Opinión

Percepción del riesgo atómico

Como sobreviviente de la Guerra Fría, estoy perplejo por la frivolidad con que algunos estadistas contemporáneos se refieren al empleo de las armas nucleares, una posibilidad que hasta no hace mucho aterraba a las personas comunes y a las élites de europeos y estadounidense que incluso procuraban dotarse de refugios antiatómicos. La prensa aludía a aquel clima como “histeria nuclear”.

Aquel ambiente explica reacciones como la del exlíder soviético Nikita Jruzchov ante el emplazamiento por Estados Unidos de los misiles Júpiter en Turquía o las del presidente John F. Kennedy en octubre de 1962, al descubrir que en Cuba se emplazaban misiles dotados con ojivas nucleares. Ambos adoptaron medidas extremas y sumamente arriesgadas para conjurar el peligro nuclear.

Por primera vez, la Unión Soviética emplazó armas nucleares fuera de su territorio y Estados Unidos estableció un bloqueo naval total a la Isla, estableciendo una barrera ante la cual los buques de la URSS debían detenerse para ser inspeccionados, bajo amenaza de ser hundidos.

Por primera vez en la historia, las fuerzas armadas de los Estados Unidos fueron colocadas en DEFCON 2, excepto el Comando Aéreo Estratégico que fue a DEFCON 1, situaciones de alerta y movilización extremas, previas a la guerra total. Las fuerzas armadas soviéticas del Pacto de Varsovia y la OTAN adoptaron la misma condición. La presencia de las armas nucleares conlleva a una tensión que colocó al mundo al borde de la guerra, cosa que no se observa hoy.

Tanto Jruzchov como el Presidente de Estados Unidos eran veteranos de la II Guerra Mundial, habían sido testigos de los trágicos sucesos de Hiroshima y Nagasaki, protagonizaron ellos mismos la carrera nuclear y tenían conciencia del significado de la expresión: “destrucción mutua asegurada” que regía la doctrina nuclear de entonces.

Entre el 1945 y el 1996 se realizaron unas 2 mil detonaciones nucleares y se vivieron varias crisis en las cuales se amenazó con el empleo de armas atómicas. De aquellas pruebas, mil 54 correspondieron a Estados Unidos, unas mil a la Unión Soviética, 45 a Gran Bretaña, 210 Francia, China realizó 45, India de 2 a 4, Pakistán de 2 a 6 y Corea del Norte 6. Alrededor de 30 se realizaron con fines pacíficos.

Hasta hoy, nueve países han efectuado pruebas atómicas, todos, excepto Inglaterra que las realizó en Australia y en conjunto con Estados Unidos y Francia que las detonó en el Sahara y la Polinesia Francesa, han probado sus armas atómicas en su territorio.

Es curioso que hasta ahora no existan registros de pruebas atómicas efectuadas en Europa. Otro dato raro es que Gran Bretaña no tiene emplazadas sus armas nucleares en su territorio, sino a bordo de submarinos Vanguard, cada uno dotado con 16 misiles Trident. La fuerza nuclear francesa, también basa su efectividad en el empleo de submarinos nucleares dotados de misiles intercontinentales y bombarderos estratégicos Mirage.

Tal vez por estas circunstancias los europeos, incluidas sus élites políticas que vieron reducirse el peligro de confrontación nuclear, llegando a dudar de la necesidad de una organización belicista como la OTAN, han disminuido la percepción del riesgo que significa el uso de armas nucleares y no se alarman lo suficiente como para exigir a sus líderes el cese de las alusiones a su empleo. En otro tiempo, los luchadores por la paz y contra la guerra coparían las calles y plazas europeas.

La sola suposición de que hoy Europa, Rusia, Ucrania o los Estados Unidos pueden ser blancos de ataques nucleares como antes lo fueron Hiroshima y Nagasaki es sobrecogedora y debe ser conjurada. Frente a las armas nucleares, nada pueden las armas nucleares. Las únicas opciones son la movilización popular, los pronunciamientos de la intelectualidad, la juventud ilustrada y todo el pensamiento avanzado.