El presidente colombiano, Gustavo Petro, llamó a sus seguidores a salir a la calle a apoyar sus reformas el pasado día 14. La oposición, que a su vez había convocado otra para el mismo día, decidió finalmente aplazarla para el siguiente.
Petro es un gran orador y sus campañas políticas se han desarrollado en plazas llenas con seguidores entusiastas. Cuando siendo alcalde, el entonces procurador general lo destituyó de manera notoriamente injusta, desde el balcón de la alcaldía arengaba a sus partidarios que llenaban la plaza de Bolívar, la más importante de Bogotá.
Pero la apuesta de ahora era arriesgada y tal vez innecesaria, a seis meses de su posesión, con mayorías en el Congreso gracias a las alianzas que con sentido pragmático ha sabido tejer, con imagen favorable que aún no resiente mayor desgaste y, sobre todo, cuando tiene pendiente la aprobación de varias reformas que configurarían el modelo de su mandato: pensional, de la justicia, laboral y, la fundamental: la Paz Total.
La reforma que llamaba a defender con esta marcha era la de salud que tantos opositores ha convocado, incluso en el seno de su gabinete ministerial.
En efecto, los ministros llamados senior, por contraste con los más jóvenes y venidos del activismo, han hecho críticas públicas a este proyecto.
Al primero a quien se le oyeron reparos fue al de Educación, que antes lo fue de Salud durante los dos mandatos de Juan Manuel Santos. Es un académico que dejó la rectoría de la universidad privada más prestigiosa del país, con reconocimiento internacional por su talla intelectual, para aspirar a la presidencia por la coalición de centro y que luego adhirió a la candidatura de Petro. Así que, con ocho años de experiencia dirigiendo la salud de este país, sus críticas no pueden ser desdeñables.
Así mismo, Cecilia López, liberal de izquierda, ministra de Agricultura, que antes ocupó esa misma cartera al igual que el Departamento Nacional de Planeación (DNP) y dirigir el antiguo Instituto Nacional del Seguro Social, antes encargado de la salud. Ha hecho críticas razonadas al proyecto que se han hecho públicas.
El ministro de Hacienda, que logró la aprobación en el Congreso de la Reforma Tributaria, también ha señalado fallas del proyecto de reforma a la Salud. Y el director del DNP, Jorge Iván González, intelectual de izquierda conocido como el sabio, a su vez ha expuesto sus reparos a ese proyecto.
A eso hay que sumar a los exministros de Salud y personas como Humberto de la Calle, estén cuestionando que Petro quiera establecer una democracia plebiscitaria con la presión al Congreso con las marchas.
Ante ese panorama, era vital que la ministra de Salud, venida del activismo, que combatido durante años las fallas del sistema (al que hay que abonarle que 93 por ciento de la población goza de atención en salud), asumiera una actitud respetuosa y de acercamiento hacia los opositores del proyecto. Pero no ha sido así: su actitud ha sido más proclive al enfrentamiento. Uno de los puntos más criticados es la supuesta abolición de las EPS (entidades prestadoras de salud, intermediarias entre el Estado y los particulares); pues la ministra consideró muy ingenioso y divertido hacer una parodia con la canción de Shakira y decir que las EPS no pagan, las EPS facturan.
Finalmente, Petro se comprometió a no acabarlas en contra de lo que viene prometiendo la ministra, pero lo cierto es que nadie conoce oficialmente el texto que se va a discutir en el Congreso. El pulso en las calles quedó en virtual empate: sin ninguna ser apoteósica, el número de manifestantes entre la del Gobierno y la de la oposición fue muy semejante, lo cual para un político de multitudes como Petro no puede considerarse una victoria.
Me sorprendió ese empecinamiento del Presidente, que desde su posesión ha mostrado un saludable pragmatismo: se ha reunido dos veces con su archirrival Álvaro Uribe, nombró negociador con el ELN a José Félix Lafourie, presidente de Fedegan, la organización de ganaderos tantas veces tildada de paramilitar y le ha comprado miles de hectáreas a los ganaderos para la Reforma Agraria. Con tantos frentes que deberá manejar, con la difícil negociación con el ELN, con la delicadeza e ingenio con que debe manejarse la Paz Total, obligada a negociar no precisamente con ángeles, era difícil pensar que Petro abriera este frente de confrontación.
El resultado de las marchas hace recordar la situación creada por el triunfo del NO en el innecesario plebiscito que debía haber ratificado el acuerdo de paz con las FARC, que Juan Manuel Santos se empeñó en convocar convencido de que lo ganaría holgadamente.
Muchas de las cosas que decían los marchantes de la oposición recuerdan las mentiras con que engañaron a la gente en aquella ocasión: que iba a acabar con la Iglesia católica a la que estaba persiguiendo, que iba a implantar el comunismo, que pretende cambiar el petróleo por marihuana, e incluso hubo un protestante con brazalete con la esvástica.
Petro, político avezado, seguramente afinará la línea de defensa de sus proyectos con base en esta experiencia, sin que necesariamente deba abandonar la defensa de ellos en la calle, ni dejar de apelar al fervor de sus partidarios, pero apostándole a la reconciliación del país sin desviarse en enfrentamientos innecesarios.