Opinión

Nord Stream: inesperadas consecuencias de una explosión

Las infraestructuras siniestradas eran patrimonio de Alemania, destruirlas constituye un acto hostil contra un Estado miembro de la Unión Europea y la OTAN.

La historia y la actualidad política están plagadas de agujeros negros. La voladura de los gasoductos Nord Stream pudieran sumar otro. La verdad puede resultar demasiado costosa. Las infraestructuras siniestradas eran patrimonio de Alemania, destruirlas constituye un acto hostil contra un Estado miembro de la Unión Europea y la OTAN.

Si el ataque hubiera sido cometido por Ucrania o por una entidad afín a ella, se trataría de un explicable acto de guerra, en cambio, si hubiera sido ejecutado por un aliado, pudiera asumirse como una traición. La expresión “fuego amigo” no es aplicable al caso porque el “fuego amigo” se realiza por error, nunca intencionadamente, lo cual no es el caso del sabotaje en las profundidades del Mar Báltico contra una infraestructura alemana crítica.

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El “fuego amigo” en el cual incurren los militares, suele ser resultado de errores en la selección de blancos o en la identificación de enemigos, por lo cual los comisores alegan inocencia y con una disculpa suele bastar.

A diferencia de las acciones contra instalaciones y servicios públicos que se realizan para generar pánico, las operaciones militares contra infraestructuras civiles críticas tienen el objetivo de destruirlas o paralizarlas para causar daños económicos significativos y duraderos, incluso a paralizar para siempre grandes proyectos económicos.

Un ejemplo de este cometido fue el bombardeo realizado el 7 de junio de 1981 por una escuadrilla de 14 cazas de Israel que voló mil 600 kilómetros sobre Jordania y Arabia Saudita para bombardear el reactor nuclear que Irak, asistido por Francia, construía en Osirak, a unos 16 kilómetros de Bagdad. El ataque paralizó el desarrollo de la energía nuclear en aquel país.

Los gasoductos Nord Stream, eran infraestructuras energéticas europeas de importancia estratégica para Alemania, instaladas tras dilatadas negociaciones entre Rusia y Alemania a las cuales la Unión Europea, la OTAN y Estados Unidos no eran ajenos.

De ser ciertos los trascendidos periodísticos que, sin citar fuentes creíbles ni presentar pruebas, implican a Estados Unidos y a Noruega en la destrucción de los gasoductos, se estaría ante un flagrante caso de traición, ante el cual Alemania no podría dejar de reaccionar y que tendría consecuencias políticas y militares trascendentales, entre ellas la más grave es que dañaría irremediablemente la unidad de Europa en el conflicto contra Rusia.

Descartada la idea de culpar a Rusia, lo cual sin pruebas es insostenible, la única manera de salvar la situación es probar que la voladura del Nord Stream fue realizada por Ucrania o por alguna organización afín a ella, sin importar que estuviera o no vinculada al Gobierno de Kiev. De ahí la importancia de acreditar, con evidencias materiales la historia de la organización pro ucraniana.

Ateniéndonos a las teorías de la conspiración, un género que no practico, a Ucrania más que nadie le conviene que la unidad de Europa y de la OTAN no se debiliten, mientras para ella, cargar con la culpa por la voladura de los gasoductos no sería un problema mayor, sino parte de la guerra; una raya más no hace distinto al tigre. Veremos.