Opinión

Se rompe el cese ¿bilateral?

Pese a que en el lanzamiento de su Paz Total, el presidente Gustavo Petro incluyó entre las organizaciones con quienes había adelantado conversaciones preliminares al ELN, disidencias de las FARC, la que se hace llamar FARC-EP (aunque la organización guerrillera de ese nombre desapareció cuando firmó el Acuerdo de Paz y sus antiguos comandantes son senadores de la República como una de las prestaciones establecidas en él), la Nueva Marquetalia, de Iván Márquez, y el Clan del Golfo (se hace llamar también Autodefensas Gaitanistas de Colombia), lamentablemente el proyecto parece haber fracasado por lo menos coyunturalmente.

El puntillazo inicial lo dio el ELN, organización a la cual considerábamos los esperanzados fervientes en la paz que marcaría el derrotero para avanzar por los caminos de la concordia. Además de la carta inicial que comenté en mi columna anterior, sordo al clamor de luchadores por la paz, analistas políticos de izquierda y organizaciones sociales, el comandante militar de esa guerrilla, Antonio García, insiste tercamente en su postura de privilegiar la forma sobre el contenido.

En sus últimas declaraciones reitera su formalismo al asegurar que la ruptura de conversaciones no es su responsabilidad, que obedece “al ABC en teoría de negociación o resolución de conflictos…Vamos a conversar sobre la situación creada por el Gobierno, sobre la cual no tenemos ninguna responsabilidad, no fue creada por nosotros, más bien somos víctimas”. Se niega también a que los incluyan en procesos con otros grupos ilegales, pues no aceptan la propuesta de Paz Total.

Esa, la de Paz Total, es una propuesta compleja para grupos de distintos orígenes e ideologías o sin ideología como es el caso del Clan del Golfo, para cada uno de los cuales se ha planteado un tratamiento distinto. Al ELN es al único al que se considera organización política aunque muchos de sus comportamientos los asemejen a los otros grupos de quienes con razón exigen marcar diferencias.

Para solucionar el impasse creado por la declaratoria precipitada de cese del fuego bilateral hecha por el presidente Petro, éste convocó una reunión de emergencia antes de iniciar el segundo ciclo de conferencias. Pues a esto también responde García que antes hay que solucionar las diferencias. ¡Como si ése no fuera el propósito de esa cita urgente!

El ELN y su comandante deben comprender que mientras más se demoren en pactar la paz más difícil les será hacer política luego de desmovilizarse como lo demuestra la larga historia colombiana de desmovilizaciones guerrilleras. Cuando el M19 pacto la paz en 1989, tenía 19 años en armas; al salir del monte su comandante Pizarro movía multitudes en su candidatura presidencial; Antonio Navarro, quien lo reemplazó, fue ministro estrella, copresidente de la Asamblea Nacional Constituyente y varios de sus más destacados militantes han ocupado posiciones importantes en el Estado. Igual ocurrió con el EPL, la Corriente de Renovación Socialista y el PRT que también dejaron las armas por esas fechas.

Pero ya cuando las FARC se desmovilizaron encontraron un país cansado y rencoroso que aún duda de sus solicitudes de perdón. Y el ELN sigue acumulando motivos de rechazo.

Por si faltara algo para responder mezquinamente al ofrecimiento del Gobierno, aun con sus errores que obedecen más a su ingenuidad por creer que su generosidad sería fácilmente recibida (esta negociación no es realmente entre antagonistas, dijo Otty Patiño, exguerrillero del M19 y jefe de la negociación con el ELN), ahora el Estado Mayor Central de las disidencias de las extintas FARC, acusa al Gobierno de haber apoyado al ELN en un ataque en que les causó 11 bajas en el departamento de Arauca.

¿Por qué son los enfrentamientos? ¿A qué causa noble obedecen? Igual se dan entre el ELN y esas otros grupos con los cuales no quieren que los confundan. Y realmente no debe hacerse, pero a la ciudadanía cada vez le queda más difícil diferenciarlos.

Arauca, limítrofe con Venezuela, está sumido en una crisis humanitaria por esa guerra absurda. El ELN durante muchos años consideró que era un acto revolucionario dinamitar el oleoducto que tiene su mayor recorrido en ese departamento. Las fotografías de las fuentes de agua contaminadas y los animales asfixiados hasta la muerte bañados por una sustancia pegajosa de la que no podían librarse no eran propaganda enemiga -aunque desde luego los gobiernos las utilizaran- y el sufrimiento de las comunidades, que ahora se agudiza con estos combates, es una dolorosa y absurda realidad.

Si faltaba algo para complicar la situación, el Fiscal General se niega a levantar las órdenes de captura a los jefes del Clan del Golfo que actúan como voceros en el posible proceso de paz. Era de esperar que el fi scal y la rama judicial en su conjunto, sin apartarse de sus deberes legales facilitaran la reconciliación nacional que nunca podrá ser una realidad sin una negociación que implica concesión de beneficios para quienes dejen las armas. Aquí y en Cafarnaúm, parodiando al jefe del ELN eso es del ABC de las negociaciones.

Sin embargo, hay que seguir tercos en la esperanza de la paz por difícil que parezca y aunque con mucha frecuencia decaigamos en el entusiasmo. Si se pudo con las FARC, hay que pensar que ahora también es posible.