Colombia tiene, por primera vez en su historia, a un exguerrillero como Presidente de la República. Si bien su triunfo no fue arrasador -la diferencia de votos con su contendor fue clara y su victoria es incuestionable.
Su impecable respeto a la dejación de las armas, su trayectoria en el Congreso de la República, que le valió varias veces la calificación como el mejor senador, han generado, por una parte, una esperanza clamorosa y, por otra, una oposición radical movida por intereses poco nobles.
Su compromiso con la Reforma Agraria, con el cuidado ambiental y la transformación hacia energías limpias; la paz total para complementar lo logrado en el acuerdo con las FARC, la transformación de Ejército y Policía en entidades respetuosas de los derechos humanos, y la construcción de una reforma tributaria que respalde su empeño en la justicia social, le han granjeado el apoyo de luchadores sociales, fundaciones ambientalistas, antiguos luchadores de izquierda, académicos y personalidades progresistas.
Quienes ven peligrar las ventajas con que han contado hasta ahora han desplegado campañas de desinformación que hacen recordar las que los llevaron a ganar el NO en el plebiscito por la paz, mediante mentiras que llevaron a la gente a temer que perderían sus propiedades, la familia, la religión y el honor. Esa es una oposición que difícilmente podrá ser convencida.
Hay también una oposición honesta, aunque a veces terca, de personas que en esencia apoyan al gobierno progresista pero son críticos sobre las formas como este presenta sus propuestas de cambio.
El Presidente conformó un gabinete ministerial con personalidades muy respetadas nacional e internacionalmente, muy experimentadas en las materias de su cartera, demócratas, no militantes de izquierda, de probada honestidad y en edades que los colocan dentro de eso que ahora llaman “la tercera edad”. Son los de Hacienda, Agricultura, Relaciones Exteriores y Comercio Exterior.
El ministro de Defensa, honesto por encima de todo, cabría en este grupo, pero no ha tenido la figuración de los anteriores, aunque eso posiblemente se deba a que está dedicado a preparar los necesarios ajustes en esa cartera. Cuando anunció su nombramiento Gustavo Petro dijo que tenía la misión de acabar la corrupción en la fuerza pública, aunque ello no opaca su necesaria transformación en organismos respetuosos de los derechos humanos.
Los otros ministros son los “activistas”: jóvenes con gran formación académica, militantes activos en sus causas pero algunos sin mayor experiencia en la cosa pública, lo cual los ha llevado a hacer declaraciones que la oposición -y aún simpatizantes del gobierno- rechazan con tanto énfasis que en este momento se mueve en el Congreso -esto sí por parte de los partidos de oposicionista moción de censura contra la ministra de Minas, porque sus declaraciones sobre suspender la exploración y explotación de petróleo y carbón (nuestras mayores fuentes de divisas) para dar paso a energías limpias, han generado la caída de las acciones de Ecopetrol -la más importante empresa del país- así como incertidumbre en los mercados, en momentos de alza desaforada del dólar.
El hecho de que el Alto Comisionado para la Paz llame a una disidencia “FARC-EP”, siendo que la organización de ese nombre desapareció con su desmovilización, y que no haya claridad sobre la modalidad bajo la cual se incluiría en un acuerdo de paz a “Iván Márquez”, quien desertó habiendo sido jefe negociador de las FARC y haber firmado el acuerdo de paz con esa organización, ha generado gran incomodidad en opositores, pero también en personas que apoyan la Paz Total del Gobierno.
Los trinos del presidente Petro, que parece tener una compulsión incontrolable en el dedo anotador, también han contribuido a generar incertidumbre: apenas se conoció la derrota en Chile de la nueva Constitución, dijo en un trino que había triunfado la Constitución de Pinochet, contraria a la posición de Gabriel Boric, mesurada y respetuosa. Mientras trata de acercarse a Joe Biden, que se ha mostrado favorable a una nueva forma de relación, más respetuosa y el secretario de Estado Anthony Blinken en visita oficial prometió apoyos sustanciales, cuando Estados Unidos subió la tasa de interés, de inmediato trinó que esa nación nos estaba sumiendo a todos en la miseria.
Cuando el Banco de la República, encargado de fijar la política monetaria, en cuya junta directiva el presidente nombró cinco representantes de su entera confianza a cambio de los que abusivamente Duque había nombrado antes de irse, subió la tasa de interés, de inmediato Petro trinó rechazando la medida, lo cual significa injerencia indebida en un organismo independiente.
El ministro de Hacienda, economista internacionalmente respetado, ha tenido que salir varias veces a contradecir a la ministra de Minas e incluso al Presidente para tranquilizar los mercados y anunciar que se respetará la regla fiscal.
El Pacto Histórico, partido de gobierno, no tiene mayorías en el Congreso; la alianza con los partidos liberal, conservador y de la U, le dieron los votos que le faltaban para aprobar la Ley de la Paz Total (aunque con recortes), pero se los han negado para gravar las altas pensiones del 1 por ciento del total y advierten que no apoyarán la reforma tributaria, pese a que el ministro de Defensa ha dedicado días enteros a concertarla con ellos y ha cedido en cosas importantes buscando salvar el núcleo esencial de la Reforma para garantizar los programas sociales.
Así las cosas, entre imprudente fuego amigo, chantaje de supuestos aliados, comprometido apoyo de sus militantes e izquierda en general y el apoyo crítico de progresistas honestos, hace malabarismos un Gobierno que se propone transformar este país en uno mejor.