Opinión

SWIFT o la madre de todas las sanciones

La globalización es un estadio civilizatorio de varias velocidades en el cual, como ha ocurrido otras veces, la economía avanza más rápido que la política, el derecho e incluso la moral. La sociedad global necesita de instituciones a esa escala torpedeada por los imperios y sus afanes hegemónicos. Es el caso de la red SWIFT y de su empleo como mecanismo de sanción política.

Cuando en los circuitos bancarios y en los círculos financieros se habla de SWIFT, se habla de dinero, prácticamente todo el que circula a través de los bancos comerciales del mundo. Virtualmente no hay transacción transfronteriza sin un código SWIFT. Aunque raras veces se le llama por su nombre en español, se trata de la “Sociedad para las Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales, que es, a los enlaces financieros y bancarios mundiales, lo que el teléfono a las comunicaciones interpersonales, sin ellos la comunicación es imposible

Qué es SWIFT y cómo funciona

SWIFT es una red privada transnacional de mensajería, que presta servicios a cerca de 20 mil instituciones financieras, bancos, corredores de bolsas y casas comerciales, tratantes de valores, gestores de activos, corporaciones, tesorerías y otros. SWIFT no posee dinero ni otros valores, no los guarda ni los presta, no compra ni vende y no cobra, solo mueve mensajería financiera y bancaria por canales de comunicación comunes, aunque protegidos mediante códigos propios. Se trata de una corporación privada transnacional creada en 1973 con sede en Bruselas que funcionaba como una cooperativa global y es considerada una “utilidad neutral”.

La red dispone de unos 20 mil códigos. Debido a que opera con los bancos y no con Estados, SWIFT flota sobre las procelosas aguas de la política. El único precedente de accionar político que conozco ocurrió en 2012, cuando treinta bancos de Irán fueron excluidos del sistema, con lo cual ese país perdió la mitad de sus ingresos por exportación de petróleo y el 30 por ciento de su comercio exterior. En una economía del tamaño de la rusa la escala de los daños sería considerablemente mayor. SWIFT no es la única red, pero es la preferida por los más exigentes usuarios, entre otros, los bancos de la Reserva Federal de los Estados Unidos, prácticamente todos los grandes bancos comerciales y sus corresponsales en todo el mundo.

Cuando hablo de bancos, incluyo a sus clientes, abonados y corresponsales, por lo que involucra a miles de millones de personas. SWIFT no transfiere fondos, sino que, usando sus códigos, avisa a los bancos para que lo hagan. En esencia es una red de mensajería utilizada por las financieras abonadas para intercambiar información e instrucciones. Aunque no posee fondos ni valores, ni administra cuentas, es imprescindible tanto para las mega operaciones de compraventa de petróleo, gas, armas, monedas, metales, manufacturas, como para trasladar humildes remesas y pagar salarios.

Separar a Rusia, o a cualquier país de ese sistema de mensajería financiera mundial es como disparar un torpedo atómico por debajo de la línea de flotación de su economía externa. Ningún estado tiene respuesta eficaz, porque ninguno tiene una red equivalente y suficientemente acreditada. China, Irán, los Brics y otros emprendedores han propuesto construir alternativas, pero les falta lo principal, una moneda común suficientemente acreditada. Preguntado respecto a si Gran Bretaña se sumaría a esa sanción, el primer ministro Boris Johnson, respondió: “Eso solo puede hacerlo Estados Unidos y con ellos basta”. Por mí parte le pregunté a Jorge Dávila, analista de CNN y columnista de The Miami Herald, acerca de cómo podría Estados Unidos aplicar esa medida. El experto fue breve:

"Las transacciones por esa red se realizan en dólares y la Reserva Federal regula el uso de los dólares...” El contencioso que involucra a Rusia y a Ucrania y en el cual se entrometen Estados Unidos y la OTAN, debería reconocer como límites las acciones que perjudican la marcha de la civilización.