la incorporación de los responsables a la Cuarta Transformación. Una masa grandiosa de materiales marxistas nos ha formado desde los sesentas y hasta ahora cuando La Casa de Todas y Todos reivindica la necesidad de la crítica histórica.