Opinión

Vivir sabroso

El futuro de este país, sin duda, es la paz, por eso el primer punto de nuestro programa es el logro de la paz, para ser una potencia mundial de la vida, para vivir sabroso”. Eso dijo Francia Márquez, la candidata a la vicepresidencia de la República en fórmula con Gustavo Petro, en entrevista en el programa de televisión Pregunta Yamid, el más visto en este país.

Desde luego, la propuesta de gobierno es muy amplia y pretende atacar de lleno los grandes males de este país: corrupción, inseguridad, desempleo, descuido ambiental, educación insuficiente y de mala calidad, intentos persistentes de acabar con el proceso de paz, para nombrar solamente algunos de los más importantes.

Pero si todo eso no conduce a que los habitantes vivamos mejor, en una sociedad agradable, con alegría, si no tendemos a vivir sabroso, nada tiene objetivo. A ningún candidato a la presidencia o a la vicepresidencia le han hecho las entrevistas a que han sometido a Petro y a ella. A él lo han enfrentado a paneles de economistas, como el que le hicieron en el diario económico La República, de derecha, tratando de buscar fisuras en su programa de gobierno que les permitieran decir que busca instaurar el comunismo, que va a expropiar, que en un gobierno suyo se acabarían los derechos y garantías y que nos convertiríamos en Venezuela que es la cantaleta de la derecha.

Con gran conocimiento de economía les demostró que sus postulados son capitalistas y que es ahora cuando nos estamos asemejando a ese país. Por supuesto a Francia las entrevistas han tratado de mostrarla como ignorante pero ella, aunque no tiene dominio de algunos temas técnicos, como no los tiene ninguno de los otros candidatos, tiene la sensatez necesaria para encararlos de manera responsable, salir airosa de esas encerronas y exponer con solvencia la esencia de su propósito al lanzarse a la vicepresidencia.

Dice que después de haber vivido en la guerra, en medio de los bombardeos, del desplazamiento del que ha sido víctima, del despojo, de la miseria, de haber tenido que ser empleada doméstica para sobrevivir, esta abogada hecha a pulso, no ha dejado de luchar un solo día para que no sólo los de su comunidad sino todos, haciendo realidad el acuerdo firmado con la guerrilla, podamos conocer la paz verdadera, donde no haya ciudadanos de menor categoría: la verdadera paz; es decir, vivir sabroso.

El objetivo de todo buen gobierno debe ser la felicidad de sus habitantes, algo que nunca se contempla en los programas de los gobiernos, pero sin lo cual, sin que ése sea el Norte de todo gobierno, nada tiene sentido y eso es lo que Francia propone. En su visita a Medellín, capital del departamento de Antioquia, hasta ahora bastión del uribismo que el candidato de la extrema derecha Federico Gutiérrez considera su feudo, bailó como se baila en su tierra, sin “lavar” el baile, sin domesticarlo, sin pretender hacerlo como correspondería a una presunta futura vicepresidenta del país. Bailó sabroso. Igual a como lo hacían y siguen haciéndolo en su aldea, esa tierra a donde poco han llegado los beneficios del Estado, casi exactamente lo mismo que cuando buscaba sacarle una bolita de oro al río con su batea.

En la misma tarima estaba una senadora también negra que durante muchos años ha hecho política sin reivindicar sus raíces, su ancestro, del que tanto habla Francia. Y se notaba la diferencia entre ella y quien teniendo un origen parecido ahora parece querer vestirse y sobre todo enjoyarse para ser aceptada por una sociedad que de todas maneras y a pesar de sus esfuerzos por lavar su color, nunca la aceptará. Francia ni siquiera dice de sí misma que es afrocolombiana, o afrodescendiente, palabras que a pesar de las buenas intenciones de muchos ya parecen impostadas.

Ella dice que es negra. Así, sin adjetivos. La negra hermana de diez, hija de la partera de la vereda, partera ella misma en el nacimiento de sus diez hijos, descendiente de los esclavos que trajeron los españoles para trabajar en las minas, las mismas a las que ella se enfrentó porque para sacar el oro envenenan los ríos, allá de donde por eso la sacaron los ejércitos, el legal y los otros, desplazada, y que fue en representación de las víctimas al proceso de paz en La Habana.

No busca la aceptación de nadie, hace política para llevar su voz, pero ni siquiera se somete a lo que los de su campaña quisieran que dijera. No es diplomática. Cuando Ingrid Betancur quiso llegar a pontificar y atacar a todos para desbaratar las coaliciones que con tanto trabajo se habían armado, fue ella quien la calló diciéndole que no pretendiera venir al país cada cuatro años a pontificar. Para no hablar de cuando le dijo politiquero al expresidente Gaviria, cuyo apoyo con tanto trabajo esa campaña venía cocinando desde hacía mucho tiempo.

Ya sabe Gustavo Petro que no la va a tener fácil con esa negra insumisa, a veces imprudente cuando lo aconsejable es buscar alianzas. Esta es mi segunda columna seguida sobre esta líder, pero es que ella es el fenómeno en estas elecciones, adonde llega su alegría es el sello que marca sus presentaciones, con un verbo encendido que ilumina con la sonrisa como queriendo marcar que su lucha, tan constante, siempre en el borde del precipicio por donde quieren despeñarla sus enemigos, no persigue otra cosa que la conquista de la paz para todos, de derechos para todos, de una vida sabrosa.